«Esta exposición juega con la mente y con los sentidos»
El Museo Barjola inauguró 'Dioramas. El trampantojo', una muestra de Sasha Asensio con grandes dosis de irrealidad
Cuando uno sube las escaleras del Museo Barjola y se sitúa delante de las obras que ahora llenan su primera planta, tiene la impresión de ... que, si estira el brazo, va a poder acariciar el cuello eterno de las jirafas que recorren la sabana. Esa sensación «irresistible e hipnótica» tiene lugar, gracias a la exposición 'Dioramas. El trampantojo', una muestra de Sasha Asensio, en la que las fotos esconden grandes dosis de irrealidad y otras tantas de un realismo apabullante.
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Tiene mucha enjundia esta exhibición y, por eso, hace falta empezar a explicarla por el principio, por aquel año 1822, en el que por primera vez se expusieron dioramas. Aquello fue el pistoletazo de salida a este formato que es «una versión decimonónica de la realidad virtual de hoy en día», tal y como explica el propio Asensio. Son juegos visuales en tres dimensiones y muchos tienen su hogar en el Museo de Historia Natural de Nueva York, donde hay dioramas espectaculares, hechos realidad gracias a la pintura y a la taxidermia.
A través de esas dos técnicas, se logra abrir una ventana a hábitats naturales lejanos que Asensio decidió fotografiar y descontextualizar en esta exposición. De esa manera, el visitante se encuentra con una foto de un animal absolutamente realista en un lugar tremendamente realista, pero que tiene una pátina de quietud, de ensoñación. No se sabe entonces si la instantánea está tomada en África o si es un montaje. «Las fotografías aportan una capa más a los dioramas que juega con la percepción, el espectador no sabe qué es lo que está viendo».
Resulta difícil descifrarlo porque «juega con la mente, con la percepción y con los sentidos». De hecho, el catálogo de la muestra reconoce que resulta «imposible discernir si se trata de una estampa tomada de la naturaleza o fruto del artificio». Es difícil descubrirlo porque no falta detalle, ya que, aunque el fondo sea una pintura, es sumamente realista y está acompañado de materiales extraídos de la naturaleza como ramas que hacen imposible descifrar dónde acaba la realidad y empieza la ficción.
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Le ocurre a todo el mundo: «Cuando se observa una reproducción fotográfica de un diorama, el cerebro asume que está ante una imagen real», sin embargo, cuando uno acude a Nueva York y los observa en directo, «entiende perfectamente que no está ante naturaleza viva, sino ante una recreación».
Una recreación verosímil y «para todos los públicos» que tiene un importante trasfondo, ya que implica «una reflexión sobre la percepción, la ilusión y la representación, así como la vida y la muerte». De hecho, para muchos, estos dioramas pueden resultar controvertidos, pero como ya sabe todo el mundo no se puede analizar el pasado con los ojos de hoy. Estas piezas se hicieron en su día «con fines educativos y expositivos» porque «querían mostrar a la gente el mayor número posible de animales y de especies y era el único medio que tenían».
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Además, su producción fue la razón que permitió crear el Parque Nacional de Virunga en la República Democrática del Congo, así como el Parque Nacional de Denali en Alaska, por tanto, están conectados con un deseo de preservación. «Aquellos parques se crearon para proteger a los animales de la caza furtiva y de la caza deportiva desmedida».
Conociendo ya las historias ocultas tras estas fotografías, solo queda hacer la visita al Barjola, colocarse delante de las imágenes y jugar con ellas. Toca enfrentarse a unos trampantojos que son, al mismo tiempo «escenarios teatrales y santuarios». En ellos realidad e irrealidad se confunden.
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