La OCAS, en el corazón de Ucrania: susto por las alarmas de ataque aéreo y dos conciertos en Leópolis
La formación musical de Siero actúa en un campo de refugiados y en uno de los centros donde cocinan los voluntarios de la ONG del chef asturiano José Andrés
Tras diez días en Polonia ofreciendo diferentes conciertos de carácter solidario acompañados por varias músicas ucranianas –los varones que se les iban a unir no ... pudieron cruzar la frontera para acompañarles-, la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS) cumplió el objetivo que se había planteado este año de llegar con su programa 'Vínculos' a Ucrania. Con estas actuaciones, los músicos asturianos, encabezados por su director, Manuel Paz, buscan llegar la música a aquellos lugares donde es más necesaria. Desde campamentos de refugiados en la frontera a una sinagoga y pequeños centros culturales polacos junto a la frontera ucraniana les acogieron estos días. Pero en cualquier plaza, estación o espacio en el que haya quién les escuche, la OCAS actúa de forma gratuita. «Nuestro objetivo es principalmente la población ucraniana desplazada por la guerra», explicaba su director. A ellos les dedican todas y cada una de las actuaciones, sin olvidarse de todos los que están viviendo en España.
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Y aunque no sabrían si la situación se lo permitiría, finalmente el jueves entraron en Ucrania con sus instrumentos y con la emoción a flor de piel. El viernes ofrecían sus primeros conciertos en Leópolis, en la zona este del país. Uno, en un centro de refugiados. Otro, del que se hizo eco en sus redes el famoso chef, para los voluntarios de la ONG Central Kitchen, fundada por el asturiano José Andrés, quien se puso en contacto con ellos para felicitarles y recomendarles prudencia. «Nos dijo que nos lo tomásemos en serio, que estábamos en un país en guerra».
Y como si las adevertencias fuesen premonitorias, el susto llegó de madrugada. «A las cuatro y a las seis de la mañana sonaron las sirenas y tuvimos que bajar por dos veces a refugiarnos en el sótano del hotel», explicaba Paz, ya más tranquilo. Salvo por esos sustos, «los sacos terreros en las ventanas y los monumentos, que están protegidos, la vida sigue de forma normal», cuenta. Eso sí, a las once de la noche hay toque de queda y toca quedarse en el hotel.
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