
Edgar González, 'El Finu'
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Edgar González, 'El Finu'
Hay que ser 'finu' para ponerse a reparar la electrónica completa de una moto de 600 centímetros cúbicos en mitad de Sierra Leona con las herramientas justas y acertar. Afortunadamente, ese es el sobrenombre de Edgar González. Conocido en redes sociales como 'El Finu', este biólogo piloñés de 29 años dejó hace ya unos cuantos meses su trabajo en Oviedo para emprender el viaje de su vida por África, sólo con su moto y un par de maletas a cuestas cargadas con un poco de todo. Ya ha vuelto y trae consigo mucho más de lo que se llevó. 20.000 kilómetros, siete países y seis meses de viaje después, admite que ha visto de todo, lo bueno y lo malo, los dramas humanitarios más acuciantes y también la hospitalidad de comunidades enteras que lo han acogido con los brazos abiertos en algunas de sus muchas paradas durante el camino. «La gente en el desierto es muy hospitalaria, te da lo poco que tiene».
Ahora, ya en casa, preparando las oposiciones para convertirse en profesor tras recorrer Marruecos, Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea-Bisáu, Guinea Conakry y Sierra Leona a lomos de su Yamaha del 2001, reflexiona sobre un viaje que le ha cambiado la vida, pero que tiene claro que no será el único que realice. «Me sentía mal por momentos porque ves que en muchos de estos países la realidad es muy dura y parece que los blancos vamos allí a jugar; no vi hambre en los pueblos ni miseria, pero sí en las ciudades».
Se encontró con situaciones muy graves como el caso de un joven de 15 años en Sierra Leona que tenía una quemadura necrosada en la pierna producida por el tubo de escape de una motocicleta. «La gente muere de eso allí, pero tuvo la suerte de que en un hotel cercano había dos cooperantes españolas». Le estuvieron realizando curas durante quince días y lograron salvarlo. «Todos los días te encontrabas algo así: a cooperantes que no tenían material en un hospital de Guinea-Bisáu, a un chaval que había tenido un accidente de moto en la carretera... Yo llevaba muchos medicamentos y los fui repartiendo».
Narra cómo tuvo especial cuidado con la malaria después de conocer a otros viajeros que la habían padecido y cómo le explicaron de primera mano el funcionamiento del negocio de las mafias que transportan a los africanos en cayucos a Europa. «Les pagan a las mafias más dinero del que allí se necesita para montar un negocio y a veces ni embarcan; luego, muchos mueren en el mar» de camino a las Islas Canarias.
A pesar de todo, lo que halló en África fueron paisajes espectaculares mientras pasaba de país en país, de aldea en aldea, durmiendo en campings o en las casas de la gente. «Llegas, preguntas por el jefe del pueblo, que es como un concejal, te pregunta qué haces allí y cuál es tu misión. Yo siempre les decía que quería ir a África para poder ver cómo era su realidad con mis propios ojos». Y lo ha hecho, «siempre me gustó viajar, pero quería vivir una experiencia como esta con esta edad; muchos me dijeron que estaba loco por dejar el trabajo, pero luego lo entendieron». En realidad, estuvo ahorrando durante años para poder costearse el viaje.
Sobre todo, destaca el cambio cultural, aunque no en todo el continente. «Noté más cambio entre Marruecos y Mauritania que entre Cádiz y Tánger», afirma. Ha documentado toda su travesía y cada domingo sube un capítulo a su canal de YouTube. En ellos se le ve haciendo frente a todo tipo de vicisitudes durante el camino. «Se me estropeó la moto un montón de veces; hubo un momento en Senegal en que pensé que me quedaba tirado del todo», pero siempre fue saliendo al paso.
Por algo le llaman 'El Finu'.
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