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Real Sitio. La estatua de Pelayo, con el monte Priena a su espalda, y la Basílica de Covadonga. Pablo Nosti
CAMÍN DE LOS SANTUARIOS

Un pequeño paseo para el caminante y un gran viaje por la historia

Quinta etapa. Desde el Puentón de Cangas de Onís a la Gruta de la Santina, los ríos del entorno natural y los del tiempo nos llevan de la mano

Lunes, 17 de julio 2023

En nuestro Camín de los Santuarios del trayecto entre Cangas de Onís y Covadonga se podría afirmar algo parecido a la célebre frase de Neil Armstrong después de pisar la luna, que es un pequeño paseo para nosotros y un gran viaje por el pasado de Asturias. Aquí nació el germen del reino que iba a legar al mundo las joyas arquitectónicas del Prerrománico o el inicio del Camino de Santiago y algunos milenios antes ya merodeaban por estos mismos valles los cazadores-recolectores que pintaron las paredes de cuevas como la de El Buxu. Desde el monasterio de San Pedro de Villanueva –que nos recibía en la anterior etapa– al puente medieval más fotografiado de Asturias, la impronta de la historia nos lleva de la mano.

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Algunos divulgadores de ella, en lo que respecta a estos lugares, se han dejado llevar a menudo por el grandonismo o por las campanas sin base científica que han oído quién sabe dónde y así aún hoy siguen llamando romano al 'puentón' de Cangas del s. XIV o proclamando que aquí puso Pelayo una corte, poco menos que la del Rey Arturo. En cuanto a lo segundo, expertos en el periodo como el medievalista Javier Fernández Conde más que de capital palaciega hablan de base donde el jefe local de los clanes vadinienses que pudo ser Pelayo estableció su centro de poder en un lugar que seguramente ya lo era. En el mismo año de su muerte, el 737, su hijo Favila, junto a su esposa Froiliuba, levanta la primitiva iglesia de la Santa Cruz sobre un dolmen neolítico. El montículo artificial formado por el túmulo del megalito se localiza en la confluencia de dos ríos, el Sella y el Güeña, un emplazamiento con poco de casual y que en opinión de historiadores como Fernández Conde, pudo ser lugar de culto pagano, como la misma Covadonga. El visitante que hoy entra en el templo reconstruido tras la guerra civil, al contemplar bajo él la cámara dolménica, algo de esa magia dormida aún le llega.

Santa Cueva. Los leones que en su día decoraron los jardines de la Finca El Pasatiempo, en Betanzos, reciben al visitante. Pablo Nosti

Antes de despedirnos de la antigua Canicas de las crónicas, seducidos por lo mucho de legendario y fantasioso que hay en ellas, dirigimos nuestra mirada hacia los montes de Llueves donde se cuenta que el desdichado Favila encontró su punto final entre las zarpas de un oso. Las aguas del Güeña nos guían camino de Covadonga y poco más adelante afluyen en su caudal las del regato de Entrepreñes. En él debían pescar sus truchas y algún salmón despistado las gentes que ocuparon la Cueva del Buxu hace la friolera de 18.000 años. Próxima a Cardes se puede visitar. En sus paredes, además de figuras abstractas, son visibles las de cabras grabadas en sus rocas o pintadas en negro las de dos lustrosos caballos. Entre los restos encontrados en su interior, destaca la escultura de un ave tallada en un colmillo de oso, tal vez un pariente paleolítico del que se cargó a Favila. No es la única caverna de la zona que delata presencia humana, casi al lado de Cangas está la llamada Cueva de los Azules en Contraquil y próxima a Narciandi la de La Huelga, en la que se hallaron, junto a numerosos colgantes de hueso, lo que parece un instrumento musical similar a una flauta, el más antiguo del que se tiene noticia en la región.

La riera. Puente medieval y viviendas de la localidad canguesa. Pablo Nosti

Un nuevo encuentro con la historia nos espera en Soto de Cangas. Allí la toponimia recuerda el Campo de la Jura, donde la leyenda sitúa el juramento de Pelayo sobre la cruz de roble que le ayudaría a vencer en Covadonga y la tradición, el lugar donde los alcaldes de Cangas de Onis hacían otro tanto para ejercer su cargo. Sobre el lugar, la llamada Torre de la Jura, cifra en sus muros el vestigio de una defensa con posible origen en el siglo VIII.

Soto. Interior y detalle de las columnas que sostienen la techumbre de de la Capilla de San Andrés. Pablo Nosti

En La Riera, bajo su puente, las aguas del río Covadonga o Deva, parecen seguir trayendo aquella tonada del tiempo en que se construyó la Basílica del Santuario, según la cual los canteros que allí trabajaban venían hasta el pueblo a beber buen vino cortejando a la tabernera. Actualmente la oferta de hostelería a lo largo del mismo camino supera con creces las expectativas más optimistas que debían albergar aquellos pobres canteros en sus fantasías y además de buen vino y buena sidra, brindan al visitante una variadísima carta de gastronomía autóctona o universal. Antes de afrontar los últimos tramos de la etapa bien pueden aprovecharla para entrar con buen acopio de energías en el Real Sitio. Al final del camino, en su gruta, la Santina les espera para darles la bienvenida y su bendición para seguir camino hacia Liébana, ya un poco más cerca.

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