Familia numerosa. Irene Llana, de 45 años, y Pedro Díaz, con los gemelos Sergio y Álvaro y su hija mayor, Ainara. CAROLINA SANTOS

«No creo que mis hijos me miren y me vean mayor»

Maternidad. ·

Mujeres que dieron a luz con más de 40 años reniegan del calificativo de madres 'añosas' y defienden que la madurez «tiene un punto positivo»

LAURA MAYORDOMO

Domingo, 16 de mayo 2021, 03:13

En poco o en nada se parecen las familias de Lorena Rodríguez e Irene Llana. Monoparental y con una única hija la primera. Numerosa la ... de la segunda. Pero estas dos gijonesas comparten característica: haber sido madres superados los 40. Como ocurre en la inmensa mayoría de los casos de maternidades a esa edad, ambas lo fueron tras someterse a técnicas de reproducción asistida. En su caso, en la clínica Cefiva. La edad media de las mujeres que dieron a luz en el Hospital de Cabueñes se situó el año pasado en los 34 años y, según explicó el jefe de ginecología, Ángel Martínez, en una reciente entrevista en EL COMERCIO, «no es raro encontrar gente mayor de 45» en el paritorio. La estimación es que «todos los meses tenemos dos o tres». 52 años tenía la mujer de mayor edad que alumbró a su bebé el año pasado en Cabueñes.

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Se las llama madres 'añosas'. Un calificativo que a Irene Llana le espantó cuando lo escuchó en una consulta referido a ella misma. Fue hace cinco años. Tenía entonces 40 y estaba embarazada de su primera hija. «Me quedó grabado. Me hicieron sentir mayor al decirme eso, pero luego miras alrededor y ves que hay gente teniendo su primer hijo a los 45 años y te das cuenta de que tampoco es algo tan excepcional».

A los 43

Lo sabe bien Lorena Rodríguez, que fue madre en 2017, a los 43. En su grupo de amigas hay alguna, con algún año más que ella, que ya es abuela, pero también «una que va a dar a luz esta semana» con la misma edad con la que ella tuvo a Inés. «Me costó mucho, pero mereció la pena. Yo se lo recomendaría a todo el mundo», dice orgullosa al hablar de su pequeña. Porque Lorena invirtió buena parte de sus ahorros y cerca de cuatro años en lograr el embarazo por fecundación in vitro. Tan clara tenía la maternidad que llegó un punto de su vida, frisando los 40, en que decidió poner «punto y final» a su trabajo como comercial de productos de farmacia que implicaba viajes constantes cada semana para centrarse en el tratamiento de fertilidad que le llevaría a conseguir su objetivo. Ahora trabaja como teleoperadora y puede ajustar sus horarios para ocuparse de la niña.

«Salvo los dos primeros meses, que tuve que guardar reposo, tuve un embarazo muy bueno. Solo te diré que con ocho meses estaba bailando con la charanga a la que pertenezco en las fiestas de Cimavilla», recuerda.

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«A por otra niña»

A Irene Llana, que siempre quiso ser madre, le hubiera gustado tener «cinco hijos» y a una edad más temprana, sin importarle tener o no una pareja a su lado. Pero «las circunstancias de la vida», los estudios, el trabajo, el querer alcanzar cierta estabilidad y un entorno propicio para formar una familia lo fueron retrasando. Después conoció al que hoy es el padre de sus hijos y «cuando nos pusimos, yo ya tenía 38 años», echa cuentas.

«A mi edad, yo no contaba ya con ver cumplido mi sueño de tener familia numerosa». Lo consiguió. No con cinco niños, pero sí con tres porque, después de Ainara, se decidieron a «ir a por otra niña» y llegaron los gemelos Sergio y Álvaro, que tienen ya dos años. Y aunque desde que nacieron sus hijos no ha tenido un minuto para ella, «tendría más», confiesa. «Pero pienso en cuatro y me parece imposible porque la conciliación, en este país, es muy difícil. La baja de maternidad es ridícula. Se ha luchado mucho por ampliar el permiso de paternidad y me parece muy bien, pero es que la baja de la mujer no llega al mínimo de lo que recomienda la OMS para la propia salud de la madre. Es básico disponer del primer año de vida del bebé. Eso, como mínimo», reivindica esta trabajadora de banca.

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Si ha de encontrar algo negativo a la maternidad superados los 40 sería que «echo en falta la vitalidad que podría tener con treinta y pico», pero a cambio juega a su favor la madurez, «que es un punto muy positivo», afirma. «Noto la edad, pero no creo que mis hijos me miren y me vean como a una persona mayor». Aunque es consciente de que «probablemente cuando me jubile no tendré nietos todavía» y no oculta que uno de sus principales temores es «que yo me ponga malita y tengan que encargarse de mí antes de tener su vida hecha».

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