Borja Lavandera, alcalde en Segovia y socio del Sporting: «Cada vez que voy a El Molinón se me caen las lágrimas»
Sportinguismo. A 420 kilómetros de Gijón Borja Lavandera, alcalde de Trescasas, vuelve a ser socio tras treinta años: «Más que un sentimiento, era una necesidad»
«Me separan 420 kilómetros de El Molinón, pero el corazón nunca se fue». Así anunciaba esta semana en sus redes sociales Borja Lavandera que este año «vuelvo a ser del Sporting... de carné». Y es que la pasión del alcalde de Trescasas –un municipio segoviano de 1.100 habitantes cercano a la Comunidad de Madrid– no entiende de distancias, pero sí de colores. El rojo y el blanco. Enfundado con la rojiblanca de Gaspar Campos, la misma que ilustra esta información, atiende a EL COMERCIO desde el municipio del que es alcalde desde 2015. Esta temporada volverá a ser socio del Sporting.
Este año vuelvo a ser del @RealSporting … de carnet !
— Borja Lavandera 🌹🌾 (@BorjaLavandera) August 1, 2025
Me separan 420 km de El Molinón, pero el corazón nunca se fue. Fui socio de los 3 a los 14 años. Hoy vuelvo a empujar desde la distancia. Al Sporting no se le deja, se le lleva dentro. Siempre. 🔴⚪ #PuxaSporting pic.twitter.com/yzISLFC9nl
«Soy gijonés de nacimiento, pero me tuve que venir aquí con 14 años por el trabajo de mis padres», explica Lavandera: «El Sporting se vino con nosotros». Socio desde los tres a los catorce años, este curso es una de las casi 1.000 nuevas altas referidas que ya suma el club. «Llevo sintiendo cada partido del Sporting durante todos estos años. Con más pasión si cabe, estando a 420 kilómetros». Su afición por el rojo y el blanco es conocida en la localidad. «Aquí todo el mundo me dice algo cuando ganamos, cuando perdemos o ahora que subió el Oviedo», ironiza el regidor.
«No es una decisión, es más una necesidad», justifica. «Tenía que cerrar ese vínculo, e intentar volver a casa cada quince días». No será fácil, reconoce, pero encontró el momento de hacerlo este verano: «Tengo el carné con un cariño que no te puedes ni imaginar». Tampoco es sencillo animar a un equipo desde la lejanía, en un entorno donde no abundan sus aficionados. Una situación que en su caso tampoco es obstáculo. «No es tan sencillo, pero también lo sientes con una pasión especial. Cada vez que voy a El Molinón me siento como un niño con unos zapatos nuevos, se me caen las lágrimas». Una añoranza y una lejanía que este año sentirá un poco menos. «El año pasado pude ir a tres partidos, ojalá este pueda ir a más», promete Lavandera.