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«¿No trae ni una botella de sidra?», pregunta con simpatía Luis Enrique (Gijón, 1970). El técnico gijonés irrumpe como un rayo y esa vitalidad que siempre trae de serie, acompañada de un físico afinado, en una de las múltiples salas que contiene el edificio para el primer equipo del impresionante Campus Paris Saint-Germain. La ciudad deportiva del PSG, inaugurada hace unos meses, se encuentra en pleno estado de ebullición a poco más de una semana de la final de la 'Champions' contra el Inter que se disputará en Múnich. Y al frente de todo, 'Lucho', que atiende en exclusiva a EL COMERCIO, con el que charla a mediodía después de dirigir en el entrenamiento a Dembélé, Vitinha, Kvaratskhelia y compañía. Un asturiano. Un gijonés. Un sportinguista empeñado en meter a 'Les Parisiens' en los libros de historia del fútbol con la conquista de su primera Liga de Campeones. El psicólogo Joaquín Valdés, su paisano, escucha con atención a menos de un metro de Luis Enrique.
–¿Siente un orgullo especial por cómo ha llegado a la final de la 'Champions' este PSG? Todo el mundo destaca al equipo por encima de los nombres.
–Si mira a cada jugador del PSG, no solo a los once, se dará cuenta de que son todos internacionales de muy alto nivel. No es que hayamos hecho magia. Lo que nos ha hecho mejor equipo es que el perfil de jugadores que teníamos en temporadas anteriores, incluso en la pasada, ha cambiado por las circunstancias y por nuestro deseo. La primera temporada fue muy buena. La segunda ha sido mejor porque los jugadores han aceptado el reto que les planteamos. ¿Cómo vamos a solucionar esto? Propusimos en ataque, esto. Y en defensa, esto otro. Pero es claramente por la calidad de los jugadores. Si no, no hay nada que hacer. Para tener el número de goles y mejorar las cifras del año pasado o lo haces de manera colectiva, a través de la calidad de los jugadores, o... No tengo una ni dos estrellas, tengo veinticuatro. Esa es la clave.
–PSG-Inter. Ustedes representan el control, el vértigo, un equipo con un sello personal. El Inter es un rival muy físico, muy resistente. ¿Se puede mantener la esencia en un partido así?
–Se debería de mantener la esencia y se mantendrá al principio. Hasta que alguien marque. Cuando pase eso, zafarrancho de combate. Hay tantísima tensión alrededor... Para nosotros va a ser nuestra segunda final de 'Champions' después de diez años. La primera fue un partido de una tensión que nunca había llegado a vivir. Esta creo que la estamos viviendo de manera mucho mejor, más diferente, más calmados, intentando transmitir. Pero es un partido que todo jugador sueña con jugar y todo entrenador, sueña con entrenar. Todo el mundo lo ve y sabe de la repercusión.
–¿Cómo ve al Inter?
–Me gusta mucho porque juega al ataque, físicamente es muy fuerte y sabe defender muy bien. Tiene muchos jugadores de calidad y creo que se puede ver un partido excepcionalmente atractivo para lo que es una final.
–¿Cómo es su vida en París?
–En cuanto a la climatología, muy parecida a Gijón. Todo verde, ya lo ve (sonríe), maravilloso, con lo cual es como si estuviéramos en la 'tierrina'. El resto, nosotros nos tomamos este proyecto como un reto personal y profesional. No solo profesional por venir a un equipo con muchos recursos y poder fichar a los jugadores que más o menos queríamos o podíamos... Miento, que queríamos, no, porque cada año hemos querido fichar unos y nunca hemos podido. Pero no solo hemos intentado venir a un país diferente, además de tener esa rivalidad España-Francia. Hemos venido para empaparnos de su lengua, aprender un idioma, generar una experiencia diferente y creo que lo estamos disfrutando.
–¿En qué momento está de su carrera deportiva?
