El Campoamor estrena ópera: entre cuento de hadas y el sueño americano
Excelente acogida de 'Hänsel y Gretel', la ópera de Humperdink que inauguró ayer en el teatro la 78 temporada ovetense
En pocos minutos, se pasó ayer con la ópera 'Hänsel y Gretel', representada por primera vez en el Campoamor, de la expectativa a la sorpresa, ... y de la sorpresa al entusiasmo. En esta nueva producción de la Ópera de Oviedo se dieron varias conjunciones astrales: orquesta, escena y voces, alineadas y unidas en una representación total y afortunada. Así lo exteriorizó el público, generalmente crítico de la primera función, con esta ópera con la que se inauguró la 78 temporada de Oviedo. Como es tradicional, en la parte izquierda del entresuelo hubo pateos algo más tímidos que en otras ocasiones y aplausos por el saludo en asturiano. La verdad es que ya es algo cansino.
Publicidad
'Hänsel y Gretel' aúna admirablemente la fantasía del cuento de los hermanos Grimm, despojado en la ópera de algunos rasgos más crudos, con la canción folklórica, tonalmente muy sencilla, y con una orquestación neo wagneriana, muy en la línea de Mahler, de gran complejidad.
Para el espectador, esta mezcla suaviza ciertas intensidades orquestales y, al mismo tiempo, enriquece la sencilla naturalidad de las voces. El aliento sinfónico traspasa la orquesta, en este caso una Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en estado de gracia, e inunda las voces. Para ello, resultó capital la excelente dirección de Pablo González, una de las ovaciones más prolongadas de la noche.
Su dirección fue muy plástica con tiempos muy flexibles, sonoridades exquisitas en los vientos y en las difíciles trompas y una continuidad sinfónica que reforzaba la acción dramática.
La concepción escénica de Raúl Vázquez con escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda posee una atractiva originalidad, en la que se fusionan elementos tradicionales con nuevas sugerencias e interpretaciones.
Publicidad
Si en el primer acto nos encontramos con una escena inspirada en lo que los italianos denominaron el 'arte povera', materiales pobres, sencillez y cierta oscuridad que refleja la miseria y el hambre, en el segundo acto la escena se entrelaza con el sueño americano de los años cincuenta. La película 'Revolutionary road', de Sam Mendes, basada en la novela de Richard Yates, se asocia con esa idea, muy patente en la representación, que cierra la escena en el segundo acto.
El tercer acto es una dulce y luminosa fantasía para ambientar un final feliz. Lo del estilo de vida americano es ingenioso y funciona bien en aras del desarrollo teatral.
Tal vez la escena de la cabalgata de las brujas con el 'achuchón' entre el arenero y la dama del Rocío resultó algo inapropiado para un cuento de niños. Adelaida Humperdink, que era pía y puritana, se habrá revuelto en su tumba.
Publicidad
Los pequeños cantores
En la representación destacamos la actuación del coro infantil de la Escuela de Música Divertimento, que dirige Cristina Lange. Musicalmente, los pasajes en terceras, muy bien afinados y la emisión siempre adecuada, siempre clara, aspectos destacables. A ello hay que unir el movimiento de los pequeños cantores, la actuación escénica, llevada con una naturalidad siempre encantadora.
De los protagonistas, la soprano Erika Baikoff como Gretel y la mezzo Anna Harvey como Hänsel, al mismo tiempo que la necesaria ingenuidad infantil, muestran voces hermosas, muy bien acopladas y con una emisión caudalosa que les hace brillar frente a una orquesta muy densa. La escena de la oración fue mágica.
Publicidad
Excelente, por su seguridad como cantante y como actor el barítono, Carles Pachón, en el papel de Peter, el padre de los niños. Su 'tralaralará', uno de los leitmotiv, puso el broche a algunas de las escenas.
Stéphanie Müther es una bruja expresiva como actriz y de voz poderosa, muy variada en timbres que van desde sonoridades nasales a gritos de valkiria, muy apropiados para el papel de la bruja del mazapán.
Publicidad
Teresa Fuentes, en el papel de Gertrud, representa con mucha precisión al ama de casa, cansada y malhumorada. Hace un buen papel.
Finalmente, Vilma Ramírez, que sustituyó a última hora a Ana Nebot, aquejada de faringitis, en el papel del duende de la arena, y Sofía Gutiérrez-Tobar, como hada del rocío, cantan con encanto y dulzura sus breves intervenciones.
En definitiva, una ópera encantadora que entrará con fuerza en la historia de las temporadas ovetenses.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión