40 años al galope en La Arena
José Buznego, socio número 1 del Chas, logró en las últimas cuatro décadas que su local sea parada y fonda de la hípica internacional
CHELO TUYA
Domingo, 20 de julio 2014, 01:39
Ver un deportivo Audi azulón aparcado en doble fila en la calle Manso y escuchar rezongar al fotógrafo, todo uno: «Ya te dije que estaba aquí. ¡Si viene siempre!» Hacer guardia periodística cuando la Infanta Elena competía en Las Mestas tenía, además del propio recinto deportivo, tres puntos de acierto seguro: el Parador Molino Viejo, donde se alojaba; el restaurante La Pondala, donde comía, y el bar Los Potros, donde disfrutaba de la noche gijonesa junto a sus compañeros.
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Allí, mientras su equipo de seguridad hacía guardia poco discreta a la puerta, la infanta, todavía soltera, no era ni la hija del Rey ni la hermana del Príncipe, era la amazona Elena, que se relajaba tras la competición. Y como ella, Cayetano Martínez de Irujo, Luis Astolfi, la princesa Haya de Jordania... Todos.
Porque José Buznego ha conseguido que, en las últimas cuatro décadas, su establecimiento haya sido parada y fonda de la hípica mundial. Socio número 1 del Club Hípico Astur, amante de la hípica, propietario de Parsifal, que hoy monta el jinete Álvaro Díaz, ha estado cuarenta años a caballo entre su pasión deportiva y su vocación profesional. Tal día como ayer, pero de 1974 abrió en La Arena el bar Los Potros, que hoy regenta su hijo Agustín Suárez.
«Estoy solo al frente, pero la familia sigue siendo un equipo». Porque aunque su padre se resiste a jubilarse, «ya le toca», y su madre, Luci, y su hermana, Lucita, «colaboran, pero no están en plantilla». Es él quien, salvo los lunes, pone de vermú las compuestas que hizo famosas su padre, sirve los cafés que entretienen la sobremesa de los clientes «de toda la vida» y las copas de moda: «Tenemos los gin tonics que ahora pide todo el mundo, pero también mojitos y daikiris».
Pese a lo granado de su clientela, Agustín asegura que «porque vengan jinetes no somos un bar de pijos. Nuestra copa más cara cuesta siete euros». De hecho, ayer la fiesta de aniversario, por todo lo alto, fue para los clientes «de siempre, los que vienen todos los días. Aunque algunos lo hagan menos, porque la crisis es muy dura, hoy todos están invitados a brindar con champán. Y tendrán un regalo».
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«Hay que ser discretos»
Agustín insiste en que «no somos nada especial. Una familia de trabajadores que lleva toda la vida currando». Su padre comenzó como encargado del Imperial, en la calle Corrida, y pronto saltó como propietario al Nagasaki, en El Natahoyo. «Allí estuvo muchos años, hasta que, hace hoy cuarenta años, se vino a La Arena y abrió Los Potros».
Las fotografías que adornan las paredes son una prueba evidente del éxito del local. Sin embargo, las fotos son lo único que evidencian el paso de famosos por Los Potros. Buznego, no suelta prenda. Agustín, menos. «Hay que ser discretos. Lo que pasa en el bar, en el bar se queda». Quizá por eso vuelven todos.
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