Borrar
Las aventuras de Pánfilo, el hidalgo de Luarca

De Luarca a los dominios de Cthulhu

Las aventuras de Pánfilo, el hidalgo de Luarca ·

Un asturiano protagoniza un relato de principios de siglo atribuido a H. P. Lovecraft. Hablamos de Pánfilo de Zamacona, que pisó el Nuevo Mundo en el siglo XVI

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Lunes, 18 de marzo 2019, 18:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Pánfilo de Zamacona y Núñez, hidalgo, el hijo de Pedro e Inés, dejó Luarca, preso del deseo de aventura y para nunca volver, en 1532. Allá fuera, más allá del océano, le aguardaba el Nuevo Mundo, tan desconocido aún que seguía siendo perentorio, a aquellas alturas del reinado de Carlos I, recorrer a pie sus tierras para descubrir los secretos y tesoros que escondían. Pero también peligros. Y de qué manera. El hidalgo luarqués estaba lejos de averiguarlo cuando puso el pie por vez primera en lo que hoy llamamos los Estados Unidos de América, pero iba a acabar sus días vagando eternamente, en forma de zombi, como protagonista de un relato que algunos atribuyen, en parte, al autor americano H. P. Lovecraft.

Lo del de Luarca suena a cuento porque, en efecto, lo es. Se titula 'El túmulo' y fue publicado originalmente allá por 1930, en la revista estadounidense 'Weird Tales', la primera que había publicado, dos años antes, 'La llamada de Cthulhu'. El éxito del relato, del mundo mágico al que se introducía al lector y de aquella terrorífica deidad con cabeza de pulpo y cuerpo de dragón que vivía en la ciudad sumergida de R'lyeh, fue abrumador. En torno al autor, el excéntrico Lovecraft, se generó un auténtico fenómeno fan que le encumbraría a la fama, aunque no tanto a la estabilidad económica. Y ahí es donde aparece la figura de Zealia Bishop. Una despampanante mujer de pelo rubio mostaza cuya rúbrica firma 'El túmulo' y otros dos relatos de temática 'lovecraftiana' más.

¿Y cómo llegó un asturiano a aquellas páginas que algunos catalogan como colaboraciones –raras en el caso de Zealia, escritora mujer ante un escritor frecuentemente tildado de misógino– y otros como relatos que, en realidad, escribió Lovecraft a cambio de unas pocas perras para que ella los firmase? Alejándonos de la polémica, que es a veces cosa mala y más en asuntos en los que se inmiscuye el fenómeno del culto, como este, tendríamos que profundizar un poco más en 'El túmulo' para tratar de entenderlo. La acción se sitúa en Oklahoma, en el año 1928. Un etnólogo, que es quien narra de su propia boca la historia, se planta en el pueblo de Binger, condado de Caddo, para estudiar la leyenda de un extraño túmulo que vuelve locos –cuando no gira todas sus entrañas del revés– a quienes se atreven a visitarlo, y en torno al cual, todas las noches desde hace, al menos, cuarenta años, se ve pasear de día a un anciano y, de noche, a la figura decapitada de una mujer.

«Relación de Pánfilo de Zamacona y Núñez, hidalgo de Luarca en Asturias, tocante al mundo soterráneo de Xinaián, A.D. MDXLV». Así, en español en el original, se titula el antiguo pergamino que el narrador encuentra a los pies del túmulo, y sobre el vínculo asturiano no cuenta mucho más. Para el lector americano que no conoce Asturias, en el relato se define Luarca como un «pequeño y plácido puerto en la bahía de Vizcaya», y, cuando Pánfilo se topa con los primeros veinte habitantes de aquel extraño mundo, cuenta su autora que trata de comunicarse con ellos en dialecto Wichita, «azteca, español, francés y otras lenguas latinas, añadiendo posteriormente balbuceos de griego, gallego, portugués, y del bable, dialecto campesino de su Asturias natal, todo cuanto fue capaz de recordar». ¿Cómo pudo ser posible tanta precisión, haya escrito el relato Zealia Bishop o lo haya escrito Lovecraft?

El Pánfilo conquistador

Puede que el nombre del personaje se base en el de Pánfilo de Narváez, el conquistador castellano que naufragó en las costas de Florida en 1528. Él no sobrevivió, pero sí cuatro de sus hombres, que acabaron llegando a pie a Sinaloa. Tras sus huellas se planeó la expedición de Coronado, que aparece en el relato.

Las cartas de Zealia Bishop

Fueron encontradas hace apenas un lustro: en 2014, en un baúl en casa de la sobrina nieta de Zealia se hallaron treinta y seis cartas firmadas por un magnífico remitente: el mismísimo H.P. Lovecraft.

Terror 'lovecraftiano'

Vivió solo 46 años, pero Lovecraft pasó a la historia como el referente absoluto de la literatura de terror de principios del siglo XX. Fue el paso definitivo por medio del cual el género, por entonces estancado en el goticismo, se renovó.

En el caso de Bishop, su pertenencia a varias sociedades genealógicas podría haberle proporcionado conocimientos sobre puntos geográficos y costumbres tan alejadas de su vida anglosajona. En el de Lovecraft es bien sabido que se codeó, muchas veces a disgusto –sí: también tenía fama de ser un recalcitrante xenófobo– con inmigrantes españoles a los que, en algunos relatos, no deja demasiado bien. Para él, al menos en base a su obra, eran «tipos toscos (…), apenas con el menor grado de educación». ¿Pudo haber coincidido con alguno que le hablase de aquel idioma romance, hijo del latín y hermano, por tanto, del castellano, que había dejado olvidado en su lejana villa de Luarca?

Podría ser, aunque solo podemos conjeturar. Sí es seguro el final que Bishop y Lovecraft quisieron darle al pobre Pánfilo de Zamacona y que –ojo al 'spoiler'–, aunque se puede encontrar y disfrutar en el relato completo de 'El Túmulo' con una simple búsqueda en internet, les resumiré: deseoso de aventura, como estábamos antes comentando, Zamacona se enroló en la expedición a Sinaloa –esta, en 1540, sí que fue real– de Francisco Vázquez de Coronado y, guiado por los consejos de un indio llamado 'Búfalo Acometedor', acaba llegando en solitario a la ciudad subterránea de K'n-yan, donde conoce la raza de los Antiguos, anfibios de extrañas formas y no muy buenas intenciones para con los humanos, hasta el punto de que se llega a casar con una de sus hembras, T'la-yub. Hombre y 'bicho' intentan huir y la cosa no acaba bien. Ni para T'la-yub ni para su humano, perteneciente, eso sí, a un género capaz de llegar a cualquier parte del mundo. ¡Buenos somos los asturianos!

Síguenos en:

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios