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Don Basilio (Pablo García-López) y el conde de Almaviva (José Antonio López), con Susana (Mercedes Gancedo). Álex Piña
Ópera de Oviedo: Mozart en clave cómica

'Las bodas de Fígaro'

Ópera de Oviedo: Mozart en clave cómica

'Le nozze di Figaro' se estrena este sábado, 25 de enero, en el Teatro Campoamor con Emilio Sagi buscando la sonrisa y la emoción del público

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 24 de enero 2025, 11:41

Es juego, lío, engaño. Es diversión. Y es música mayúscula y soberbia para cantantes maduros, capaces y bien formados, que han de saber seguirle el rollo al genio e ingenio infinito de Mozart y que han de ser actores imbuidos de la mágica vis cómica que desprende el libreto de Lorenzo Daponte. 'Las bodas de Fígaro', la ópera que este sábado cierra la temporada ovetense, es uno de esos clásicos que gustan en Oviedo porque viene además de la mano de Emilio Sagi, ese otro genio e ingenio de la escena que conoce al dedillo este espectáculo, que lo dirige con brío, con entusiasmo, observando los movimientos, los gestos, las formas y maneras de cada cantante. Ellos lo saben, lo agradecen y lo aplauden; ellos esperan que comience esa fiesta española con sede en Sevilla.

Funciones

  • Sábado, 25 de enero: 19 horas

  • Martes, 28 de enero: 19.30 horas.

  • Jueves, 30 de enero: 19.30 horas.

  • Viernes, 31de enero: 19 horas.

  • Sábado, 1 de febrero: 19 horas

Le nozze di figaro

  • Música de Mozart con libreto de Lorenzo Daponte. Oviedo Filarmonía pone la música con dirección de Lucas Macías. Emilio Sagi firma la dirección de escena, con escenografía de Daniel Blanco.

El elenco

  • Primer cast. Está formado por José Antonio López, María José Moreno, Mercedes Gancedo, Pablo Ruiz, Anna Pennisi, Alexandra Urquiola, Valeriano Lanzas, Pablo García-López, David Barrera, Ruth González y Luis López. Se unen al segundo cast los intérpretes Guillem Batllori, la ovetense María Zapata, Inés Ballesteros, Abraham García, Serena Pérez y Cristian Díaz. Les acompaña el Coro Intermezzo.

José Antonio López es quien da vida al conde de Almaviva. «Estoy disfrutándolo y aprendiendo mucho», introduce el barítono, que asegura que el rol no le provoca ningún sufrimiento, «porque con Mozart no se puede sufrir», pero eso sí, exige un esfuerzo inmenso para llegar a dominar la ópera. «Hay que trabajar y estudiar muchos años para llegar a disfrutarlo». No son ni dos ni tres, pueden ser perfectamente veinte o treinta. «La dificultad de Mozart a la hora de cantar es que parece sencillo. Por eso, muchas veces al principio de las carreras se piensa que es fácil, pero no lo es, y por eso te puedes estrellar». Es claridad e inteligencia esa música y transmitir esos dos conceptos no es fácil: «El público tiene que escuchar esa claridad y esa simpleza, pero el intérprete tiene que ir a algo más profundo para conseguirlo, es muy, muy difícil», señala el cantante. Insiste, pues, en la importancia de afrontar este personaje desde la madurez y el conocimiento profundo. En su caso, tan profundo como saberse al otro lado, en Fígaro, que también ha representado en numerosas ocasiones. «Es una cosa muy curiosa haber hecho los dos personajes, porque tienes puntos de vista opuestos». Ayuda ser Fígaro a ser conde y viceversa y este conde suyo de Oviedo, tan despistado y sin saber qué acontece a su alrededor, es la cosecha de tantos años mozartianos.

