Asturias perderá el movimiento de cinco millones de toneladas de carbón con el cierre de térmicas

La transición energética impulsada por la Unión Europea, pero también auspiciada por el Gobierno español, afectará en gran medida a Asturias, una región que tradicionalmente ha estado ligada a la minería y a la generación eléctrica a través del carbón. Sin embargo, no solo será el sector energético el que se vea alterado por medidas que pretenden mitigar el cambio climático. También lo será el sector del transporte, especialmente el de mercancías. Sin ir más lejos, se estima que el movimiento de carbones que dejarán de moverse cada año en la región «va a ser superior a los cinco millones de toneladas».

Así se desprende del documento de la Comisión Mixta para Evaluar el Impacto de la Transición Energética en Asturias, de la que forman parte tanto el Principado como los agentes económicos y sociales de la región y que se presentó este mes.

En el texto se recogen las particularidades de la región y, especialmente, la conexión que existe entre el transporte de mercancías y la industria asturiana. Así, se apunta al importante componente industrial del sector, ya que gran parte de su actividad se debe al movimiento de materias primas o de bienes producidos por esas compañías de la región.

La transformación del mix energético trae consigo, por tanto, una pérdida de negocio clave. Según figura en el documento, Asturias tiene el 25% de la potencia instalada en centrales térmicas de carbón. En El Musel entran anualmente 2,5 millones de toneladas de este combustible fósil al año y salen 250.000 camiones cargados con destino a estas centrales.

Así, «a corto plazo sufrirá un fuerte impacto», causado por los cierres de las térmicas asturianas y también las que quedaban en el norte de León y de Palencia, cuyo combustible entraba por El Musel y era transportado en camión a las centrales.

Asimismo, el descenso de la quema del carbón, derivado de la disminución de generación de las centrales, ha reducido ya el tráfico de este mineral «casi a la mitad» en el puerto de Gijón.

Por tanto, los cierres de las térmicas tendrán un «efecto en cadena» sobre el sector del transporte, que no solo afectará a las empresas y municipios con actividad energética «sino a los municipios y actividad económica donde se ubican los nodos fundamentales del transporte de mercancías y bienes como son los puertos».

Aunque el informe estima que debido al cierre de las térmicas asturianas habrá una reducción de potencia que no se verá compensada con otras tecnologías de generación eléctrica, la comisión cree que la reducción de movimiento de carbones sí que podrá compensarse en cierta medida con la entrada en funcionamiento de centrales de biomasa «que también necesitan de su transporte por carretera».

Así, en un escenario en el que la potencia instalada en centrales de biomasa fuera «muy alta» cabría la posibilidad de que algunas grandes instalaciones tengan que verse obligadas a importar biomas . Para que esas compras entren en la región, la comisión propone que se utilice la terminal de graneles sólidos del puerto de El Musel donde en los últimos años, hasta 2017, se movieron una media de 9 millones de toneladas anuales de carbón, destinado tanto a uso eléctrico como siderúrgico.

La comisión reconoce que en la situación en la que no se sustituya la actividad minera y energética en similares niveles de intensividad, habrá una caída importante del negocio para las empresas del transporte, con «posibles pérdidas» de empleos. En 2017 los camioneros que suministraban carbón a las térmicas eran 350.

Los firmantes del documento advierten también de que la generación de puestos de trabajo en sectores industriales emergentes se dará «en el medio y largo plazo», mientras que las perdidas se darán a corto plazo, «especialmente en el transporte de mercancías, el más expuesto a este proceso».