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Martina, entre su madre y su hermana Sofía, en el piso que la asociación Galbán ha puesto a su disposición cerca del Hospital Central de Asturias. Álex Piña
El Día Internacional de Martina
Día Internacional del Cáncer infantil

El Día Internacional de Martina

El HUCA trata una treintena de tumores pediátricos al año. Uno de ellos, el de la hija pequeña de Romina Valle y Guillermo Colunga. Su testimonio es un llamamiento a la esperanza

Viernes, 14 de febrero 2025, 06:34

Martina tiene 5 años y lleva desde junio de 2024 batallando contra una leucemia linfoblástica aguda. Con ella, su madre, Romina Valle; su padre, Guillermo Colunga; y su hermana Sofía, que afrontan «muy unidos» un diagnóstico que «nos atravesó transversalmente». Esta familia de origen argentino le pone nombre y apellidos al cáncer infantil en Asturias, coincidiendo con que hoy se celebra su Día Internacional. Esperan que su testimonio contribuya a concienciar a las instituciones sobre la importancia de la investigación científica para un mejor abordaje de la oncología pediátrica. «Es nuestra esperanza», sentencia Romina.

Anualmente, los especialistas del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) tratan una treintena de tumores infantiles, de los cuales un tercio son de tipo hematológico. Como la leucemia que le detectaron a Martina cuando sus padres la llevaron a urgencias el 19 de junio del año pasado: «La nena llevaba una temporada que no se encontraba bien. Le iban doliendo distintas partes del cuerpo; en una ocasión incluso le hinchó la boca; empezaba a no tener buen color... Al principio, los médicos asociaron estos síntomas a una enfermedad autoinmune que ella padece. Pero yo, como madre, sabía que aquello era inusual».

Esa corazonada se confirmó «desgraciadamente» tras una batería de pruebas que Martina soportó con la misma entereza y buen ánimo que ahora demuestra en su tratamiento oncológico. La pequeña fue derivada al HUCA, donde ahora se somete a sesiones de quimioterapia «durísimas». Algunas incluso requieren de la administración de anestesia, porque «le inyectan la quimio en la médula» una vez cada quince días.

«Son tratamientos de una toxicidad terrible, que generan muchos efectos secundarios y le dejan las defensas bajo mínimos. Por eso es tan importante la investigación. Para buscar la forma de que este tipo de enfermedades no sean tan letales, y para encontrar terapias menos invasivas y con menos secuelas», expone Romina Valle. El impacto de la enfermedad es tan descomunal que la familia ha trasladado temporalmente su residencia de Rioturbio (Mieres) a Oviedo para estar cerca del HUCA.

Los abuelos paternos de Martina y la asociación Galbán, que ha puesto a su disposición un piso situado a dos calles del hospital, les arropan en este trance «agotador, que no te deja dormir y que yo siento que me está quitando años de vida», explica Romina. «Esto es como una carrera de fondo, en la que no hay que darse por vencido porque, aunque la situación es muy complicada, nosotros todavía tenemos una oportunidad», incide.

Y a eso se aferran como un clavo ardiendo: «El día que nos dijeron que Martina tenía leucemia, se nos cayó el mundo encima. Lo primero que preguntamos es si se iba a morir y los médicos nos respondieron 'estamos en un 80%'. La siguiente pregunta fue '¿pero un 80% de vivir o de morir?'», rememora la madre de esta niña «fuerte» y «echada para'lante», que no ha perdido sus ganas de comerse el mundo, a pesar de la difícil situación que está pasando. Con ese 80%, los médicos se referían a las posibilidades de sobrevivir a la enfermedad, un porcentaje nada desdeñable y que tienen muy presente en las horas bajas.

El carácter de Martina ayuda mucho en este trance, porque, pese a tener sólo 5 años, «enseguida tomó conciencia de que tenía que comer sano y que iba a tener que someterse a tratamientos que duelen». No se desanimó, según su madre, ni cuando le dijeron que iba a perder el pelo, y eso que «estaba encantada con su melena larga» y «siempre se hacía peinados frente al espejo». Con la caída de los primeros mechones, «tomamos la decisión de raparla y quiso que fuese su padre quien le cortase el pelo».

Como gesto de solidaridad y cariño, Romina quiso seguir sus pasos y raparse también al cero. Pero la pequeña de los Colunga Valle la disuadió: «Me dijo, 'mami, no lo hagas, que no hace falta. Yo quiero verte bonita'». Su hermana Sofía, de 8 años, no se quedó atrás y un buen día tomó la determinación de donar parte de su melena para que a Martina se le pudiera hacer una peluca natural, símbolo de la grandeza que demuestran las familias que tienen que enfrentarse a un cáncer infantil.

Además, Martina cuenta con pañuelos oncológicos de diferentes colores, que elige cada día en función de la ropa que se pone. Hasta que no termine el tratamiento y se reponga de la quimio, no podrá volver al cole. Pero, una vez por semana, recibe clases de una profesora que colabora con la asociación Galbán. En cualquier caso, en su afán por superarse cada día, ha aprendido a leer y escribir de forma autodidacta. Su familia confía en que, el próximo junio, acabe con éxito el tratamiento que «le causa muchos vómitos y dolores articulares». Aunque nadie sabe «cómo se va a reaccionar ese cuerpito», la esperanza es el motor que empuja su día a día.

«Nosotros, desde luego, la estamos preparando para la vida», comenta Romina Valle, que hoy estará presente en el acto que se celebrará a mediodía en el HUCA con motivo del Día Internacional contra el Cáncer Infantil. Un acto al que asistirán la asociación de familias Galbán junto con otros colectivos implicados, los responsables del Hospital Universitario Central de Asturias, representantes políticos y profesionales sanitarios: «Es por los niños sanos, por los enfermos y por los que ya no están».

Alvaro Muñiz, presidente del Ateneo Jovellanos, y Araceli Gosende y Rubén Menéndez de la asociación Botón antes de la charla. J. M. Pardo

«Tres de cada cuatro supervivientes tienen secuelas de por vida»

«La supervivencia es el objetivo final. Pero no es a coste cero», dice la fisioterapeuta Araceli Gosende. Ella, junto a su marido, Rubén Menéndez, fundaron la asociación Botón, una iniciativa en la que realizan ejercicio terapéutico individualizado, adaptado y supervisado por profesionales sanitarios para menores que padecen cáncer en Asturias. Ayer explicaron su metodología de trabajo en el Ateneo Jovellanos de Gijón. Muchas veces los padres sienten miedo o inseguridad a la hora de que los menores con esta enfermedad hagan ejercicio.

«En cuanto se ve la respuesta del niño cambian de idea. Ayuda a mejorar la fatiga, por ejemplo», señala Gosende. «Los padres lo notan pronto», añade. Hace quince años «la mayor preocupación era que los niños sobrevivieran», indica Menéndez. Ahora, la cifra de supervivientes es del 85%. «Lo que no se dice es que de ese porcentaje 3 de cada 4 van a tener secuelas de por vida», destaca. «Los tratamientos repercuten. Ahora debemos centrarnos en mejorar la calidad de vida de esos menores cuando lleguen a ser adultos», apoya Gosende.

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