Historias dulces en el corazón de Oviedo
Medio centenar de ponentes e invitados a FéminAs recorren el centro de la capital de Asturias empezando por la centenaria confitería Camilo de Blas
Resumir 110 años de historia en un ratito no es sencillo, pero es lo que consiguió José Juan de Blas para compartir con los participantes de FéminAs las particularidades del negocio que Camilo de Blas abrió para que trabajara su hijo en Oviedo en 1914. Le tocó a la cuarta generación y actual responsable compartirlo y poner el toque dulce a la jornada inaugural del congreso.
La confitería, que recibió la Caldereta de don Calixto a la Trayectoria que entrega el suplemento gastronómico YANTAR en verano, sorprendió al medio centenar de participantes primero por su encanto, y luego por su producto. Con muchas de sus elaboraciones, pero sobre todo con el carbayón, su mayor emblema. Se da la circunstancia de que este icónico pastel, que ha creado escuela en la región, justo cumple cien años. Se creó para acudir a la primera Feria Internacional de Muestras de Asturias, celebrada en Gijón en 1924, y desde ahí pasó a convertirse en referente de la repostería tradicional asturiana.
José Juan de Blas contó la historia en la tienda y luego descubrió a los presentes la escuela, el proyecto educativo que tienen en la trastienda de la calle Jovellanos. Ahí compartió algunos de los trucos de su popular pastel, hecho a base de hojaldre cubierta de una crema artesana de almendra marcona. Para acabar, se baña en una capa de yema y azúcar, que le aporta el aspecto brillante y el sabor crujiente.
Tras esta visita, la comitiva recorrió el centro de la capital del Principado y de la Gastronomía 2024. Y no solo cuestiones únicamente vinculadas con la cocina. Se acercaron al Mercado de El Fontán, sí, pero también a la Catedral, el Ayuntamiento y la Iglesia de San Isidoro. Descubrieron algunas de las más de 100 estatuas y cómo un incendio devastó lo que hoy es el centro en el año 1521. Lo que les quedó pendiente, pero tomaron nota, además de visitar Gascona y perderse en los restaurantes de la capital, es recorrer el Camino Primitivo como hizo Alfonso II en su día. Son 321 kilómetros con los que hacer la digestión.