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Pilar Fonseca
Miércoles, 15 de diciembre 2021, 14:24
Es complicado encontrarlas en los grandes titulares pero están ahí, sólo hay que saber buscar sus historias y sus motivaciones. El esfuerzo, el tesón y la intención que han puesto estas mujeres en sus trayectorias investigadoras, son pura inspiración para miles de niñas en nuestro país que quizá por momentos puedan llegar a pensar que eso de la ciencia no era para ellas, aunque en el fondo pegar los ojos a un microscopio o programar delante de una pantalla sea lo que más les apasiona en el mundo.
Empezamos con la historia de Cristina que actualmente es empresaria y experta en Inteligencia Artificial (IA). Dirige la empresa Milbrait y a través de ella se dedica a ayudar a otras empresas a implementar la IA en sus procesos, pero llegar hasta aquí no ha sido un camino de rosas precisamente.
Cristina Gil estudió derecho, marketing digital, comunicación empresarial y todo lo que iba cayendo en sus manos sobre IA. Cristina tiene dislexia por lo que su pelea con las aplicaciones hasta sacar lo positivo que tienen, ha sido una constante en su vida y en sus estudios. Tuvo que trabajar y estudiar porque su familia sufrió un revés tremendo que rompió los cimientos que la sustentaban a ella y a su hermana.
Le costó tiempo y esfuerzo terminar la carrera y muchos trabajos esporádicos para poder financiarse, incluso sus profesores le iban informando de los posibles trabajos que surgían en su entorno y a los que ella podía acceder para seguir con su educación, para seguir estudiando.
Frances también tuvo que ir buscando financiación durante su etapa de estudiante universitaria. Trabajó como pizzera, camarera, limpió casas y ejerció de taxista mientras estudiaba. Ahora Frances Arnold trabaja como ingeniera química y en alguna estantería de su casa estará el Nobel de Química que ganó en 2018.
Frances ahora cría proteínas en un laboratorio con las que ha conseguido crear nuevas moléculas que solucionen problemas químicos, con ellas ha fabricado fármacos que no contaminan durante su elaboración. Ha visto problemas y ha buscado soluciones para esas necesidades.
Lo mismo que le pasó a Isabel cuando vio las sonrisas de dientes oscuros que tenían los habitantes del valle del Rift, sus espaldas dobladas y sus piernas retorcidas por el consumo de agua contaminada.
Isabel Díaz estudió química y después de pasar años con los ojos pegados al microscopio encontró una tecnología para limpiar los pozos contaminados de fluoruro de los que se abastece la población del Valle del Rift. Isabel siempre ha tenido claro que lo mejor que se puede hacer por mejorar tu vida es mejorar la de los demás aplicando tus conocimientos y tus habilidades.
Con 24 años Judit ganó un concurso internacional muy reconocido con un invento suyo. Un dispositivo biomédico basado en IA, de uso sencillo y coste asequible, con el que cualquier mujer podrá detectar la presencia o no en su cuerpo de tumores de mama a partir del análisis de su propia orina. Muy parecido a una prueba de embarazo de esas que se pueden comprar en la farmacia.
Judit Giró quiere lanzarlo al mercado en 2024 y con ello el índice de detección precoz de cáncer de mama puede convertirse en una muy buena noticia para miles de mujeres en todo el mundo.
Es evidente que la ciencia, la investigación y la IA abren un mundo de posibilidades que están por explorar y que apenas si podemos imaginar.
El trabajo, el tesón y la curiosidad de estas mujeres y de muchas otras que no todos conocemos, demuestran que estamos en el buen camino, que la ciencia no sabe de géneros ni de sexo, sabe de oportunidades, de curiosidad y de tesón.
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Edurne Martínez y Sara I. Belled (gráficos)
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Jon Garay e Isabel Toledo
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