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Un 'selfie' con vistas. Un turista se fotografía en Las Arribes Esperanza Rubio
De viaje por la Raya - Salamanca (IV)

Del Ceregumil a la morcilla de los judíos portugueses: en el lugar más despoblado de La Raya

El paisaje nos embelesa en Las Arribes, un formidable desfiladero con el Duero abajo

J. R. Alonso de la Torre

Hinojosa de Duero

Martes, 26 de agosto 2025

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Hemos salido temprano de Rionor camino del parque natural de Los Arribes del Duero. Un aviso: se llaman Los Arribes en Zamora, pero en Salamanca son Las Arribes. Para evitar discusiones, cruzamos a Portugal, donde se llama Douro Internacional, y nos detenemos en la villa fronteriza de Freixo de Espada a Cinta. El nombre del pueblo es un misterio, aunque las leyendas intentan explicarlo recurriendo a un guerrero, bien el rey D. Dinís, bien el godo Espadacinta, que, tras batallar duramente, se sentó a descansar a la sombra de un fresno o 'freixo', dejó la espada apoyada en un árbol y de ahí lo de bautizar como Freixo de Espada a Cinta el pueblo que se levantó alrededor del famoso 'freixo'.

Comemos en un restaurante muy rayano: está en Portugal, pero fue abierto en 1990 por un español de Saucelle. Se llama Cinta d'Ouro y probamos la alheira, una morcilla de origen judío que preparaban los hebreos de estas comarcas portuguesas para hacer creer a la Inquisición que tomaban cerdo cuando, en realidad, estaba rellena de carne de ave o ternera.

Los/Las Arribes son un formidable desfiladero con el Duero abajo, serpenteando. Para admirar el paisaje, subimos al mirador de Penedo Durão, donde, sentados en un banco, dejamos que la mirada se despeñe y la belleza nos supere. Después, carretera paralela al río hasta Barca d'Alva, antigua estación ferroviaria fronteriza, hoy tan abandonada como el tren de la Raya. Por aquí pasaba la sección del Sud Exprés que unía Oporto con París hasta que la línea cerró en 1986. Y un poco más al sur, por Vilar Formoso, circulaban en 1979 seis convoyes de viajeros. Hoy no circula ninguno. También ha desaparecido el Lusitania Exprés que iba de Madrid a Lisboa por Valencia de Alcántara. Hoy solo cruzan esta Raya aislada y sin comunicación entre ambos lados un automotor de juguete, que parte al atardecer de Badajoz camino de Entroncamento, y los dos trenes Celta que enlazan Vigo con Oporto.

Aquí no hay tren. Estación abandonada de Barca d'Alva. Esperanza Rubio

Enfrente de Vilar Formoso, Fuentes de Oñoro, donde cada primer sábado de mes se celebra el mercadillo más apabullante de la Raya. Estos dos pueblos vivieron una época de esplendor antes de que desaparecieran las fronteras. Cuentan que, en los años 70, la cantinera de la estación de ferrocarril de Fuentes de Oñoro estrenaba coche cada año. Se lo regalaba la empresa Viuda de Solano para agradecerle las ventas ingentes de caramelos de café con leche. El carnicero de Fuentes también triunfaba vendiendo a los portugueses pies de cerdo congelados que le traían en trailers desde Corea. Y qué decir del farmacéutico, que hacía el agosto todo el año con su producto estrella, el Ceregumil, que revitalizaba a miles de portugueses de la Beira Alta.

Estos pueblos languidecen sin la frontera y son un símbolo de la situación de la Raya: periférica, despoblada, vacía de comercio, industria y trenes. Escapamos de la melancolía retornando a la naturaleza y el sosiego, valores fundamentales rayanos. Buscamos posada junto al Duero, en la Quinta de la Concepción.

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