–He cumplido 55 años. Como entrenador he tenido desde el principio el yin y el yang. Me apasiona, pero me destroza. He llegado después de más de diez años a conseguir que el destrozo sea el menor posible. Hablo de pasarlo mal. La gente solo ve el lado positivo, pero es una profesión difícil, la verdad. Ahora mismo estoy, diría, en mi momento 'top' como entrenador en cuanto a confianza, a conocer los diferentes aspectos que hay a la hora de gestionar todo... El paso por la Selección Española me ayudó mucho a saber gestionar para poder fichar. Era casi más un trabajo de director deportivo durante todo el año y de entrenador cuando teníamos las fechas de la Selección. Aquí, en el equipo, es todo más intenso.
–Mucha gente en Asturias está pendiente del PSG. ¿Siente un orgullo especial?
–¡Claro que sí! Siempre que vas a cualquier sitio y más, nosotros dos, que somos de Gijón (Luis Enrique) y de Oviedo (Joaquín Valdés), tener el cariño de nuestra gente es lo mejor. En mi caso, a los 20 años ya me fui de Gijón y he vivido 34 fuera de la 'tierrina'. Pero somos embajadores puros y duros. No hay mucha gente que pueda hablar mejor de nuestra tierra que nosotros. Intentamos disfrutar de ella cuando coincide, que es muy pocas veces, pero hacemos patria cada día de nuestra vida. Creo que no hay persona en París que no sepa que somos asturianos.
–¿Qué supone en su carrera Joaquín Valdés?
–No lo conocía antes de empezar a entrenar. La primera vez que cogí un equipo fue el Barcelona B, el primer equipo que confió en mí como entrenador fue el Barça... Y eso es algo para cuando me dicen: «¿Y por qué no...?».
–Por qué no fue el Sporting...
–Hay que tener confianza. Para que la planta crezca, hay que echarle agua y la semilla (sonríe). El Barça me dio la confianza de entrenar en el Barça B y accedió a que yo trajera la figura de un psicólogo. No conocía a Joaquín, pero me lo recomendaron. Lo entrevistamos varias personas y no tuvo nada que ver que fuera asturiano. Es más, es de Oviedo (risas). Y Gijón y Oviedo ya sabe el cachondeo que llevamos. Para mí siempre ha sido muy importante. Él entró primero como psicólogo de los jugadores, pero nos dimos cuenta... Si algún jugador lo necesita, está Joaquín, aunque debe pedirlo (el propio jugador), pero Joaquín es el psicólogo del staff. Para mí es una figura increíble. El único que continúa conmigo desde el primer día.
–¿Por qué?
–Ha habido muchas personas que han venido, que han estado, pero soy un continuo buscador de nuevos estímulos, circunstancias. Lo que hoy lleva al éxito pienso que mañana no lo va a hacer, con lo cual intento salir de mi zona de confort. Intento sacar a las personas que están a mi alrededor de esa zona de confort. Con Joaquín llevo unos 16 años, una locura, y cuando aguanta es porque tiene la mentalidad adecuada (sonríe). Hemos ido evolucionando y mejorando con el afán continuo de dar al equipo cada vez más. Si sigue aquí es la mejor señal de que su trabajo es muy apreciable para mí.
–Siempre ha sido fiel a sus principios, transparente y nunca ha tenido dobleces. ¿Ha sido clave para que esté hoy donde está?
–Ya tengo una edad en la que puedo empezar a analizar. Desde jugador, con 19 años, hasta los 55, he estado en la élite del fútbol como jugador y entrenador. Y antes, cuando estaba en La Braña o en el Sporting, tuve que tomar decisiones muy importantes para lo que era mi vida. Y no era ni famoso ni importante, sino una persona normal y corriente, como lo he sido siempre y como lo sigo siendo. Las decisiones que he ido tomando las analizo y pienso, ostras, aquí están los genes de mi padre y de mi madre, que son del occidente de Asturias, de la zona de Soirana y de Sapinas, al lado de Luarca. Esa genética es la que me ha transmitido los valores de mis padres para afrontar la adversidad. Al final he ido respondiendo a esos valores con mi estilo acertada o equivocadamente. Me he equivocado muchas veces, no me considero en posesión de la verdad absoluta, pero he intentado ser fiel a lo que soy, a los valores de mi familia. No solo puedo estar contento, sino que no cambiaría nada de lo que he hecho. Todos los errores forman parte del aprendizaje.
