Sidrería Nosty

Un chigre honrado a carta cabal, en esta segunda y moderna calle Corrida que fuera arenal playero, y desde su centenaria urbanización barrio comercial y veraniego. En este curso estival que finalizamos, con turismo de multitudes descubriendo cómo el clima se suma al resto de condiciones únicas de nuestro Paraíso, vive el Nosty un trasiego continuo de fabadas, potes, arroces y paellas, vieras brillantes de ajo y oliva, chipirones y pulpos fritos o en salsa, pescados diarios sobre panaderas, cortes de vacuno y gochín, cachopos, un menú del día muy convincente, abundante y bienpreciado. Y un servicio amable y rápido, incluso cuando el pasado agosto cambiaba los encantos del Gijón tranquilo y provinciano, por una especie de Manhattan en hora punta.

La protegida terraza, ahora que constituyen casi una necesidad física, mira de esquina al mar, y alrededor, el paso de comensales y aperitivistas buscando plaza entretiene y vitaliza, que la marcha proporciona marcha, mientras el matrimonio propietario se desvela por sus diarias sigladuras en pro de la satisfacción del cliente.

Veteranía tienen. Comenzaron bajo la iniciativa de María Ester, madre de Juan Carlos, que aporta el poleso apellido nominador del establecimiento. Antes habían abierto el Bar Azul, en la otra punta de la calle, con el fin de asegurar el trabajo familiar. Luego añadieron una frutería y, aprovechando las oportunidades del cambio de siglo, alquilaron furgonetas y camiones de obra, y una pulpería en La Calzada. Pero al final prefirieron poco y juntos: los viajes abundaban, las horas no coincidían, y antes de la crisis del ladrillo acertaron doblemente adquiriendo el bajo donde tapas y escanciados, tertulias a pie de barra y comidas o cena a gusto variado, repiten diariamente su ritual.

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