«Vivirán en nuestros recuerdos y corazones»
Elena, Antonio, Avelino, Marisa, Gerardo, Javier... Tras las cifras están ellos. EL COMERCIO, junto a sus familias, rinde homenaje a los asturianos fallecidos en esta pandemia
Azahara Villacorta y lucía r. lorenzo
Gijón
Domingo, 12 de abril 2020
Sueños, proyectos, hijos, nietos... EL COMERCIO rinde homenaje, de la mano de sus familias, a los fallecidos por el virus que con su amor tiñeron los recuerdos de sus seres queridos y allanaron el camino a las generaciones venideras.
Ángeles Álvarez (Candamo, 1925)
«Siempre tenía una sonrisa»
Ángeles Álvarez se trasladó a San Román de Candamo después de que sus padres emigrasen a Cuba. «Mi abuela, mi madre y mis tías se dedicaron a las labores de la tierra. Ángeles vivió prácticamente con un pulmón por culpa de la guerra», relata su sobrino, Constantino García, que cuenta que «se casó con Pepe Cuervo, de la saga que hay en Grado de cesteros de mimbre, y se fueron a vivir con Hilda, mi otra tía, a la casa familiar de San Román», apunta. «Ángeles era la pequeña y se dedicaba a las labores de la casa. Ahora vivía en la residencia de Grado», donde la recordarán como «una mujer muy buena que siempre tenía una sonrisa».
Néstor Fernández (Tapia de Casariego, 1932)
«Sobre todo, buena persona»
«Toda su vida la dedicó a la agricultura y a la ganadería», cuenta su hija mayor, Pili, sobre su padre, Néstor Fernández. «Era muy cariñoso con sus tres nietos», apunta sobre «un hombre muy reservado, pero, sobre todo, buena persona».
África García-Balmaseda (Madrid, 1935)
«Era muy vital»
África García-Balmaseda fue catedrática de Inglés en el Instituto Jovellanos, donde ejerció como directora de 1977 a 1981. «Le gustaba viajar, era culta y muy amiga de sus amigas», destaca César, uno de sus cuatro hijos. Una mujer «muy vital pese a sus 85 años y tras haber superado un accidente muy grave. Hacía gimnasia en Talaso y recibía clases de alemán e informática. Nos hizo pasar una infancia muy feliz», recuerda.
José Luis Cuervo (Cornellana, 1948)
«Fue un padre excelente»
José Luis Cuervo 'Barraquito' vivía en la residencia de Grado. «Estuvo trabajando con un camión para Central Lechera, con su cuba de leche por Asturias y por toda España. Llevo leche hasta al Sáhara», cuenta su viuda, Ana María Álvarez. «Era un padre y marido excelente, muy amigo de sus amigos», dice, y recuerda que «le gustaba jugar al ajedrez y al dominó. Aunque su pasión era conducir, pero tuvo que dejarlo por un accidente».
Manuel López (Cornellana, 1936)
«Era un gran trabajador»
Manuel López trabajó como albañil y vivía en la residencia de mayores de Grado. Fue padre de cuatro hijos, entre ellos Antonia López, quien relata que «disfrutó muchísimo con sus siete nietos cuando eran pequeños. Como padre, era muy bueno, muy trabajador y muy inteligente. Primero trabajaba por los pueblos. Fue antes de estar fijo en Avilés y, después, en Oviedo», cuenta.
Gonzalo Cerezo (Villaviciosa, 1926)
«Era una persona entrañable»
Gonzalo Cerezo fue escritor, periodista y jefe de prensa del Instituto Nacional de Industria. Cuando se jubiló, entre otros proyectos, le llamaron para la 'Revista Española de Defensa', así que continuó escribiendo en esa y otras publicaciones. «Era una persona entrañable, muy cercana», destaca uno de sus hijos, Luis Cerezo. «Era justo, inteligente y muy abierto de mente y estaba muy pendiente de la actualidad. Resultaba muy enriquecedor hablar con él y tenía buen humor. A pesar de que había dejado Asturias, nunca perdió los lazos con la gente que conoció ni con Villaviciosa, donde nació, y Gijón, donde se crió».
