
Galería Aurora Vigil-Escalera en Gijón
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Galería Aurora Vigil-Escalera en Gijón
A la galería de arte Aurora Vigil-Escalera han llegado unos lienzos llenos de color que comparten espacio con gomas de borrar, golosinas y palomitas ... de maíz. Son las obras de Iván Quesada (Oviedo, 1975) y Mico Rabuñal (Arteixo, 1979), pintor el primero y escultor el segundo, dos artistas que se incorporaron a la galería gijonesa hace apenas dos años y que llevan desde entonces trabajando en el proyecto conjunto que ahora ve la luz.
El color es, en 'Realidad perseguida, realidad desmembrada', el protagonista indiscutible y uno de los elementos que conecta a estos creadores a priori tan dispares como complementarios. «Casi parece un juego», relata Paché Merayo en el catálogo de la exposición. Pero «el que cimienta su obra en edificar la materialidad de lo que tiene ante sí, con una lealtad tan rotunda que fascina demandando tacto, no juega», acierta a señalar. Y es que ambos artistas son maestros en hacer que lo suyo parezca fácil. Iván Quesada, con su pincelada suelta, su figuración simplificada y sus formas pretendidamente alteradas, perfecciona el retrato para luego deconstruirlo, para lanzar al espectador hacia el mensaje más primario: el de que el contenido sobrevive a la forma y la expresividad es independiente a la fidelidad de lo mostrado.
Fidelidad, sin embargo, es una palabra que describe a la perfección el trabajo de Mico Rabuñal, quien hace del mármol un elemento completamente maleable. El gallego plasma la realidad con un detalle impecable, tanto que si no alterase la escala de estos 'Sugus', las nubes de azúcar, la servilleta con un número de teléfono o la goma de borrar, sus esculturas podrían confudirse con la realidad en una especie de juego con el espectador. Porque además, la realidad que nos muestra es siempre cotidiana, con un toque nostálgico, pues algunos de los objetos inevitablemente hacen viajar hacia recuerdos de la infancia. El hiperrealismo se vuelve sugerente, se abre a la emoción, a la evocación de la memoria y a la construcción, en último lugar, de nuevos significados. En las obras de Rabuñal, el mármol ya no es mármol, sino todo lo demás.
Ambos artistas juegan, entonces, con la realidad, con su particular visión del mundo, esa que consiguen transmitir a golpe de pinceladas el primero, y cincel el segundo. Crean universos plásticos que nos hablan de dos artistas maduros, con técnicas depuradas y lenguajes que han conseguido dialogar en esta exposición como si sus realidades –pretendidamente distorisonadas, cada uno a su manera– partieran de una misma necesidad de decirle al público que hay otras formas de mirar lo que tiene alrededor.
Ambos tienen «autoridad para provocar asombro y admiración», termina señalando Merayo en el texto que introduce sus trabajos. «Pero también el poder de provocar una maravillosa y necesaria sonrisa». Hasta el 6 de mayo.
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