La osa que amamantó a la infantina perdida
Corniana. La tradición popular interpreta el origen legendario del monasterio en los relieves esculpidos en el arco de piedra ubicado en su puerta original
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Domingo, 11 de julio 2021, 18:00
Sobre el arco de piedra que da paso al actual albergue de peregrinos del Monasterio de San Salvador de Corniana, un relieve muestra a una bestia sosteniendo en sus garras a una figura humana con rasgos infantiles. La memoria popular no tiene dudas de que se trata de una osa amamantando a una niña ni de su relación con el origen del cenobio. La leyenda viene de lejos y la prueba está en el escudo del propio convento situado en la torre oriental de la iglesia: es de época barroca y la escena es la misma, pero se pueden distinguir con mayor claridad las formas de la osa y la chiquilla, incluso las mamas del animal y su postura erecta acogiendo a la criatura, como una madre haría con su hija.
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Expertos en arte románico ven en esa imagen esculpida y en las otras dos supuestas osas de cada lateral del arco alegorías de los seres fabulosos y malignos que señalaban en el exterior de templos y monasterios a los fieles los males que acechaban fuera de los muros del lugar sagrado. Y esa puerta se ubicó en el acceso original a San Salvador antes del emplazamiento que hoy ocupa. La fundación del mismo tampoco entrañaría demasiado misterio. Se halla documentada en el año 1024 -hará pronto mil años- y es resultado de una donación de la infanta Cristina, hija del rey Bermudo II. Sin embargo la leyenda estaba tan arraigada que los propios monjes la hicieron suya hasta el punto de incluirla como emblema de su escudo. Su relato llegó hasta nuestros días a través de la tradición oral y es la que se llevan los modernos peregrinos del albergue cuando preguntan por el significado de las esculturas.
La versión más extendida cuenta que la infantina del señor del Palacio de Doriga estaba una tarde paseando con su ama de cría y en un momento de despiste de aquella se escapó en dirección al río. La buscaron durante horas y días sin ningún resultado, pero cuando ya estaban a punto de abandonar el rastreo la vieron en la otra ribera, donde confluyen las aguas del Narcea y el Nonaya. Una enorme osa la tenía entre las garras y parecía a punto de devorarla. Los criados del señor de Doriga cruzaron el río a nado para intentar salvarla y cuando llegaron a la orilla, vieron asombrados que la fiera, en lugar de despedazarla, estaba dando de mamar a la niña. Ya adulta, en recuerdo del milagro, haría levantar el Monasterio de San Salvador sobre el suelo donde la osa la alimentó con su propia leche.
Son numerosas las leyendas que intentan explicar el origen y emplazamiento de monasterios mediante algún suceso milagroso o extraordinario. Sin irnos de Asturias y en otro enclave del Camino a Santiago, el de la costa, tenemos San Antolín de Bedón y la historia del conde don Munio persiguiendo a un jabalí hasta el lugar donde se alzaría el cenobio. El entorno de San Salvador de Corniana fue habitado al menos desde el neolítico, como prueban los restos arqueológicos hallados en la zona, y también en época castreña. Es un lugar de paso desde tiempo inmemorial y lo fue importante también como parada de descanso de los peregrinos que venían de San Salvador hacia Santiago. La fundación del monasterio por la hija del rey Bermudo II afianzó con ella ese lugar de cobijo para los caminantes a Compostela y cuando la orden de Cluny se hizo cargo de él acabaría consolidándose como enclave principal de la ruta jacobea. Si ya existía la leyenda de la osa es probable que los monjes vieran en ella un oportuno motivo piadoso para simbolizar el espacio de refugio que representaba el convento y decidieran que se esculpiese en su entrada.
Que la hembra de un oso pardo frecuentase las orillas del Narcea y el Nonaya no debía ser raro, cuando aún hoy esta especie protegida tiene uno de sus principales territorios en los cercanos montes de Somiedo y la posibilidad de que se llevase a una niña, por fantástico que nos parezca, podría entrar entre los patrones de conducta de una osa a la que un macho le hubiese matado a su cría, como es frecuente en época de celo. La infantina que en el cuento era del Señor de Doriga, tal vez sea una adaptación popular de la infanta del rey Bermudo II que fundó realmente San Salvador. A fin de cuentas no hay leyenda que se sostenga durante siglos sin una base real, algo creíble y reconocible para quien la escucha. Para generaciones de cornellanos esa historia lo era. Esculpida en piedra sigue asombrándonos entre las muchas que trae y lleva el Camino a Santiago. /Esculpida en piedra sigue asombrándonos entre las muchas que marcan el Camino a Santiago.