Adolfina Pérez (Allande, 1935)
«Te recordaremos como una gran madre y abuela»
«Una mujer dedicada por entero a su familia». Así era Adolfina Pérez 'Delfina', natural de Pola de Allande, pero residente en La Corredoria desde hacía más de medio siglo. «Una mujer trabajadora, luchadora y con carácter», como la recuerdan sus hijos, que cuentan que la salud la había ido minando por distintos frentes, pero que ella mantenía intactos las ganas de luchar y el amor por los suyos y, especialmente, por su nietos Andrea y Diego. «Se adoraban mutuamente», explica su familia, que ya no podrá «mimarla» como solía y que reconoce que «se hace muy difícil asimilar que no habrá despedida», así que solo les queda el recuerdo imborrable:«Siempre te recordaremos como una gran madre y abuela. Allí donde estés, siempre te llegará nuestro cariño, pues en nuestros corazones vives eternamente».
María Gómez Pacios (Orense, 1924)
«Has sido una guerrera toda la vida y lo seguirás siendo»
Nacida hace 95 años en Cerreda (Ourense), María Gómez Pacios 'Maruja' residió los últimos 65 en Sama de Langreo y su familia la recuerda como una «madre, abuela, bisabuela y amiga inolvidable». Una de esas mujeres de una pieza que «conservaba la lucidez, sociable y extrovertida, amante de divertirse cuando había cualquier fiesta» y que, «hasta los 92, vivió sola». Así que el mazazo ha sido «enorme» y el final, «muy injusto». Sus hijos, Justo y José, sus nietos y biznieto y demás familia quieren rendirle un último homenaje:«Esperamos que allá donde estés sigas disfrutando y teniendo esa vitalidad tan tuya. Has sido una guerrera toda la vida y no dudamos de que lo seguirás siendo. Te recordaremos como una madre extraordinaria, trabajadora y cariñosa, siempre pendiente de sus hijos y sacrificándose para que tuvieran lo mejor. Siempre nos quedarán esos cafés en el Pates Arriba».
Eduardo Novas (República Dominicana, 1991)
«Su hija no lo asimila»
Eduardo Novas, fallecido en la UCI de HUCA y la víctima más joven del COVID-19 en Asturias, deja una mujer y una niña de diez años que era «la niña de sus ojos» y que «todavía no ha asimilado que su padre ya no está». Así lo relata desde Londres Eddy, hermano de este dominicano «lleno de planes» que llegó a Asturias junto a su familia cuando era solo un niño para labrarse un futuro más próspero que ya no podrá ser: «Incluso nos habíamos comprado un terreno en Priañes para hacer algo allí». Empleado en un bar y muy apreciado tanto por sus clientes como por la comunidad dominicana en la región, «un chaval alegre y muy humilde que se hacía querer», Eduardo padecía «una dolencia pulmonar» previa, según relata su hermano, pero nada hacía presagiar este final. «Esto es una pesadilla», se lamenta.
Tomás Gallego (Zamora, 1932)
«Su trabajo era su pasión»
Enamorado de su profesión estaba Tomás Gallego, fundador de Autoescuelas Tomás (toda una institución en Gijón), cuyo hijo, Miguel, cuenta que «el trabajo era su pasión. Y, de hecho, se jubiló a los 75». Eso y «la afición a la finca, donde se pasada todas las mañanas de los domingos en compañía de su hermano, al que estaba muy unido». Tomás dejaba huella: «De hecho, todavía había gente que sacó el carné con él en los años 70 u 80 que llegaban preguntando si aún estaba».
José Luis Regadera (Oviedo, 1953)
«Los demás, por delante»
«Para mí, se ha ido un padre y un amigo. El mejor padre, marido, abuelo y amigo», intenta condensar su hijo Jorge la figura del abogado José Luis Regadera, alguien que «siempre tenía una sonrisa en la cara, siempre de buen humor»:«Era muy irónico y te sacaba una risa cada instante». Pero, además, «era detallista, generoso, siempre dándose a todo el mundo». Yasí lo han dicho también sus compañeros, que coinciden en que «llevaba la lealtad por bandera». ¿Sus pasiones?«Le gustaba mucho la naturaleza y escaparse a Mestas de Con, su pueblo. Pasear. Y el Real Oviedo, con el que sufríamos juntos y al que quería volver a ver en Primera».
