Los más brillantes de la EBAU: «El sueño solo se cumple si se logra la perfección»
Brillantes. Respiran aliviados quienes tienen los mejores expedientes de la EBAU tras lograr sus objetivos
MARIO ÁLVAREZ / CLARA G. SANTOS
Martes, 21 de junio 2022, 03:59
La satisfacción que uno siente cuando logra un objetivo no solo depende de la trascendencia que tiene el mismo, sino también de la dificultad que supone conseguirlo. Son muchos los alumnos que cuando el pasado viernes se enteraron de que se acababan de publicar las notas de la EBAU, acudieron a sus móviles para ver los resultados controlando las pulsaciones. Algunos solo querían aprobar y el estudiar durante el año garantiza esa recompensa. Otros, sin embargo, necesitaban sumar casi los catorce puntos que había en juego entre la fase general y la específica. El sueño de toda una vida, la profesión que siempre repitieron a sus familiares y amigos que querían desempeñar en un futuro, se jugaban en pocos días y el umbral lo marcaban las décimas. «Es difícil, muy difícil lograr entrar en las carreras con nota de corte muy alta porque se compite con gente muy buena y hay que rozar la perfección», señala Mara Fernández, estudiante del Colegio Loyola (Oviedo) que respira aliviada con su 13,85. En su caso, le sirve para hacer Biotecnología en Madrid, ya que prefería esa opción a la de quedarse en Asturias. «Hay más bolsas de empleo y más oportunidades de seguir creciendo fuera de nuestra región, donde, por más enamorados que estemos de nuestra tierra, lo tenemos muy difícil». Una afirmación que debería instar a la reflexión.
Mara Fernández, al igual que el resto de alumnos que necesitaban más de un trece en la EBAU, ahora está tranquila, pero esa sonrisa resplandeciente, tiene cicatrices de sufrimiento. «Veía a mi alrededor a los demás divertirse, ir a fiestas, pasárselo bien, y yo tenía que estar sin salir y estudiar casi desde que me levantaba hasta que me acostaba», dice su amiga Marta Villa, con quien comparte centro y nota final. A tenor del resultado, el esfuerzo ha merecido la pena. Sin embargo esta prueba también deja juguetes rotos. Son muchos los estudiantes que se han esforzado tanto como Mara o Marta y que, por pocas décimas, no han conseguido su objetivo. Todos los alumnos ven necesario que haya un filtro, pero proponen alternativas para mejorarlo. «Siempre me exijo lo máximo y aunque para estudiar el Grado de Lengua Española y sus Literaturas solo necesito un cinco, tengo un 13,85. Sin embargo, todos conocemos a alguien que se quedó fuera por poco. Tal vez, sería mejor que cada uno se examinara de las asignaturas que necesita dominar para acceder a los estudios que quiere hacer, ya que sería una lástima que alguien quedase fuera de Medicina por un error en el análisis sintáctico», opina María Cebrián, del IES Doctor Fleming (Oviedo).
Juan Fernández que tiene un 13,65 y es alumno del IES del Piles, de Gijón, apoya la visión de Cebrián. «Con el formato actual, corremos el riesgo de que perdamos gente que sea brillante en su campo», advierte. Añade que esto no daría pie a que cada uno solo estudiara lo que le interese, «porque nadie llega a la EBAU sin haberse examinado de todas las disciplinas». Considera que aunque la idea de la prueba de acceso es positiva, tiene que mejorarse. Por ejemplo, tal y como propuso en su momento el Partido Popular con la denostada ley de José Ignacio Wert, cree que sería positivo que cada grado establezca sus propios procedimientos de ingreso. «Al fin y al cabo, cada escuela o facultad es la que mejor sabe lo que quiere de sus alumnos», sentencia.
Esa alternativa sería opuesta al modelo que defienden quienes quieren un examen único en toda España y, al menos, las diferencias no responderían a criterios territoriales. «Hay cierta contradicción en el sistema actual. Por un lado, competimos con gente de toda España para entrar en la carrera que deseamos, pero en algunas autonomías se hacen exámenes más fáciles que en otras», dice Rubén Rodríguez Rodríguez, que estudió el Bachillerato Científico en el Instituto de Secundaria de Cangas del Narcea y ha sacado la mejor nota de toda Asturias, con el fin de hacer un doble grado de Física y Matemáticas. Aunque matiza que resulta imposible medir la dificultad de una prueba con parámetros objetivos, entiende que si hubiera un examen idéntico en todo el país se zanjarían los debates sobre posibles desigualdades.
Una madurez anticipada
A Nadaya Villarino del Maristas Auseva (Oviedo) solo se le escaparon cinco centésimas entre los cuatro exámenes de la prueba general, lo que complementó con una gran fase específica. Al margen de haber conseguido su objetivo académico, cree que todo este proceso le ha servido para alcanzar una madurez anticipada, que corrobora quien la escucha. «Al final, no sirve solo con estudiar. Una nota tan alta obliga a conjugar la presión, los pensamientos negativos, a sacar lo mejor de ti el día que a uno le apetece bajarse del mundo», explica.
Y para enfrentarse a la adversidad, resulta fundamental el apoyo de los suyos. «Mi familia está pletórica. El éxito también es de ellos por haber estado allí cuando más les necesitaba», señala Lucía Sampedro Rozas del IES El Sueve (Arriondas), con un 9, 95 en la fase general.
Con la pandemia, la prueba de acceso a la universidad sufrió cambios significativos. En 2020, los cursos pasaron del tradicional formato presencial al 'online' en cuestión de días y, en muchos centros no se impartió todo el temario. Para no perjudicar a los estudiantes, se optó por un modelo más flexible en la elección de cada ejercicio. Dos años después, sigue vigente. «Al haber más opciones, es más fácil tener buena calificación y esto dispara las notas de corte», afirma Bruno Valderrey del IES Piles de Gijón, que se queda con una media de bachiller de 9,9, tras sacar un 9,75 en la fase general y un diez en sus dos exámenes de la específica. Al final, su nota total es de 13,9.
Lucía Parry del Laude Palacio de Granda (Siero), Carlota Martínez del Aceimar (Noreña), Mateo Lagar del Colegio Santa Teresa de Jesús (Oviedo), Lucía del Corro y Santiago Cabeza del Loyola (Oviedo), Miguel Canga del Colegio Santa María del Naranco (Oviedo) y Emma Alba del IES Isla de Deva (Piedras Blancas), son también el ejemplo de la excelencia.