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Susana Pradera, con la Guía Básica del sistema Entorno Seguro, en su lugar de trabajo, en Madrid. IÑAKI MARTÍNEZ

Susana Pradera: «Los abusos sexuales a menores son solo la punta del iceberg»

Susana Pradera Responsable del Programa Entorno Seguro de la Compañía de Jesús ·

«Queda un camino largo. Nos queda mucho por hacer, mucho por ver, mucho por llorar. Pero tengo mucha esperanza»

OLGA ESTEBAN

GIJÓN.

Lunes, 16 de noviembre 2020, 01:26

«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8,32). El manual de Entorno Seguro tiene esta cita bíblica en su primera página. Un poco más adelante se pueden leer párrafos tan desgarradores como estos: «Desde que tenía quince años mantenía relaciones sexuales con un sacerdote. Esto duró trece años seguidos. Estuve embarazada tres veces, él me hizo abortar tres veces». «He sido acosado sexualmente durante mucho tiempo, más de cien veces, y este acoso sexual me ha creado traumas y recuerdos a lo largo de mi vida». «¿Qué me gustaría decir a los obispos? Que aprendan a escuchar a las personas que hablan. Yo quería que alguien me escuchara, que se supiera quién es ese hombre, ese sacerdote, y lo que hace».

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Esos párrafos, esta verdad, es la razón de Entorno Seguro, el proyecto que la Compañía de Jesús ha puesto en marcha en España no solo para hablar de lo sucedido, sino para impedir que pueda seguir sucediendo. Para hacer de sus instituciones eso, lugares seguros, lo que deberían haber sido siempre. La responsable de su coordinación en todo el país es Susana Pradera, psicóloga clínica, que desde el seno de la propia Iglesia habla sin paños calientes, sin tapujos, de todo ello.

-¿Qué es Entorno Seguro?, ¿cómo surge?

-Entorno Seguro es un sistema que surge por la situación social que se empieza a hacer visible hace unos años, no solo en España. En la Compañía empiezan a aparecer situaciones y empezamos a escuchar a las víctimas... Cuando escuchas a una víctima, eso te cambia. Ya no puedes volver al punto de antes. Ese cambio personal en algunas de las personas, la presión de los medios y todo lo que ocurría, en una institución como la Compañía de Jesús, donde la esencia es el Evangelio, hace que se empiecen a replantear cosas.

-¿Así nace el protocolo?

-Llega un momento en que la Compañía, en España, se plantea que tiene que ser algo más profundo, que no puede quedarse solo en reaccionar cuando surge una víctima. Tiene que ser algo más organizado, más ambicioso, proactivo, que vaya más allá... Que no nos centremos solo en las víctimas, su dolor y cómo repararlo, que es el centro, sino que hay que llegar antes de que eso pase, invertir en prevención. Es necesario cambiar la cultura y centrarnos más en el buen trato y el cuidado mutuo, no solo en resolver los casos que salen. En ese momento surge el sistema.

-¿Todo eso en qué se traduce?

-El sistema está basado en tres patas. La primera, la sensibilización: si no nos duele a nosotros el dolor de las víctimas no vamos a cambiar personalmente y no vamos a poder cambiar ninguna institución. Y eso solo pasa cuando escuchas a las víctimas y recoges su dolor. La concienciación de que eso existe, de cómo es, de lo que supone para las víctimas y sus entornos, porque hay víctimas secundarias. Cuando estoy receptivo y entiendo que no es algo aislado puedo pasar a la prevención, muy ligada a la formación. La última parte es la intervención, que es el centro, pero no podemos llegar ahí bien sin las otras patas. Tienes que estar preparado para ver cosas que antes no veías, que eran invisibles. Tienes que saber qué hacer tanto con la víctima como con la persona que ha cometido el abuso.

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-Vayamos por partes. Sensibilización. ¿Ha sido complicado después de tantos años de silencio e incluso ocultación, como denuncian las víctimas?

-Te encuentras, como todo en la vida, con distintos ritmos. Hay personas que lo han visto clarísimo, no lo han negado... Otras que van más despacio. Y, como en la pandemia, hay negacionistas, personas a las que les cuesta reconocer que eso pueda estar pasando o que pueda tener la incidencia que todavía tiene hoy.

Negacionistas y prevención

-¿Todavía hay negacionistas?

-No me he encontrado con ninguno, pero es un proceso de cambio que cuesta. Es hacer visible lo que era invisible y dar voz a lo que estaba silenciado. Es un proceso de años. Lo comparo con otro tema en el que he trabajado mucho: la violencia de género. Hace unos años, no tantos, se hablaba de crímenes pasionales. El cambio hasta verlo como asesinatos ha costado. Inicialmente, nos hemos centrado en el abuso sexual infantil, que es la punta del iceberg, lo que más sale, pero queremos ampliarlo a otros tipos de abusos, a personas adultas en situación de vulnerabilidad. Si no, corremos el riesgo de no fijarnos en otras situaciones, como si en violencia de género solo nos fijáramos en las asesinadas.

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-Habla de cómo cambia escuchar a una víctima. La primera vez que leí la documentación de Entorno Seguro me sorprendió cómo recogen párrafos de las declaraciones de las víctimas, sin paños calientes. ¿Cómo enfrentarse a eso?, ¿cómo se han enfrentado los responsables de la Compañía e incluso los culpables?

-Son momentos muy duros... Hay que poner el corazón ahí, escuchar, acoger, hacer tuyo el dolor de la otra persona... Luego tienes que hacer un proceso personal doloroso. Es la única vía. Y más, si ha sido alguien que ha trabajado a tu lado, codo con codo... Es como si te enteras de que tu hermano ha hecho algo horrible.