Elena Figaredo (Gijón, 1953)
«Mi madre era luz»
A Madrid fue a buscarse la vida Elena Figaredo, una mujer que, para su única hija, Loreto, era más que eso. Mucho más. «Era mi amiga, mi compañera, mi confidente, mi amiga. Todo». Y allí la encontró la muerte «demasiado pronto». Deja tras de sí una dilatada carrera tras las cámaras. Trabajando en el FICXo con los más grandes. «Ella era luz». Lo único que agradece hoy Loreto, que siempre sintió el orgullo de ser su hija, es haberle dicho miles de veces «te quiero» a quien era puro amor: «Una persona que siempre tenía abierta la puerta para todo el mundo, siempre mirando por los demás». Y, en el trabajo, «una máquina». Una mujer de esas que, «pasasen los años que pasasen, se quedaba en el corazón de los que compartieron algo con ella».
José Luis García (Bustiello, 1941)
«No lo tuvo nada fácil»
Fue uno de los más brillantes pioneros de la antropología social y cultural en España. José Luis García, catedrático emérito de la Complutense falleció en Madrid.Le recuerda su colega María Cátedra, que destaca su «calidad y calidez humana» y «su enorme generosidad». Un hombre que, como recuerda su sobrino Marcos, «no lo tuvo nada fácil», porque se quedó huérfano de padre cuando entró a rescatar a varios compañeros tras un accidente en la mina Tarancón. A partir a ahí, José Luis, solo con su madre y cuatro hermanos, demostró que tenía «una mente brillante», becado de internado en internado, llegó hasta Munich para doctorarse cum laude en Filosofía y Letras y cursar luego Antropología y convertirse en «un académico honesto e íntegro», en «un amigo discreto y afectuoso». Pero, además, remarca su sobrino, «en una de esas bellísimas personas de las que nadie habla mal. Un enamorado de su trabajo y de su familia». En la imagen, el antropólogo –a la izquierda–, con sus colegas María Cátedra y James W. Fernández, autores del libro 'Los inicios de la antropología en Asturias. Tres testimonios autobiográficos' (2016).
Modesto García (León, 1922)
«Era un todoterreno»
Modesto García, decano de los curas ovetenses, «disfrutaba mucho de Los Barros de Gordón, donde lo mismo trabajaba en la huerta que construía algo», el pueblo donde había nacido como el mayor de seis hermanos y donde vivió «una infancia muy dura, porque su madre murió en el parto de su hermana y luego vino la guerra», narra su sobrino Leonardo. «Así que él fue siempre la referencia familiar, un auténtico superviviente y un todoterreno» que, con el correr del tiempo, supo convertirse también en luz para la Diócesis de Oviedo. En la imagen, a la derecha, el sacerdote, con su hermana y su sobrino.
José Luis G. Novalín (Nava, 1929)
«Disfrutaba de Tresali»
Y toda una institución en la Iglesia asturiana y testigo de excepción de varios papados, José Luis González Novalín –cuenta su primo, también José Luis– «disfrutaba mucho» de las visitas a su Tresali natal y de los paseos por Luanco, Candás o Gijón, donde vivía tras regresar de Roma este eminente teólogo, que, para José Luis, era y es su «tío Pepe», con quien compartía largas charlas y paseos. «Ya le estoy echando de menos». En la imagen, el sacerdote naveto (a la derecha), en un homenaje de la Diócesis.
Teodoro José Bragado (Villapedre, 1944)
«Gran aficionado al Sporting»
«Fue muy consciente de sus orígenes humildes. Su padre murió cuando él tenía solo once años, así que trabajó toda su vida. Tenía devoción por mi madre», detalla Marcos, uno de los dos hijos de Teodoro Bragado. «Estuvo en Correos en Gijón a la vez que estudiaba Derecho en Oviedo. Una vez que terminó la carrera, ejerció como profesor. Después, aprobó las oposiciones para el Banco Bilbao y al Exterior. Con el tiempo y esfuerzo, ascendió a director general. Era honrado y tremendamente trabajador, además de un apasionado de la pesca y un gran aficionado del Sporting».
Margarita Menes Riesgo (Faedo, Cudillero, 1929)
«Fueron sacrificio y lucha»
Y con el fallecimiento de Margarita Menes Riesgo también «se nos va un poco más de ellos, de nuestros abuelos. Ella era el vínculo que nos unía a esa generación que ha luchado como ninguna, a esa parte de nuestra historia y nuestras raíces que no debemos ni queremos olvidar», defiende su sobrina Eva. «Estigmatizados por las penurias y atrocidades de una guerra, quizás las siguientes generaciones, con vidas más acomodadas, no hemos sido capaces de entenderles, de empatizar del todo con ellos, de darles la valía y reconocimiento que merecen. Fueron «sacrificio, fortaleza y lucha».
