«Nadie trabaja tanto como nosotros»
La ganadora de tres Goyas Sylvie Imbert impartirá un curso de maquillaje para cine este fin de semana en Gijón
Dientes de oro, heridas, quemaduras, postizos, sangre, arrugas, tatuajes, ojeras... Nada se resiste a la magia de Sylvie Imbert, ganadora de tres Premios Goya a ... Mejor Maquillaje y Peluquería por la muda 'Blancanieves' de Pablo Berger, la odisea helada de Isabel Coixet en 'Nadie quiere la noche' y 'El hombre que mató a Don Quijote', de Terry Gilliam. Esta francesa -que en los ochenta llegó a Madrid para pasar un fin de semana y se quedó- ha trabajado con los grandes del séptimo arte patrio poniendo textura y color a los rostros más reconocibles del celuloide y a las ideas más descabelladas de los cineastas. A veces, con cincuenta personas bajo su mando y veinte baúles. El sábado y el domingo impartirá un curso en Gijón, en el estudio de Aída Carballo para el que aún hay plazas.
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-¿Qué hace una francesa en la junta directiva de la Academia de Cine española?
-Pues vine y me quedé con lo puesto. Me encantó España. De hecho, cuando voy a Francia, me siento casi extranjera, porque tengo la costumbre de vivir como aquí, los horarios de comer, de irme tarde a la cama... Y las ganas de hablar con la gente, porque allí hablas con la gente y parece que les molesta. Me siento más española que francesa. No lo puedo remediar (Ríe).
-¿Alguno de sus tres Goyas es el favorito?
-Cuando me dieron el primero, por 'Blancanieves', decía: «Este es mi favorito». Porque fue un trabajo maravilloso. Pero es que el segundo fue con Juliette Binoche, un icono del cine mundial, y con una película estupenda que transcurría en el Polo Norte y tuvimos que ir desmejorándola hasta dejarla fatal. Y llegó el tercero, con el genio de Terry Gilliam. Con todo lo que conlleva rodar con un genio, porque te pide lo posible y lo imposible. Y te lo pide para ya.
-¿Qué necesita un buen maquillador?
-Ser resolutivo. Cuando doy cursos, les digo que ser maquillador no es poner guapo a alguien, sino crear los personajes, que es la parte más bonita del trabajo y una cuestión de supervivencia. Tienes que solucionar las cosas sobre la marcha. Y, a veces, con lo puesto, porque estás en mitad de la nieve o del campo y no tienes una tienda de maquillaje al lado.
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-Ha dicho: «Menos tutoriales y más psicología».
-Tienes que tener muchísima. Sobre todo, con los actores. Bueno, y con los directores. Pero los actores y actrices son seres muy desprotegidos, muy vulnerables, Me dan mucha ternura y les respeto muchísimo. Y, además, tienen que saber llevar lo que tú les pones. Por ejemplo, en 'Blancanieves', yo maquillaba para blanco y negro, muy exagerado, muy contrastado. Pero ellos, en el espejo, se veían en color. Y, si yo les pongo la boca verde y un ojo morado, les cuesta.
-¿La cirugía estética es enemiga de su oficio?
-Lo que no entiendo es que, a veces, contraten a actrices o actores a los que se les notan mucho los retoques para películas de época. Alguna vez me ha tocado decir: «Esto no puede ser. No puedes tener una boca hinchada en los años treinta, en plena guerra civil».
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-¿Algún sueño pendiente?
-Me queda Almodóvar, porque he participado en películas suyas de refuerzo, pero no he firmado una cinta con él. Eso creo que me va a quedar pendiente.
-¿Por qué lo piensa?
-Porque ser mujer y estar cerca de los sesenta te perjudica y supone que no te contraten. Porque les da miedo el nombre, que te hayas vuelto tonta porque tienes tres Goyas, que seas cara...
-¿Y algún consejo para quienes quieran dedicarse a esto?
-Que, si les gusta, sigan adelante, pero que sepan que van a pasar penurias y que van a estar fuera de su casa mucho tiempo. Cuando rodamos, si la jornada dura normalmente diez horas -a veces, once-, tienes además que ir al lugar, volver... Y, si tienes una película de época entre manos, debes estar allí dos o tres horas antes para prepararlo todo. Y, cuando has terminado, tienes que desmontar la posticería, limpiarla, prepararla para el día siguiente... Nadie trabaja las horas que trabajamos nosotros por mucho que digan que los del cine vivimos muy bien.
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-Una curiosidad para terminar: ¿se maquilla a diario?
-No, no. Me echo mi crema por la mañana, pero ni siquiera me desmaquillo ni me cuido la piel como debería. Eso sí: nunca salgo de casa sin mi labio rojo. Es como parte de mí. Aunque lleve mascarilla, es cuestión de sentirme yo bien. ¿Que no me ve nadie? Me da igual, porque yo lo llevo, lo sé y me da fuerza (Ríe).
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