Una imagen de la escenografía creada por Daniel Blanco, con buena parte del elenco. Álex Piña

Todo ocurre en una sola jornada, de modo que el lío está más que servido en la fecha de las nupcias de Susana y Fígaro. «Es el último día en que tienes que conseguir algo y el conde tiene que conseguir acostarse con Susana, y lo genial del compositor y el libretista es lograr que durante todo el día todo lo que está pasando se le oculte al conde y se le deje en evidencia delante de todo el mundo», revela el cantante.

Más inocente que malo es este conde, al que da la réplica la soprano María José Moreno, condesa de Almaviva en el primer elenco. Ella también tiene conocimiento de este personaje y del otro femenino, Susana. Dos ángulos que se complementan para componer a su Rosina: «Ella es una mujer enamorada de un marido que le pone los cuernos», anuncia la cantante, pero esa condición de víctima de los desmanes maritales no deja de ser un tanto falsa o inexacta: «Es una ópera de mujeres y al final las mujeres lo conseguimos todo», anuncia quien destaca de esta producción la alegría que derrocha. «Emilio Sagi tiene mucho sentido del humor y siempre saca la parte cómica. En esta producción la condesa no es una persona que esté sufriendo, es muy divertida».

Mercedes Gancedo (Susana) y Pablo Ruiz (Fígaro), en un momento del ensayo general de ayer en el Campoamor. Álex Piña

Con complicidad con Susana, a la que da vida Mercedes Gancedo, esta condesa vive ese juego cómico que propone Mozart e intensifica Sagi. «Trabaja mucho a los personajes, conoce la ópera como si la hubiera escrito él y eso es genial», señala la soprano, que elogia su carácter y ese detallismo que imprime a cada uno de los protagonistas. «Es importantísimo ese trabajo que él hace. La última producción que yo hice de 'Las bodas de Fígaro' era más seria, más estática, aquí todo es muy divertido porque él quiere que todos los personajes, si podemos hacer algo gracioso, lo hagamos. Como él dice, son unas 'Bodas de Fígaro' de Sevilla y tienen que ser con gracia española», revela. Esas bodas previas aludidas las cantó en Alemania, y obviamente no es lo mismo.

«Sagi tiene una visión global del espectáculo y no está pensando en nosotros, está pensando en el oyente y él sabe que ese detalle, esa indicación que nos da para el personaje, va a funcionar. Puede que a nosotros nos parezca raro porque concebimos el rol de una manera, pero confiamos plenamente en todo lo que él ve», anota José Antonio López. He aquí el quid de la cuestión, el magisterio de un director de escena que se las sabe todas –más con este título– y que conoce la manera de ayudar sin imponer. «Él te dice cómo te tienes que sentir, no da órdenes de 'pon este pie aquí'», señala la ficticia condesa.

Alexandra Urquila, como Marcellina, y Valeriano Lanchas, como el doctor Bartolo. Álex Piña

El tenor cordobés Pablo García-López apunta en idéntica dirección que sus dos colegas sobre la comicidad que Sagi busca y halla: «En la comedia es donde saca a los personajes y desde ahí te da todos esos 'tips' que necesitas, el pañuelo, las gafas... Tiene esa globalidad que a nosotros nos falta», asegura quien da vida a don Basilio.

Es puro teatro una función que tiene una gran dificultad en unos recitativos con un gran nivel de exigencia. «Cantar arias es lo más sencillo, te apoyas en la música, pero cuando hay que hablar para nosotros es más díficil, porque estamos hablando sobre música y ahí se nota si eres buen actor», señala la soprano.

Destacan además los cantantes toda la belleza visual de un espectáculo muy elegante y clásico llamado al disfrute. Sin olvidar, por supuesto, todo ese mensaje que lanza una obra que da protagonismo a un hombre corriente, como es Fígaro. «Es también una reflexión sobre el poder que tenían los nobles. Esta obra se mete con los poderosos, les da una lección: es más importante tener un buen intelecto que el poder», incide Pablo García-López. Todo el castillo, del primero al último criado, se ríe del conde y se crea así una farsa en la que triunfan el amor y la inteligencia. Solo hay otro arma tan poderosa:la risa.

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