–¿Todavía hoy se acuerda de Pumarín, de Gijón?
–Mire, con Manfredo (Álvarez, periodista de la 'Cadena Ser' de Gijón) hablé hace diez o quince días. Le dije: «¿Qué quies? Soy de Pumarín». Calle Prolongación de Guipúzcoa, número 14, 5 derecha. Para mí es muy importante. Los que vivimos fuera lo hacemos, no porque nos obliguen, sino porque queremos y porque nuestro trabajo nos indica que debemos estar fuera. Pero mis orígenes lo son todo para mí. Me siento muy orgulloso de dónde he salido, de las personas que formaron parte de mi vida y gijonudo hasta la muerte, y allí me enterrarán. Al final volveré a casa.
–¿Cómo fue su primera experiencia en El Molinón?
–Al principio no iba porque no teníamos pasta en casa. Pude ir cuando tenía la credencial del Sporting y era jugador. Cuando ya me echaron del Sporting en categorías inferiores, iba con La Braña, con el pase que le daban del Sporting a La Braña. No recuerdo la puerta, pero entrábamos todos juntos. Para mí entrar a El Molinón era... Nunca olvidaré el primer día que vi el césped en un Sporting-Cádiz. Entré por el vomitorio, subí, vi aquello tan verde... Me maravilló. Increíble. Jamás me habría podido imaginar que iba a jugar allí.
–¿Mantiene vivo su deseo de entrenar algún día al Sporting?
–En su momento pensaba que iba a ser más factible. No lo descarto. Pero lo veo muy difícil porque ser profeta en tu tierra es complicado. Si 'El Pitu' fue silbado en El Molinón, si voy yo... 'El Pitu' tiene una trayectoria sportinguista como jugador y como entrenador a un altísimo nivel. Yo solo estuve un año y medio. Soy sportinguista a muerte desde siempre, sigo siendo socio, pero lo veo difícil. Me dolería mucho que me silbaran en El Molinón... No sé si voy a cumplir con ese objetivo, pero no lo descarto. Y eso es mucho conociéndome (sonríe). Y que esté en Segunda, a mí me da igual. No voy a entrenar a un equipo porque esté en una categoría o en otra. Iría porque considero que tengo opciones de mejorarlo y hacer algo, pero a la vez el riesgo es tan alto... Ahora paseo por Gijón y es un placer. Me siento muy querido, mucho más de lo que me merezco. Seguro que lo merece mucho más 'El Pitu'. Pero 'El Pitu' vive en Gijón y yo como estoy fuera, hace como más gracia. Es un riesgo que no sé si voy a asumir.
–¿Le preocupa el futuro del Sporting?
–Mantengo la conexión, pero evidentemente no puedo ver todos los partidos del Sporting porque no me da tiempo. Claro que me preocupa, pero es evidente que ser jugador del Sporting y El Molinón... Es un escenario totalmente especial e histórico. Ayuda cuando las cosas van bien y también aprieta y hace sentir esa presión, que yo siento cuando veo los partidos y las cosas no van muy bien. Eso es muy complicado. La 'Mareona' y el Sporting es algo muy especial para mí.
–Después del verano, el Sporting enlazará su novena temporada consecutiva en Segunda División...
–Y es lo que tiene estar en Segunda División tantos años que, a la mínima que hay complicaciones, es difícil de gestionar. Pero el Sporting será para mí un equipo único ya esté en Primera, en Segunda o esté donde esté. Es evidente que su sitio es Primera, pero si miramos la Segunda hay clubes históricos que les cuesta mucho salir de ahí. Por algo será.
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