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La Reina, en uno de los 3.000 actos que ha protagonizado hasta la fecha.

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La Reina, en uno de los 3.000 actos que ha protagonizado hasta la fecha. EFE / CABALAR
50 cumpleaños

La Reina, el gran activo de la Corona

Profesional. Doña Letizia cumple este jueves 50 años convertida en un puntal de una monarquía que no puede permitirse más fallos

Miércoles, 14 de septiembre 2022, 16:35

Octubre de 2021. Auditorio Príncipe Felipe. El concierto que inaugura la semana de los Premios Princesa acaba de concluir y, en el hall, entre decenas de invitados que esperan su oportunidad para ver de cerca a los Reyes -y, con un poco suerte, estrecharles la mano-, el grupo de periodistas que habitualmente sigue los pasos de la Familia Real aguarda también a don Felipe, doña Letizia y sus hijas, ligeramente alejado.

Es entonces cuando la Reina las divisa -son, casi todas, mujeres- y rápida, sin titubeos, se dirige hacia ellas para iniciar una conversación blindada al escrutinio público en la que las llama por sus nombres de pila y charlan, casi con la familiaridad con la que charlan los viejos colegas, ante la sonrisa cómplice del Rey. Sobre «lo guapas y lo altas que están» Leonor y Sofía. Sobre el menú de la Princesa de Asturias en el internado donde cursa el Bachillerato en Gales. Hasta que doña Letizia dirige la conversación hacia otro terreno, mucho menos privado, infinitamente menos banal: los intensos meses de trabajo que tienen por delante, deteniéndose en su viaje a Mauritania, donde la Reina conocería en traje de faena -chaleco rojo y botas de monte- el trabajo que la Cooperación Española desarrolla en el país africano.

En medio de una tormenta de arena, el pasado mes de junio, durante su viaje de cooperación a Mauritania. EFE/ Chema Moya

Porque, en los últimos tiempos, Letizia Ortiz Rocasolano (Oviedo, 1972), que este jueves cumplirá cincuenta años -Reina consorte de España desde hace ocho y, antes, Princesa de Asturias durante otra década-, «está más empeñada que nunca en demostrar que no es un florero y que no va a dejar de ser quien es. Ella se concibe como una alta funcionaria del Estado que cumple lo mejor que puede con su papel de representación institucional», resume el historiador ovetense Enrique Moradiellos, «encantado de que, como en un ejemplo de serendipia (casualidad afortunada), una asturiana haya terminado siendo Princesa de Asturias y, finalmente, Reina de España».

El Premio Nacional de Historia hace balance de sus diecinueve años en Zarzuela, en los que la Reina asturiana ha conseguido convertirse en el gran activo de una de las monarquías más antiguas del planeta, hoy gravemente tocada por varios flancos -de su suegro, el Rey emérito, en Abu Dabi, a su excuñado, Iñaki Urdangarin- y que tanto ella como Felipe VI se han propuesto hacer más útil y más próxima, más transparente. Un plan para lavarle la cara y garantizar su continuidad en el reinado en Leonor de Borbón que tuvo su expresión más clara en el código de conducta impulsado por el monarca para su Casa y la Familia Real y por el que se acaba de hacer público su patrimonio personal: 2,5 millones de euros. Y, en esa misión, doña Letizia -hoy volcada en apoyar causas sociales que le preocupan genuinamente, de la nutrición a la lucha contra el cáncer- resulta clave. «Y no solo por el éxito mediático» que rodea a cada uno de sus actos oficiales (más de 3.000 hasta la fecha), sino también porque «soportar lo que ha soportado no es fácil. Le han tocado cosas muy feas y ella ha cumplido su función sin demasiados disgustos, sobresaltos ni escándalos, alejada de la sombra de la corrupción y del desprestigio que han erosionado a la institución, a excepción de algunos episodios que todos conocemos».

La Princesa de Asturias, el Rey, la infanta Sofía y doña Letizia pasean por las calles de Palma de Mallorca este verano. efe / ballesteros

Se refiere Moradiellos a que, más allá del 'Déjame terminar' de su pedida de mano que hizo correr ríos de tinta (pero que también «aportó cercanía y frescura» al compromiso real) y los mensajes al 'compiyogui' Javier López Madrid -uno de los empresarios del círculo íntimo de don Felipe, implicado en sumarios como el de la 'Púnica', que al principio no la vio con buenos ojos-, su error más destacable en sus casi dos décadas en la Casa fue el encontronazo que doña Letizia y doña Sofía protagonizaron a la salida de la Catedral de Palma tras la misa de Pascua de 2018, el choque entre las viejas y las nuevas formas y expresión de la «personalidad compleja» y el «temperamento indómito» que atribuyen a la asturiana analistas como José Antonio Zarzalejos, exdirector del 'ABC'. «Pero que levante la mano quien no haya tenido algún desliz con su suegra», la excusa Moradiellos, que ve en la Reina que labró su porte de bailarina en la escuela de danza de Marisa Fanjul «una figura encomiable que, a pesar de mantenerse en primer plano, también ha sabido acompañar a la perfección al Rey como consorte. Una profesional nieta de un taxista y de una histórica de la radio como Menchu Álvarez del Valle. Una persona que sabe lo que es coger el metro, trabajar, divorciarse y depender de una nómina. Que consiguió lo que consiguió durante su etapa de periodista sin que nadie le regalase nada, a base de esfuerzo», destaca el historiador, a quien no se le escapa que el perfeccionismo es uno de los rasgos dominantes del carácter de quien fuera presentadora del 'Telediario'. Y que, «sin duda, en su cometido despliega algunas de las características que ha de tener una buena comunicadora, como la versatilidad, el saber estar en público, relacionarse con cualquier persona y hablar con una precisión espléndida en esta España en la que maltratamos tanto al castellano».

