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Carlos Carmona tenía 27 años, consolidado ya por su tercer año de pertenencia al Sporting de Gijón –todos compitiendo en Segunda–, cuando sus compañeros y él destrozaron todas las quinielas con un ascenso imposible y contra pronóstico. «El mayor logro que he conseguido en mi carrera», admite el ya exfutbolista, que reside desde hace unos años con su familia en Alicante, aunque no falla en su visita a Gijón «dos o tres veces» al año. «Aquello fue cumplir un sueño: ascender al Sporting, vivirlo con toda la ciudad enganchada. Tanto para muchos compañeros como para mí fue lo máximo en nuestra carrera», incide todavía emocionado.
Fue el ascenso de la generación de los 'guajes', en la que él era uno de los líderes en una temporada plagada de dificultades desde el verano por la coyuntura económica. «Me tuve que reducir el salario más de un 30% para encajar, subieron a muchos compañeros del filial… Si le digo la verdad, el objetivo no era ascender viendo cómo era el presupuesto. La plantilla que se formó, a priori, era para mantener la categoría», se sincera con la perspectiva del tiempo el que fuera capitán del Sporting.
«El club pasaba por una mala época y estuvimos cinco o seis meses sin cobrar. No pensábamos en nada, solo en el día a día», recuerda sobre la filosofía de aquel grupo.
Aquella temporada, Carmona fue uno de los 'básicos' de Abelardo. Disputó un total de 38 partidos, marcó dos goles, repartió asistencias y refinó los ataques de aquel Sporting vertical y acelerado. Uno de sus goles fue sintomático, puesto que lo celebró en la segunda jornada, en la victoria frente a la Ponferradina en El Molinón (2-1), amarrando seis puntos sobre seis posibles que hicieron a muchos rivales arquear las cejas.
«Hicimos un grupo muy bueno, una familia, y eso fue muy importante para que creyéramos en nosotros. También los resultados, claro, porque pasaban las jornadas y era todo ganar, empatar, ganar, empatar... Media inglesa», describe.
Una fiabilidad atípica e histórica en una categoría tan despiadada como la Segunda. El equipo solo perdió 2 partidos de 42. «Eso es muy raro, muy difícil de conseguir en Segunda, donde el nivel de todos es muy parejo», subraya.
«El Sporting va a cumplir nueve temporadas en Segunda y ha tenido plantillas para subir, pero, por lo que sea, no da. Es muy difícil. Por eso creo que aquel equipo, con muchos jugadores de la casa y poco presupuesto, tuvo mucho mérito», completa.
Suya fue una de las imágenes más recordadas y emocionantes en aquella tarde del 7 de junio de 2015 en el Benito Villamarín, de la que se cumplirán diez años en unos días, cuando el Sporting venció por 0-3 al Betis y se desató una maravillosa locura con el gol de Pablo Caballero, delantero del Lugo, a más de mil kilómetros de distancia. La caprichosa secuencia que registró el final del partido en Montilivi acentuó la épica de una jornada tan intensa como interminable. Abelardo y sus jugadores pasaron por todos los estados de ánimo posibles hasta el estallido final. Carmona, ya sin camiseta, no soltaba el auricular de la radio hasta cerciorarse de que, después del empate del Lugo, se había terminado el partido. Y habían ascendido.
«Fuimos a Sevilla pensando en que íbamos a jugar el 'play off' en unos días. De hecho, viajamos en avión para descansar y volver más rápido. No habíamos volado en chárter en todo el año, sino que la mayoría de los viajes eran en autocar, nueve o diez horas volviendo de noche. No llevábamos ni camisetas por si ascendíamos... Lo que se vivió en Sevilla ha sido lo más grande que me ha pasado», resalta.
«Y el día siguiente, ir en el bus por la ciudad y ver gente del Sporting por todos los lados, fue impresionante. Lo recuerdo ahora y se me ponen los pelos de punta», admite.
Puesto en la tesitura de escoger entre el ascenso de los 'guajes' y la posibilidad de haber levantado un título, Carmona lo tiene claro: «No cambiaría el ascenso por nada en el fútbol, es lo más grande que me ha pasado. Igual ganas una liga con el Madrid, pero no creo que las sensaciones fueran las que tuvimos los que vivimos eso». En ese sentido, reconoce que los dos años siguientes, en Primera, disfrutó y tocó techo. «Fue muy bonito jugar en Primera, pero es que todo lo que sucedió aquel año resulta difícil de olvidar por cómo se consiguió el ascenso», apostilla el exfutbolista mallorquín, que terminó con más de cuatrocientos partidos en el fútbol profesional y 58 goles.
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