«El ataque fue por sorpresa, Luis no se esperaba que lo fueran a matar a machetazo limpio»
Los forenses testifican que Juan Antonio F. R. siguió acuchillando a la víctima «con mucha violencia» una vez estaba en el suelo moribunda
El acusado de matar a cuchilladas a su yerno en Mieres el 12 noviembre de 2019 aprovechó ayer su derecho a la ultima palabra ante el tribunal para pedir «perdón» a la familia de Luis Salazar «por el daño causado». Un arrepentimiento que los hermanos de la víctima rechazaron y que señalaron llega tarde, tres años después de lo ocurrido. Ha sido durante la última sesión -la cuarta- del juicio con jurado popular que se ha desarrollado en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Oviedo. Las partes elevaron a definitivas sus conclusiones iniciales manteniendo la calificación de asesinato por parte de la Fiscalía y de la acusación particular con peticiones de 22 y 25 años de prisión, respectivamente. Por su parte, la defensa rebaja la pena hasta siete por un delito de homicidio.
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Fue una jornada dura para la familia de la víctima, ya que al inicio de la sesión se presentaron las pruebas periciales de los forenses, con la exposición de detalles de las heridas causadas por el acusado, Juan Antonio F. R., con un arma «afilada y contundente, compatible con un machete». Se señaló que tendría un filo de diez centímetros como mínimo. Esta arma fue usada «con fuerza». Y es que las heridas fueron muy graves; los peritos indicaron que las dos primeras -en la muñeca, defensiva, que seccionó un hueso, y en el abdomen «muy profunda», cortando órganos y costillas- eran «mortales de necesidad». Solo con esas cuchilladas fallecería al poco tiempo. Pero el suegro de Luis Salazar siguió atacando a la víctima cuando ya se encontraba postrada en el suelo.
Fue cuando le cortó la yugular y le propinó hasta una treintena de lesiones cortantes. «Todas estas heridas las recibió estando la persona viva», añadían los forenses.
Explicaron que las heridas en las manos son compatibles con que hubiera intentado coger el cuchillo para defenderse después de un primer ataque. «Fue un enfrentamiento cara a cara en el que se aplicó una gran violencia por los cortes en el hueso de la muñeca, las costillas y en el cráneo». La causa de la muerte, indicaron, fue una suma de todas heridas, pero que habría fallecido por la pérdida de sangre. El «profundo» corte del abdomen también fue determinante.
Estas conclusiones fuero usadas por las acusaciones para destacar que el Juan Antonio F. R. actuó con alevosía. «El ataque fue sorpresivo, la víctima no se esperaba que se le iba a matar a machetazo limpio», destacaba el fiscal apuntando a que el arma la portaba previamente. Dirigiéndose a los miembros del jurado, rechazó que hubiera legítima defensa como alega el acusado. «Hubo una masacre y resulta que en la cocina estaba todo en orden», decía en referencia al informe ocular de la Policía Nacional. «No se cayó ni un plato». Hubo también ensañamiento, dijo señalando al informe forense. «Usó un machete de película y le degolló el cuello de lado a lado cortando la yugular» cuando ya había recibido heridas mortales. El ministerio público tuvo en cuenta la confesión como atenuante simple, porque no se pudo encontrar nunca el arma homicida.
Hechos y no conjeturas
La acusación particular, ejercida por Ignacio Botas, se adhirió al informe del fiscal pero rechazando la atenuante de confesión porque dijo que dificultó la investigación policial.
Aseguró que su acción estaba planeada «para solucionar un problema familiar», en referencia a la custodia que Luis había logrado del hijo que entonces tenía dos años. «Fue el ejecutor material». También reprochó la actitud del acusado durante el juicio -«creo que ha llegado a dormirse»- y que no se arrepintiera del crimen, dijo antes de que, finalmente, pidiera perdón. La defensa, ejercida por el letrado Antonio Pineda, se centró en los hechos y pidió al jurado obviara las conjeturas de las acusaciones. «No es lógico. Si estaba planeado, tuvo oportunidad de matarlo en varias ocasiones y no lo hizo», dijo asegurando que hubo una discusión previa entre ellos y un ataque frontal. No hubo ensañamiento, aseguraba, porque las cuchilladas no generaron sufrimiento a Luis Salazar «porque ya estaba muerto».
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