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Directo El Vaticano publica la primera foto del féretro del Papa
Pumarada. Buena parte de la etapa transcurre entre prados y pomaradas, con la sierra de Peñamayor a mano derecha Pablo Nosti
CAMÍN DE LOS SANTUARIOS

Hitos en pie del antiguo camino de Francia, entre prados y pumaradas

Segunda etapa. Desde la vieja puebla de Siero a la villa sidrera, numerosos vestigios del pasado medieval o el barroco palaciego saludan al viajero en su camino

Lunes, 26 de junio 2023

En La Pola recuerdan con orgullo el origen de la villa hace más de siete siglos, cuando el rey Alfonso X el Sabio otorgó a los vecinos de la tierra de Siero privilegio para unirse y celebrar mercado, pero la verdadera fundadora fue la piadosa María Ordóñez un siglo antes al levantar –los documentos dicen que con sus propias manos– la alberguería de San Pedro para peregrinos. Atravesando el trazado urbano de la dinámica ciudad en la que el tiempo ha ido convirtiendo al viejo poblado medieval y dejando atrás sus últimos bloques de edificios, el viajero que hoy emprende esta nueva etapa del Camín de los Santuarios puede intentar visualizar con la imaginación a doña María, saliendo también por estos pagos a columbrar con la mano de visera si llegaban romeros o caminantes del lugar por el que salía el sol cada mañana, el oriente del que venían los francos y, con ellos, gentes de todos los cabos de Europa.

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Aramil. Una imagen del conjunto del Palacio de Aramil, pendiente de una buena restauración

Seguimos en la misma dirección de su horizonte para ir adentrándonos en esa zona fronteriza donde lo periurbano y lo rural se mezclan y es el mismo itinerario que marcaba el Camín a El Salvador desde Valdediós y la antigua puebla de Maliayo, ese que aún llegó a la memoria de los vecinos más mayores de estas parroquias como 'Camín Real' o 'Camín de Francia'. Pasaba como nosotros ahora por lugares que tuvieron fama por los alfares que funcionaron en ellos hasta bien entrado el siglo XIX, como Vega de Poja o El Rayu, que dio nombre a la cerámica de estos artesanos. Muy próximo, Marcenao evoca a la malatería que existió allí en los siglos oscuros del azote de la lepra y el antiguo hospital conectaba directo con uno de los pocos vestigios del notable tránsito de personas y mercaderías que circulaba por aquí. Es el puente de Recuna, de origen medieval y que debe su traza al maestro cántabro del siglo XV Juan de Cerecedo 'El Mozo', que trabajó en la catedral gótica de Oviedo y en el puente de Olloniego, con el que guarda semejanza este que vemos salvar, enmarañado de yedra y maleza, el río Cuna o Seco. Su envergadura todavía impresiona a pesar del estado ruinoso que hoy presenta. Es sin duda un prodigio de la ingeniería de su época.

Aramil. Iglesia de San Esteban de los Caballeros, y dos detalles de la ornamentación de una de las joyas del románico rural asturiano.
Imagen principal - Aramil. Iglesia de San Esteban de los Caballeros, y dos detalles de la ornamentación de una de las joyas del románico rural asturiano.
Imagen secundaria 1 - Aramil. Iglesia de San Esteban de los Caballeros, y dos detalles de la ornamentación de una de las joyas del románico rural asturiano.
Imagen secundaria 2 - Aramil. Iglesia de San Esteban de los Caballeros, y dos detalles de la ornamentación de una de las joyas del románico rural asturiano.

No tardaremos en encontrarnos con más testimonios materiales aún en pie de la rica historia vivida entre estas pequeñas vegas, praos de pasto y aldeas urbanizadas. En Aramil, el Palacio y Torre de los Vigil de Quiñones da cuenta del poderío que atesoró la familia que fundó aquí su casa solar. Debieron ser señores de cuchillo y de horca en aquellos días, como correspondía a un mundo en el que el abuso del más fuerte imponía sus normas, pero de su faceta devota sabemos que fueron patronos protectores de la siguiente sorpresa que nos espera a escasos metros: el templo de San Esteban de Aramil. También llamado San Esteban de Tabladiello y de los Caballeros –en alusión probable a los de la Casa de Noreña que la tenían entre sus propiedades–, es una de las joyas del románico rural asturiano. Pariente de Santa María de Llugás o San Juan de Amandi, con las que comparte elementos singulares como las cabezas de pico normandas, los estudiosos creen que pudieron ser obra del mismo taller, vinculado al convento de Valdediós como otros templos de similar factura: Santa María de Narzana o San Esteban de Ciaño. Además de sus portadas, destaca el armónico ábside rematado en unos expresivos canecillos que ofrecen al visitante actual vivos retazos de la vida cotidiana y el imaginario medievales: escenas juglarescas, eróticas, monjes, campesinos con un tonel al hombro, sierpes o animales fantásticos.

El Palacio de Lieres, el de Aramil y la iglesia románica de San Esteban de los Caballeros bien merecen una parada

Camino adelante, a un margen de la carretera N-634, un nuevo palacio de la nobleza rural, el de Lieres, vinculado a la familia Cavanilles Venti y de fábrica barroca, aunque con origen en el siglo XVI. Las praderías de pasto van combinándose en el paisaje con las pumaradas ya en terrenos del concejo de Nava y con el perfil tutelar de su cordal al abrigo de la sierra de Peñamayor. Estamos cerca del Santuario de Nuestra Señora de El Remedio, centro de especial peregrinación de los navetos y en cuya patrona han depositado durante generaciones su fe en toda clase de curaciones. Está documentada la fundación de su cofradía en torno al 1599 y antes aparece como Santa María del Texu, el árbol totémico que señala en numerosas iglesias asturianas la cristianización de antiguos lugares de culto pagano, algo a lo que probablemente no es ajena la fama milagrera del santuario.

Nava. El Museo de la Sidra es una parada casi obligatoria en la ruta.

En la capital del concejo, la plaza de San Bartolomé donde se ubican el actual templo parroquial, el Ayuntamiento y el Museo de la Sidra, rodeados de terrazas de chigres y sidrerías, fue solar del monasterio del mismo nombre, fundado por Gontrodo Álvarez de las Asturias en el siglo XIII y que albergó una comunidad femenina de monjas de San Benito. Su importancia fue tal que la villa de Nava creció en torno a él a pesar de la carta puebla otorgada por Alfonso X –en la misma fecha que la de Siero– a los vecinos de la cercana aldea de Castiello de Sales. El viajero que llega en nuestra ruta a la capital naveta tiene en ella una buena ocasión para probar los afamados palos de sus llagares y de su gastronomía tradicional. A la salida de la villa, la bella ermita del Santo Ángel –edificada sobre un yacimiento castreño– le despedirá con la natural hospitalidad de los navetos para que siga camino adelante.

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