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Es una colección formidable que sobrepasa las nueve mil obras que son arte e historia de las diferentes formas en las que las entidades bancarias han ejercido como mecenas de la creación desde el siglo XIX hasta hoy. Y es una compilación que se expone en su mayor parte, unas tres mil, en las oficinas y sedes bancarias. Pero es también la del BBVA una colección que en los últimos tres años busca encontrar una mayor visibilidad, que el público disfrute de ese arte atesorado con tanto empeño.
En Gijón está ya una obra de Juan Martínez Abades, 'Los carboneros', para demostrarlo. «Es una colección de colecciones porque se va formando a lo largo de 168 años a través de fusiones de hasta 150 bancos: Bilbao, Vizcaya, Argentaria y el Banco Asturiano de Industria y Comercio..., son montones y cada uno tenía su propia colección y cada uno con criterios diversos», señala María Luisa Barrio, responsable de Patrimonio Artístico y Archivo Histórico de la entidad bancaria.
En el siglo XIX se compran obras para decorar sus grandes sedes centrales, que acostumbraban a ser patrimonio arquitectónico notable de cada lugar. Salas del consejo, grandes despachos necesitaban obras de arte para embellecerse y por esa razón se adquiría pintura y escultura. En el siglo XX se sigue comprando y a mediados del mismo se produce un cambio en el criterio y se empieza a comprar ya con mirada de coleccionista. «Entre los setenta y los ochenta los bancos son los grandes mecenas del arte contemporáneo», revela Barrio.
Más adelante, la liberalización del sistema bancario hace que se abran sucursales por toda España que requieren ser decoradas y se encargan carpetas de grabado a los grandes del momento, como Luis Gordillo o Alfonso Albacete. Llegaría después Arco y los bancos continúan su apoyo a los creadores y poniendo en valor el arte español. Todo lo sembrado conduce a esa apabullante recopilación de obras de arte: «Al final de todo esto te encuentras con una colección de 9.000 obras de arte de nivel museo», cuenta María Luisa Barrio, que explica que en realidad la cifra es mayor, aunque son de ámbito más decorativo las que no se incluyen en ella. Empieza en el siglo XV y llega hasta el hoy. Y la heteregeneidad es la única bandera que enarbola: «En el siglo XX se apoya el arte español, en el XIX se compraba más arte inglés, flamenco y holandés, que es uno de los puntos fuertes de la colección, pero hay también del siglo XVII, con Carreño Miranda o Goya, e igualmente del XIX». Es también multidisciplinar, con pintura, obra sobre papel, escultura y artes decorativas y muebles.
Hay una sobresaliente presencia asturiana, con nombres tan destacados como el ya citado Carreño Miranda o Darío de Regoyos. Con ellos, Martínez Abades, Sebastián Miranda, Orlando Pelayo, Vaquero Palacios, Antonio Suárez y contemporáneos con firmas tan conocidas como las de Hugo Fontela, Bernardo Sanjurjo, Ángel Guache o Pablo Armesto. Y en múltiples ocasiones representados por más de una obra. De Orlando Pelayo, sin ir más lejos, atesoran una quincena, dos y seis llevan la firma de Carreño Miranda y Regoyos, una decena la de Sanjurjo y Palacio y una veintena suman los Suárez. Está también representado Juan Barjola, ese extremeño con museo en Gijón, como Luis Fega, José Luis Fernández, Rogelio Gordón, Ana Alonso Lada. Otros nombres ilustrísimos son los de Paulino Vicente padre o Sebastián Pascual Tejerina.
«Nosotros llevamos tres o cuatro años estableciendo diversas vías de colaboración con diferentes comunidades autónomas y hemos recuperado la actividad realizando exposiciones con obras de la colección, se trata de poner a disposición del público obras de muy buena calidad de una manera atractiva», señala María Luisa Barrio. Son también comunes los prestamos a museos y centros de arte, así como depósitos a largo plazo. Con el Ayuntamiento de Gijón se acaba de abrir una vía de colaboración que ha permitido llevar al Museo Casa Natal de Jovellanos el citado Martínez Abades. «A cualquier museo le interesa establecer diálogo con otras instituciones y fomentar la relación público privado», concluye Barrio. Hay vocación de continuidad en este trabajo con Gijón y hay interés en colaborar con otras instituciones asturianas, como podría ser el Museo de Bellas Artes de Asturias. Se trabaja ya en nuevas vías y en permitir que los asturianos de la colección y otros nombres mayúsculos se puedan disfrutar aquí.
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