La retirada de las mascarillas divide a los asturianos

Son las doce del mediodía. El bullicio empieza a adueñarse de las plazas mientras los mayores apuran los rayos de este sol tan atípico en Asturias. Podría parecer una estampa casi festiva si no fuese por la mascarilla, ese complemento al que todos nos hemos acabado acostumbrado.

Sanidad sitúa el fin de la sexta ola a principios de marzo, pero el Gobierno ya ha empezado a relajar las restricciones. Si ir más lejos, mañana dejará de ser obligatoria la utilización de mascarillas en exteriores.

Una decisión política que ha generado cierta controversia en las calles. Hay quienes como Elisa García consideran que «ya era hora» de colgar los tapabocas. «En algún momento se iban a tener que quitar y es mejor ir empezando ahora que hay menos contagios y la mayoría de la gente ya se ha vacunado», explica esta joven de dieciocho años que a partir del jueves seguirá llevando la mascarilla en la muñeca por si acaso.

«Hay que seguir viviendo», asegura Manuel Peláez antes de reanudar su marcha hacia el Naranco. Tras el confinamiento, para este ovetense se ha convertido en un ritual lo de salir a andar y respirar aire puro. «Veo bien que se utilice la mascarilla en aglomeraciones, pero es un sinsentido cuando vas prácticamente solo por la calle», añade.

A la avilesina Carmen Martínez le pasa como a muchos asturianos, está harta de tener que llevar puesta la mascarilla todo el día. Por eso tiene claro que a partir de mañana no se la va a volver a poner, al menos no cuando esté en la calle. «La verdad es que ya era hora de que nos la quitasen porque es malísimo ir con ella a todas horas y no creo que en la calle pase nada», indica esta avilesina de 86 años. Insiste en su argumento, «estamos respirando algo que tendría que irse fuera y los médicos ya dicen que es malo incluso para los ojos, necesitamos respirar aire fresco y solo la usaré cuando esté en interiores», defiende convencida.

En el otro lado del espectro se encuentran quienes consideran que no es momento para echarse atrás. Amalia García, de 72 años, es partidaria de aguantar con las mascarillas un poco más. Esta mujer apela al sentido común y en su caso seguirá llevándola porque «aunque estés en una terraza a veces las distancias no se pueden guardar».

También José Quiles se muestra un poco reticente con la nueva medida disposición del Ejecutivo: «Es pronto para echar campanas al vuelo porque el virus todavía sigue circulando». A este hombre de 74 años le parece indignante que mientras fue obligatorio su uso todavía hubo quienes «se lo tomaron a pitorreo» y iban por la calle sin ella tosiendo sin miramientos.

Isabel Arrojo y Tita González optan por la prudencia y, pese a que también están cansadas de llevar la mascarilla a cuestas, «igual esperamos un tiempo en quitárnosla por la calle, todavía hay algo de miedo y además es una cuestión de respeto al resto de personas», indica González. Lo que no acaba de entender su amiga es por qué nos la quitan justo ahora, «parece que hoy hay virus y mañana ya no, es una cosa muy rara y como cambian de opinión a menudo, uno ya no sabe que pensar».

La gijonesa Silvia Llorca tiene la sensación de que esta nueva medida denota una cierta arbitrariedad en la gestión. «Lo que no puede ser es que se estén confinando clases enteras porque hay positivos para después quitar todas las restricciones de golpe», apunta esta joven madre.

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