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El pediatra Antonio Hedrera, con Pabelinho y el pequeño Mamadjan, en la planta pediátrica del Hospital Nacional Simão Mendes de Guinea-Bisáu.
Medicina asturiana para curar y «llevar ilusión» a los niños de Guinea-Bisáu

Medicina asturiana para curar y «llevar ilusión» a los niños de Guinea-Bisáu

El pediatra Antonio Hedrera, que trabaja en el HUCA, acaba de regresar de una misión de voluntariado que, de la mano de la ONG Sopesur, le ha llevado a uno de los países más pobres del planeta: «Empezó a correrse la voz de que 'los blancos estaban pasando consulta' y cada día teníamos más gente haciendo cola para que mirásemos a sus hijos»

Viernes, 2 de mayo 2025, 20:08

El neuropediatra gijonés Antonio Hedrera viajó el 14 de abril a Guinea-Bisáu para echar una mano en el Hospital Nacional Simão Mendes. Una misión de voluntariado promovida por la ONG Sopesur en la que participaron ocho médicos y cuatro enfermeras de Valladolid, León, Barcelona y Asturias. Con ellos llevaron 24 maletas cargadas de fármacos y material sanitario y quirúrgico, incluido un ecógrafo portátil. Lo que trajeron de vuelta al mundo occidental, el pasado domingo, fue «una experiencia que siempre llevaré conmigo», además de «la satisfacción de haber contribuido a curar o al menos a mejorar significativamente la calidad de vida» de quienes fueron sus pacientes en el país africano.

Para ponernos en situación: la mitad de la población de Guinea-Bisáu vive en la extrema pobreza; su tasa de mortalidad infantil es de las más elevadas del mundo; no es posible hacerse una resonancia magnética; los goteros cuelgan de alcayatas en la pared; y en la planta pediátrica del Simão Mendes –hospital de referencia del país– pueden llegar a compartir habitación doce niños con sus respectivas familias. «Y aquí nos quejamos por estar en habitaciones dobles», desliza el doctor Hedrera, uno de los profesionales que pusieron en marcha la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos del HUCA, donde retomaba su actividad ordinaria este pasado lunes, el día del apagón. «Allí se nos iba la luz cuatro o cinco veces al día; eso sí, durante menos tiempo», comenta.

El equipo de Sopesur, del que también formó parte el anestesista del Hospital Valle del Nalón Álvaro Regueira, empezó a pasar consulta el mismo día de su llegada a la capital de Guinea-Bisáu. Por delante, tenían 46 cirugías y una lista de 80 pacientes que pronto se convertirían en más de 150. «Empezó a correrse la voz de que 'los blancos están pasando consulta' y cada día había más gente haciendo cola para que estudiásemos a sus hijos», cuenta Antonio Hedrera. Y de paso, también padres y abuelos consultaban sus propios problemas de salud.

Arriba, los profesionales que participaron en la misión de voluntariado promovida por Sopesur en Guinea-Bisáu, entre ellos Antonio Hedrera (segundo por la derecha) y Álvaro Regueira (agachado). Sobre estas líneas, Pabelinho señala el escudo del Sporting que luce en su pecho.
Imagen secundaria 1 - Arriba, los profesionales que participaron en la misión de voluntariado promovida por Sopesur en Guinea-Bisáu, entre ellos Antonio Hedrera (segundo por la derecha) y Álvaro Regueira (agachado). Sobre estas líneas, Pabelinho señala el escudo del Sporting que luce en su pecho.
Imagen secundaria 2 - Arriba, los profesionales que participaron en la misión de voluntariado promovida por Sopesur en Guinea-Bisáu, entre ellos Antonio Hedrera (segundo por la derecha) y Álvaro Regueira (agachado). Sobre estas líneas, Pabelinho señala el escudo del Sporting que luce en su pecho.

«Nos encontramos con muchas patologías infecciosas que aquí no vemos o que son muy infrecuentes, como tuberculosis extrapulmonares, casos de tracoma –trastorno ocular ocasionado por clamidia que pueda causar ceguera–, malaria...», explica. También hidrocefalias graves y malformaciones, causadas en gran parte por la falta de control prenatal o el inadecuado seguimiento de las embarazadas. O quemaduras «muy extensas», que tienen que ver con el hecho de que las familias «cocinan en fueguillos» sin ninguna protección.

Eso, aparte de la patología compartida por niños y adolescentes de todo el mundo. Aunque, en el caso de Guinea-Bisáu, sin recursos ni acceso a los tratamientos necesarios. «Vimos situaciones muy duras, incluso un peque sin brazos ni piernas», apunta el doctor Hedrera, «muy posiblemente porque allí las embarazadas siguen tomando talidomida». Fármaco utilizado para combatir las náuseas que España dejó de comercializar en 1962, precisamente, por las malformaciones y anomías detectadas en algunos bebés de la época.

Pabelinho y su polo del Sporting de Gijón

«No es sólo que Guinea-Bisáu carezca de medios sanitarios o tenga dificultades para acceder a tratamientos médicos. Es que muchas familias no pueden pagar las medicinas que les recetan», incide. Y a pesar de convivir a diario con la adversidad, en un entorno tremendamente hostil, «siempre están sonrientes; son cariñosos, amables...muy agradecidos», destaca este pediatra del HUCA, que, durante su estancia en Bisáu, también visitó un centro pediátrico de patología neurológica –su especialidad–, con el que va a seguir colaborando desde la distancia.

Pero los pediatras, cirujanos pediátricos, anestesistas y enfermeras que participaron en esta misión de voluntariado no sólo aportaron conocimientos, soluciones médicas y jornadas que a veces se prolongaban hasta la medianoche. También «quisimos llevar ilusión» a este país del África Occidental, situado a casi 5.000 kilómetros de Asturias: globos, lápices de colores, libros para dibujar y unas pegatinas con caritas sonrientes que emocionaron a Mamadjan, un niño de 6 años que llevaba ingresado desde diciembre en el Hospital Nacional Simão Mendes por una malaria que se complicó.

Compartía habitación con Pabelinho, hospitalizado desde hace meses por una anemia difícil de controlar. Un niño de 12 años con el que Antonio Hedrera también se encariñó y que solía ponerse ropa futbolera. En una ocasión, para sorpresa del pediatra gijonés, se encontró a Pabelinho vestido con un polo del Sporting, cuya procedencia «nunca llegué a saber». El chaval «se puso muy contento cuando le conté que era el escudo del equipo de mi ciudad», que ahora él sabe pronunciar.

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