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Ángel Martín ingresó el 4 de junio de 2017 en el ala de psiquiatría del Hospital Puerta de Hierro: «Paciente varón de treinta y nueve años acude a urgencias expresando ideas extrañas». ENRIQUE CIDONCHA

Ángel Martín: «Estar loco resulta agotador, pero también es un regalo fascinante»

Firmará el miércoles en Cervantes su libro 'Por si las voces vuelven', en el que cuenta su ingreso en un psiquiátrico tras sufrir un brote psicótico

Viernes, 17 de junio 2022, 03:26

«Hace unos años me rompí por completo. Tanto como para que tuvieran que atarme a la cama de un hospital psiquiátrico para evitar que pudiera hacerme daño. No tengo ni idea de cuándo empezó a formarse mi locura. A lo mejor nací genéticamente predispuesto. A lo mejor fui macerando una depresión al callarme ciertas cosas por no preocupar a los demás. O a lo mejor simplemente hay cerebros que de la noche a la mañana hacen 'crec' y se acabó». Así condensa Ángel Martín (Barcelona, 1977) su «experiencia más salvaje», en la que se enfrentó a la muerte, viajó en el tiempo y el espacio, descifró los enigmas del universo, habló con sus perros de tú a tú. El brote psicótico que sufrió en 2017 y que ha hecho del cómico, guionista y presentador una persona nueva, porque ha tenido que volver a cuestionárselo todo y reconstruirse «desde cero». Un «exloco» que se ha vaciado en 'Por si las voces vuelven' (Planeta), el libro que a él le hubiese gustado leer cuando salió del psiquiátrico, medicado y destrozado. El miércoles firma en la ovetense Librería Cervantes (19 horas).

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-Lleva trece ediciones y más de 300.000 lectores. ¿Alucina?

-Está siendo abrumador. Uno, cuando escribe, tiene la esperanza de que le sirva de algo a alguien, pero ni de broma esperas que alcance esta dimensión. He recibido cientos de mensajes. Algunos, de gente que tiene una fuerza increíble por haber superado cosas muy duras y ni siquiera es consciente de que la tiene.

-Relata que, en aquella época, su vida «consistía en vaguear, beber, fumar hierba y consumir media pastilla de éxtasis de vez en cuando». ¿Hoy intuye que las drogas pudieron ser un detonante de su psicosis?

-Creo que el origen jamás lo encuentras. Y que, simplemente, el ser humano tiene un cargador y lo va llenando con balas. Las balas son seguir estando con gente con la que no te apetece estar, seguir trabajando en lugares en los que no te apetece trabajar, seguir aceptando cosas que no quieres aceptar... Vas llenando el cargador con ellas y, cuando está lleno, la pistola se dispara. A menos que sufras un evento muy trágico, pienso que es un cúmulo de cosas. Que tiene que ver con la fricción que se produce entre lo que quieres y lo que haces.

-Todo se precipitó cuando su chica, Eva, empezó a ver cosas raras (la felicitó en las redes por el estreno de 'Wonder Woman', convencido de que era la actriz protagonista) y llamó a sus padres y a un amigo, que lo llevó directo al hospital, pero hubo muchos otros que se alejaron...

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-Por eso he decidido colocar el foco en la gente que se quedó, celebrarlos y valorarlos. En cuanto a los que se marcharon, fue bonito mientras estuvimos juntos, nos divertimos mucho, pero ya está: no volváis a mi vida. Forman parte de mi pasado.

-Un pasado en el que varias voces convivían en su cabeza y en el que todo le mandaba señales: un ruido, un color o el olor a café.

-Sí. Me acuerdo de que hubo una actuación en lo que, cuando salí al escenario, pensaba que estaba en la Atlántida y que actuaba solo para mí. Creía que todo el público era yo multiplicado, como si estuviese en una película de John Malkovich.

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-Y, sin embargo, concluye su libro con una frase rotunda: «Volverme loco es lo mejor que me ha pasado».

-Sin duda. Estar loco y, después, haber tenido que poner en duda todos los pensamientos que había dado por sentados durante cuarenta años fue agotador, pero también fue un regalo fascinante. Tienes que reconstruirte desde cero, que es algo que, si no hubiese pasado por algo así, jamás hubiese hecho. Hubiese seguido viviendo por inercia, tomando decisiones sin saber muy bien por qué, rodeándome de gente que no sabía si era la que quería tener cerca... Entonces, la vida se convierte en algo muy diferente.

-De hecho, dice que es un nuevo Ángel y que el de antes «era imbécil». ¿Por qué lo piensa?

-Lo era en millones de cosas. Y creo que tiene que ver con que vivimos por inercia y no prestamos atención absolutamente a nada. Por ejemplo, de repente, soy muy consciente de que antes no sabía escuchar. Y, en el momento en el que no sabes escuchar, es muy probable que seas idiota. Si crees que escuchar consiste en estar callado mientras que el otro habla, pero tú te dedicas a pensar en lo que vas a decir cuando se calle, probablemente tienes un ego desproporcionado y creas que lo sabes todo.

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-¿Qué más ha aprendido?

-A estar en calma conmigo mismo. A priorizar. A ser egoísta en ese sentido. El problema es que la gente interpreta la palabra egoísmo como algo negativo y es un error, porque es imposible que puedas estar bien con los demás si no estás bien contigo mismo.

-Y, si hablamos de salud mental, además de ser muy crítico con los políticos y con los recursos que destinan a esta otra pandemia, también defiende que todos tenemos una responsabilidad con quienes nos rodean...

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-Es que muchas veces falla el comportamiento individual. Conozco a mucha gente que utiliza la falta de herramientas que tenemos para decir: «Es que hay que cuidar la salud mental, es que nos tienen abandonados...». Y, cuando llegan a su casa, la persona con la que están viviendo les dice que ha tenido un mal día o que se encuentra regular y contestan: «Bueno, yo también tengo mis cosas. A mí no me calientes la cabeza». Entonces, si tú como individuo no sabes gestionarlo, en mi equipo no te quiero. Aprende primero a gestionar lo que tienes en tu casa, con los tuyos, y luego ya hablamos de lo otro. Que alguien te cuente que le han detectado esquizofrenia o que tiene un trastorno de la personalidad o de la alimentación, a ti no te obliga a hacer nada: simplemente, a escucharle sin juzgarle. Porque, haciendo eso, probablemente ya estás haciendo mucho.

-¿Tiene miedo a que las voces vuelvan?

-No. He descubierto que los miedos no sirven de nada más que para malgastar energía. Vives con una lista de miedos y lo que finalmente sucede no está en tu lista. Quiero decir: ingresar en un psiquiátrico no estaba en mi lista de miedos. Así que no tiene sentido vivir pensando en lo que podría pasar. Es un gasto de energía totalmente innecesario que, además, te impide disfrutar de las cosas buenas que sí están pasando.

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