«Convivir con el lupus es difícil, es como si tu cuerpo se quedara sin pilas»
A Dagmar Rodríguez, vicepresidenta de la Asociación de Lúpicos, el diagnóstico le llegó «con diez años de retraso». En Asturias hay mil afectados
Lo suyo empezó con vómitos. Unos vómitos que se prolongaron a lo largo de «todo un año» y que se iban alternado con dolencias estomacales e intestinales. Luego «llegaron las anginas, que me dejaban tirada en la cama casi todos los meses», además de un trastorno de tiroides y dolores en las articulaciones y en los huesos. Cuando Dagmar Sanny Rodríguez (abogada de 47 años) creyó tener todos esos problemas de salud controlados, empezó a notar cómo «mi cuerpo se hinchaba de repente». «Una noche me desperté y tenía el cuello tan hinchado que casi no podía respirar». El vía crucis de Dagmar duró diez años, el tiempo que «tardaron en darse cuenta de que lo que realmente sufría era lupus, una enfermedad autoinmune que hace que sea tu propio cuerpo el que te ataca». En esos ataques, que ella luego supo que se llamaban brotes, «llegué a perder un ovario. Mi cuerpo lo destruyó, lo devoró», resume.
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Fue precisamente ese hecho el que disparó todas las alarmas. «Los médicos empezaron a pensar que podría tratarse de un lupus», un trastorno difícil de diagnosticar «ya que se enmascara como si fuera otra enfermedad o conjunto de enfermedades». El caso de esta vecina de Oviedo era casi de libro. En toda esa década, que se prolongó de los 30 a los 40 años, a Dagmar, vicepresidenta de la Asociación de Lúpicos de Asturias (Alas), le dio tiempo a compaginar su trabajo como abogada de empresa y adentrarse en la maternidad. «De haber sabido que tenía lupus, los médicos me habrían desaconsejado el embarazo», cuenta.
En Asturias hay cerca de un millar de enfermos como Dagmar, aunque «seguro que son muchos más ya que no hay un registro de casos». Ayer, con motivo de la celebración del día Mundial del Lupus, los ayuntamientos de Gijón y de Oviedo iluminaron sus fachadas de morado en un intento por visualizar esta extraña dolencia «que sigue siendo una gran desconocida».
A Dagmar le costó aceptar que era lúpica. «Todavía me cuesta», reconoce. Convivir con la enfermedad «es difícil, es como si tu cuerpo se fuera quedando sin pilas». Con motivo de la efeméride aprovecha para pedir a los gobiernos que «inviertan más en investigación para poder encontrar nuevos fármacos y tratamientos». El lupus es una enfermedad autoinmune que puede afectar a la piel, las articulaciones, los riñones, pulmones, sistema nervioso y linfático. Se desconoce su origen y, de momento, tampoco tiene cura. Como consecuencia de este trastorno, Dagmar perdió su empleo. «Me echaron porque me dijeron que cogía muchas bajas», cuenta. Ahora, con una incapacidad reconocida, trabaja en la Fundación Laboral de Minusválidos Santa Bárbara de Hunosa llevando un museo.
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