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-¿Hay culpabilidad?, ¿sentimiento de culpa por no haberlo visto, no haber estado atento o incluso por haber mirado hacia otro lado o haber silenciado?

-Es un proceso personal de cada uno y hay distintas etapas. Hay gente que entra en 'shock', y algunos sí tienen sentimientos de autorreproche. No sé si hablaría de culpabilidad, aunque seguro que hay gente que sí la siente. Pueden pensar que podrían haber hecho más... Intentamos aprovechar esta situación de dolor tan grande para, además de ayudar a la víctimas, prevenir y que no vuelva a ocurrir. Y centrarnos en el buen trato, que realmente es lo que queremos promover.

-¿Cómo es el proceso de escucha de las víctimas?, ¿quién se reúne con ellas?

-Es muy variado, cada víctima es un mundo. Llegan a la Compañía por distintos canales. Tenemos un buzón, proteccion@jesuitas.es, y los espacios de escucha por todo el territorio. Puede llegar por un colegio, por un grupo de catequesis... Tenemos en cada institución y obra un agente de Entorno Seguro, que ha recibido formación amplia y específica para saber cómo actuar.

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-El protocolo es muy exhaustivo. Indica incluso quién y cómo debe acompañar a los más pequeños al baño. Entra en un nivel de detalle...

-Sí, y es solo el principio. Estamos hablando de abuso sexual infantil, pero irá creciendo. Es que, si no es ehxaustivo, la gente está muy perdida. Cada obra e institución debe hacer un mapa de riesgos. Para prevenir hay que saber detectar todas esas cosas tan estructuradas, que eran invisibles, que se nos han pasado... Se nos ha pasado por alto a todos lo importante que era tener unas puertas con cristal para que se viera lo que ocurría dentro. Dábamos como normal que uno se llevara al niño no sé dónde... Pues no. Necesitamos ser muy exhaustivos: para definir las medidas a adoptar hay que tener muy claras las conductas que no se pueden permitir.

Figura de autoridad

-¿Había un plus de confianza de los menores con los abusadores por ser miembros de la Iglesia?

-Se trata de una figura de autoridad que además, al ser religioso, te podía dar más garantía. Es todo un proceso de cómo se van venciendo distintas barreras hasta que se llega al abuso. Cualquier persona que ha sufrido un abuso ha tenido un momento en donde le ha concedido al abusador una autoridad moral, ha sido un referente... Y pones toda tu confianza, y eso se quiebra, claro.

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-¿Y un plus de dolor por ese mismo motivo?

-Sí, claro. Te duele especialmente que sea una institución que tendría que hacer todo lo contrario, hacer vida el Evangelio, cuidar al otro, amar al prójimo como a ti mismo.

-Y llegamos a la intervención.

-Depende mucho del tipo de caso: si ha prescrito, si está vigente, si el abusador ha fallecido o no, si la víctima es menor o mayor de edad... Hay que acoger, escuchar y estudiar el tipo de respuesta. Hemos detectado que cada persona tiene necesidades distintas. Es muy duro reconocerse víctima y acudir a la institución, que además te puede generar desconfianza. Si se trata de un menor está claro el procedimiento, lo marca la ley. Si es mayor, debe denunciar él. Se abre el proceso legal y el canónico. Si el acusado es un empleado, se le suspende de empleo y sueldo. Si es religioso, también se toman medidas.

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-¿Siguen llegando a ese buzón casos antiguos?

-Ya llegan pocos, pero sí. Hay veces que es muy difícil investigar, porque, como esto no se veía, tampoco se registraba nada.

-¿Hay muchos procesos abiertos? En Asturias tenemos uno, de un religioso, en Gijón.

-Hay algunos, pero lo que más nos llega al buzón son casos intrafamiliares, denuncias del entorno de nuestros alumnos.

-¿Ya han salido a la luz todos los casos de abusos que hubo durante los años de silencio?

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-Ya me gustaría a mí saberlo... De lo que nos ha llegado, todos los casos han sido investigados o se está en ello. Pero no puedo saber las cosas que han pasado y no nos han llegado e igual nunca nos llegan. Hace unos meses, en una formación, se me acercó una chica y me dijo: «Fui abusada». La invité a escribirnos al buzón, pero nunca lo hizo. Confío en que no haya muchos más casos por conocer, que no haya pasado como en Estados Unidos, Irlanda y Chile, pero no puedo poner la mano en el fuego.

-¿Le gustaría invitar a las víctimas que aún no hayan hablado a que lo hagan?

-Siempre. No vamos a poder avanzar si no conocemos. El sistema surge porque queremos dar luz y dar voz.

-La Compañía de Jesús ha dado un paso al frente con este tema. ¿Le gustaría que cundiera el ejemplo?

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-No me gusta ir de avanzadilla. Pienso que hay que ser humilde. La Compañía de Jesús es muy potente y puede poner en marcha un mecanismo como este con más facilidad. Pero hay otras instituciones que también están ahí. Todos tenemos que colaborar, porque todos somos Iglesia. Nos lo estamos tomando con muchísima seriedad y, en un año y medio, hemos avanzado mucho pese a la pandemia, pero aún queda mucho. Queda un camino largo, mucho trabajo por hacer, mucho por llorar, mucho por ver... Lo digo con mucha esperanza. Que dentro de unos años toda la Compañía esté transformada en su esencia y que haya vuelto a lo que debería ser y es en la mayoría de los casos: el buen trato y los cuidados.

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