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José Cano (70 años) Gamones (Valdés) «Tengo casa en Gijón, pero toi más a gusto aquí, no volví desde que empezó esto»
Solos y en el pueblo, mejor que en la ciudad

Solos y en el pueblo, mejor que en la ciudad

Confinados. Echan de menos ver más a su familia, pero a pesar de afrontar la pandemia sin compañía se sienten más seguros en su casa de toda la vida

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Domingo, 17 de enero 2021, 02:06

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Viven solos, alejados de los grandes núcleos urbanos y, por edad o sus patologías asociadas, pertenecen a los grupos de riesgo en caso de contraer el virus covid-19. En estos meses han sido testigos de los estragos causados por la enfermedad y se han familiarizado con las medidas para prevenir los contagios. Hechos a las dificultades del día a día en un entorno rural no siempre atendido por las administraciones, participan de la inquietud general ante la crisis sanitaria, mientras sienten cierto alivio al saber que las estadísticas oficiales esta vez no sitúan sus concejos entre los que registran las cifras más negativas. Cuatro de ellos relatan cómo viven la pandemia, podría decirse que confinados desde hace prácticamente un año.

Olvido Peón (85 años)San Xulián de Bimenes «Paseo un puquiñín y nun me arrimo a nadie, ni a la vecina. A la vacuna nun tengo mieu ningún»
Olvido Peón (85 años)San Xulián de Bimenes «Paseo un puquiñín y nun me arrimo a nadie, ni a la vecina. A la vacuna nun tengo mieu ningún»

Mariano Hortal es el único vecino de Biamón (Ponga). Salió con 21 años y volvió después de una jubilación anticipada por una dolencia oncológica: «Los médicos me recomendaron ambientes naturales y nada mejor que esto», cuenta a través de un teléfono que se entrecorta a ratos. La falta de cobertura -que suple con una wifi por satélite- no es su principal problema de comunicación. Este pongueto de 68 años era noticia esta semana cuando, aislado por la nieve, los Grupos de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM) de la Guardia Civil de Cangas de Onís acudían a llevarle medicación y víveres. «Llevo dos semanas con la carretera bloqueada. Pedí al Ayuntamiento que me mandaran una pala y no les dio la gana. Así estamos, a ver si afloja y puedo salir», explicaba a este periódico, ya pasada la tormenta mediática. «El coronavirus no me preocupa, es difícil que llegue aquí. Estuvo pasando gente por la Senda del Cartero, pero en grupos pequeños y yo mantengo la distancia. Respeto, como todo el mundo, porque eso no se sabe quién lo tien, miedo solo tengo si bajo a Cangas o Arriondas», declara.

Mariano Hortal (68 años)Biamón (Ponga) «Llevo dos semanas aislado por la nieve. El virus da respeto, pero no me preocupa, es difícil que llegue aquí»
Mariano Hortal (68 años)Biamón (Ponga) «Llevo dos semanas aislado por la nieve. El virus da respeto, pero no me preocupa, es difícil que llegue aquí»

No haber podido recoger su medicación a causa de la nieve ha sido la única dificultad vivida en la pandemia respecto a su salud: «Tengo el médico en San Juan de Beleño, pude ir al control de analíticas y me hicieron dos PCR. No hay queja». Respecto a la posibilidad de vacunarse contra la covid no tiene duda: «Cómo no la voy a poner. Que valga o nun valga, no sé, los efectos, lo de menos: tomamos medicamentos que ni sabemos qué son. Creo que hay que vacunase», opina.

En el otro extremo de Asturias, José Cano, de 70 años, reside solo en la casa familiar de Gamones (Valdés). «Viví en Gijón y tengo casa en La Calzada, pero toi más a gusto aquí. No volví desde que empezó esto», refiere, con expresión tranquila. «De salud, algún achaque. Ta complicao pedir cita, ye normal. Aquí estamos bien y el miedo no vale: hay que tener cuidao y guardar las distancias. No soy de andar mucho por ahí. Bajo todos los días a Trevías a la compra y a por el periódico. De chigre nada, un cafetín que tomo allí. Somos unos cuarenta vecinos, casi todos mayores, nenos no hay. Daba un poco de respeto por el verano la gente de fuera, pero ahora solo viene el panadero. Me preocupa más lo de otros lados», reconoce. Expresa su esperanza en la difusión de las vacunas: «La quiero poner, de la gripe siempre me vacuno y no me volvió a dar. Tengo confianza».

No tan optimista es Antonio Cabanas, de 73 años. Natural de Moreda, vive solo en la aldea de Santa Cruz (Mieres) y con problemas de movilidad. «Tengo una invalidez fuerte, arréglome con sacrificio, pero la soledad ye lo que peor llevo. Del virus, como se diz, 'estoy acojonáu', no por miedo, sino porque se ignora más de lo que se sabe y cómo terminará todo esto, si van a funcionar las vacunas. Desde que empezó tengo la sensación de estar viviendo algo irreal», confiesa. Para este antiguo trabajador de Astilleros Juliana, baqueteado en las movilizaciones del naval, han sido meses duros en los que perdió a su único hijo y ha visto cerca la amenaza de la covid: «Estuve en cuarentena por ser contacto de un positivo, me traían la comida y la compra los amigos, pero creo que esto nos traumatizó a todos. Nunca renuncié a hacer vida social. Me ayuda, aunque siempre con distancia y cuidado», desvela. Respecto al futuro, dice, «lo veo mal, ojalá me equivoque. Yo tengo suerte, una pensión buena, pero hay gente que lo está pasando mal. Yo voy tirando y si me veo limitado iré a una residencia. Por ahora, a resistir», zanja.

Antonio Cabanas (73 años)Santa Cruz (Mieres) «Estuve en cuarentena y tengo invalidez, pero me arreglo. Lo que peor llevo es la soledad»
Antonio Cabanas (73 años)Santa Cruz (Mieres) «Estuve en cuarentena y tengo invalidez, pero me arreglo. Lo que peor llevo es la soledad»

Olvido Peón, a sus 85 años, desde su casa en San Xulián de Bimenes, tras nacer en plena guerra civil, criarse en la época «de la fame» y pasar la vida «trabayando desde los 13 años», creía haberlo visto todo, pero, como revela, «una cosa tan gorda jamás de los jamases». Vive sola, aunque tiene cerca a su hija y su nieta Alicia: «Aquí me tienen metía, hablamos por teléfono, tráenme la comida, aunque me gusta facelo yo. Paseo un puquiñín pola acera y nun me arrimo a nadie, nun veo ni a la vecina: hablamos pola ventana. De salú, la lengua y la cabeza bien, tomo una pastilla pa la tensión y otra pa dormir. Vacunéme de la gripe y, si me avisen, pongo tamién esta. Mieu, ningún». Acerca de lo que ve y escucha revela que «toi fartuca de la tele y enterá de too, hasta de lo de Trump. Los políticos hablen y hablen y nun faen nada. Quítasete hasta la gana de comer», opina. No pierde el humor: «Arreglar, arreglaráse, pero toi volviéndome tosca de tar en casa. Veo pasar los coches y entreténgome, a veces hablo sola. Tan gordo nunca lo vi». Es la única de los cuatro que, por tenerlos cerca, no echa de menos poder ver más a menudo a los familiares de la ciudad.

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