Manuela Bustamante (Reinosa, 1928)
«Una mujer fabulosa»
Manuela Bustamante llegó a Grado en 1934, relata su sobrino, Celestino Majadas. «Allí regentó un estanco y cosía antes de trabajar en él junto a mi madre». Y, en sus ratos libres, su tía Manuela también cantaba en el coro de Grado y, después, en el de la iglesia. Otro de sus sobrinos, Roberto José Díaz, recuerda que incluso cantaban juntos cuando la visitaba en la residencia.«Era una mujer fabulosa».
Avelino Uña (Zamora, 1951)
«Fue un padre para mí»
La primera víctima de la pandemia en Asturias fue Avelino Uña, salesiano y profesor en la Fundación Masaveu. Hoy, justo hoy, 5 de abril, cumpliría 69 años. «Toda su vida y esfuerzos los ponía en el colegio. Amaba lo que hacía. Mi tío se desvivía por sus alumnos y por su familia», destaca su sobrina. «Nos quería mucho a sus cuatro sobrinos. Fue como un segundo padre para mí», relata emocionada.«De pequeños, cuando él llegaba, todo era una fiesta. Tenía una paciencia y un amor que nunca he visto en nadie. Era muy buena persona, buenísima».
Marisa Menéndez (Grado, 1950)
«La recordaré riendo»
Marisa Menéndez residía en el centro de mayores de Grado. Era hija de Luis Menéndez Rivalla, exalcalde del concejo, y tenía seis hermanos, dos de ellos fallecidos en trágicas circunstancias:«Uno falleció atropellado. El otro se desvaneció en la mesa en Nochebuena». Es el hermano pequeño, José, quien habla. De 'Marisina' no olvida «su alegría y sus ganas de vivir. Todo Grado la conocía. Era un cielo. Siempre tenía buenas palabras para todo el mundo. Divertida y dicharachera, siempre la recordaré riendo».
Antonio Sama (Grado, 1966)
«Presumía de pueblo»
Moscón hasta la médula era Antonio Sama, un hombre que «siempre presumía de pueblo:Sama de Grado», recuerda su hermana Zaira, que lo define como «una persona especial, muy sociable. Una gran persona con amigos de todas las edades» y que, «como entrenador de fútbol que fue», disfrutaba muchísimo con un buen partido. Deja una madre y a dos hermanas que solo tienen palabras de agradecimiento para el personal sanitario.
Javier de Faes (Gijón, 1959)
«Un hombre muy querido»
Javier de Faes fue director de programas del Patronato Deportivo Municipal de Gijón. Sara Moro, su sobrina, tuvo una «conexión especial» con él por su pasión con el deporte. «Fue muy querido. Siempre amó Gijón. Lo vivió mucho con su Sporting. Era un hombre serio, pero con un sentido del humor espectacular. Un padre excepcional, muy cariñoso, un marido entregado, alguien que llenaba los espacios donde se encontraba. Un tío increíble, muy querido por sus hermanos y por todos los que le conocían».
Gerardo F. Bustillo (Oviedo, 1940)
«Nos enseñó a valorar»
Gerardo Fernández Bustillo era arquitecto y un hombre enamorado de su familia. Sus hijos, Jimena, Pelayo y Bárbara, tratan de asumir la pérdida mientras recuerdan todo lo que fue: «Un hermano, un marido, un padre, un abuelo, un amigo, un arquitecto, un motero, un montañero, un melómano, un artista, un asturiano humilde, afable, valiente, sincero, divertido, soñador, generoso… y, aunque todas estas palabras le hacen justicia, no son suficientes para describir la gran persona que era y el amor que tenía por su familia y su profesión. Desde pequeños nos enseñó siempre a valorar y a apreciar las cosas por nosotros mismos, haciéndonos comprender que, ante todo, uno debe asumir sus errores sin complejos, con honradez y humildad». El Círculo de Valdediós, el primer planeamiento de Gijón o El Rinconín son algunas de sus obras.
Nuestro compromiso editorial, de acuerdo con las familias, es continuar recopilando la memoria de aquellas personas de quienes apenas hemos podido despedirnos. Todas aquellas familias que quieran sumarse pueden enviarnos su foto y sus palabras a este email digital.co@elcomercio.es y por whatsapp al número 679 480 005 dirigido a la sección 'Siempre estaréis con nosotros'.