Vestida con el traje tradicional asturiano. En la otra imagen, en las clases de ballet de la desaparecida Marisa Fanjul. E. C.
Imagen secundaria 1 - Vestida con el traje tradicional asturiano. En la otra imagen, en las clases de ballet de la desaparecida Marisa Fanjul.
Imagen secundaria 2 - Vestida con el traje tradicional asturiano. En la otra imagen, en las clases de ballet de la desaparecida Marisa Fanjul.

Una autoexigencia que, junto con su pasión por el arte y la cultura, «ha transmitido también a sus dos hijas, lo que es una auténtica suerte. Solo hay que ver a los herederos de otras cortes como la británica», anota el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura, que, en las ocasiones en las que ha tenido la oportunidad de coincidir con ella, lejos de hallar a una mujer altiva, fría, distante (uno de los estereotipos que la rodean desde el principio), se ha encontrado con «una persona cálida, nada hierática, interesada de verdad por su interlocutor». Opinión que comparte también Victoria Cueto-Felgueroso Botas, abogada y directora de la Fundación Fernández-Vega: «Al contrario de lo que alguien pudiera creer, es enormemente cordial y cálida en persona, y la virtud que más la distingue es su tesón en el desempeño de sus tareas, que realiza de manera impecable. Creo que los españoles tenemos una enorme suerte de tener una Reina como doña Letizia».

No es raro que ambas intercambien opiniones sobre libros y películas, porque -como cuenta Enrique Moradiellos-, en sus visitas a Asturias «sigue quedando con sus amistades de siempre», mientras que en Madrid tampoco resulta infrecuente encontrarla de incógnito en el cine o de cena y cañas por Malasaña, apenas rodeada por un reducido equipo de seguridad. Una Reina que, además de reinar, se niega en redondo a perder el pulso de la calle y no renuncia a tener vida privada, algo que desde la institución no siempre se ha entendido.

Esta misma semana, con el bioquímico Carlos López Otín –en el centro, con camisa blanca–, con quien mantiene una estrecha relación, en un acto de la Asociación Española Contra el Cáncer. EP

La catedrática de Filosofía Moral y Política y consejera de Estado Amelia Valcárcel pone, asimismo, el acento en que «es admirable como madre y como figura de referencia»: «Ha resultado ser una gran suerte para la monarquía gracias a su capacidad y a su enorme sentido de la responsabilidad. Y, consecuentemente, su papel en la convivencia española es también central». Una mujer que «aceptó por amor una gran carga que lleva con fortaleza y dignidad» -recuerda la filósofa- y a la que le molesta especialmente que la opinión pública ponga el foco más en lo que viste, su forma física, sus operaciones de cirugía estética o su bronceado que en los mensajes que quiere colocar, porque «es profundamente machista seguir hablando de si está o no demasiado delgada o de si tiene la nariz más o menos afilada, mientras que de los hombres no se cuestiona absolutamente nada ni se comenta si están gordos o si llevan o no corbata», defiende Moradiellos.

Hoy, a punto de alcanzar el medio siglo, sigue manteniendo la curiosidad intacta, como ella misma explicó en su nombramiento como alumna de honor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, en la que se licenció en Periodismo y donde pronunció su discurso más personal hasta la fecha, recordando con humor que uno de sus profesores le espetó: «Mire, Ortiz, yo no sé qué va a ser de su vida, pero, desde luego, a pesada no tiene rival».

Durante su etapa como presentadora del 'Telediario'. E. C.

Fue en ese mismo escenario, el 14 de septiembre del pasado año, donde la Reina se mostró más ella y dejó un titular sin fisuras, que cualquier editor le compraría: «Cincuenta años es una bonita cifra para seguir intentando hacer las cosas bien en el lugar en el que a cada una le corresponda». Y eso es lo que doña Letizia persigue con denuedo, como demuestra cada octubre en Asturias, destaca Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa, de la que es un «insustituible apoyo»: «Quienes tenemos la oportunidad y el honor de estar en ocasiones cerca de Su Majestad la Reina sabemos de su gran capacidad de trabajo, de su rigor y sus certeros análisis. También del especial interés que pone en algunos temas, como la educación de los más jóvenes y la salud. Nos lo demuestra especialmente cuando asiste a alguno de los actos que organizamos con los premiados, con un entusiasmo contagioso que le agradecemos muy sinceramente». Galardonados que, por cierto, «se marchan cada año impresionados por el interés que muestra por su labor y por el conocimiento que tiene, muy profundo en algunos casos, sobre los temas de actualidad relacionados con sus campos de estudio o trabajo», además de destacar «la empatía y la autenticidad que transmite en las conversaciones que ha mantenido con ellos».

Inconformista, informada y crítica, tozuda, vehemente y tenaz, Letizia Ortiz Rocasolano ha ganado peso también en la Fundación de la que es Presidenta de Honor, una seguridad en sí misma que ha conquistado por derecho propio, que ha contagiado también a Leonor y Sofía y que se traduce en gestos aparentemente nimios como dejarse algunas canas y apearse cada vez más frecuentemente de los tacones imposibles que suele lucir a pesar de sufrir metatarsalgia, una lesión que provoca inflamación y dolor en la planta del pie. «Cada vez los soporto menos», confesó entre risas en su visita a Somao (Pravia) para hacerle entrega del Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias.

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