La desgracia de 'Luisín' que le persiguió incluso tras su muerte
Una pista. La manta en la que los hermanos del paralítico cerebral lo envolvieron para tirarlo en Somiedo ya llevó a la Guardia Civil a poner el foco en Gijón
La manta con la que supuestamente los hermanos de 'Luisín' envolvieron su cadáver cuando falleció y lo arrojaron a 140 kilómetros de su casa, en pleno parque natural de Somiedo, ya había hecho que los investigadores de la Guardia Civil pusieran a Gijón en su radar. Comprobaron que había sido comprada en una conocida superficie comercial que solo vendía esas mantas en Gijón y en Burgos. Tiraron del hilo, pero el hecho de que no figurase ninguna denuncia por desaparición y de que fuera de su círculo más cercano el hombre no existiese, llevaron a los agentes a una vía sin salida. Tampoco sus datos estaban en las bases de datos policiales. 'Luisín' por no poder, no podía ni cometer un delito ni aunque quisiera.
De aquella, principios de 2015, sus dos hermanos, Enrique y Enriqueta, ahora en prisión por no presentar al minusválido ante la jueza durante años y cobrar los 3.000 euros mensuales de pensión, tenían su custodia. Acabaron confesando ante la jueza que el hermano discapacitado al que la Justicia y el Principado buscaban «era el hombre de Somiedo que salía en EL COMERCIO» y que cuando murió por causas naturales en casa, llamaron al tanatorio para enterrarle «pero era muy caro y no tenían dinero». Por ese motivo, decidieron deshacerse de su cadáver, llevarlo a un monte apartado (no tenían vinculación alguna con Somiedo pero les parecía un lugar lo bastante inaccesible como hacerle desaparecer) y hacer como que su hermano seguía vivo. Su primer problema llegó cuando unos excursionistas localizaron el cadáver, al que algún animal había arrastrado de la manta y le había comido parte de una pierna. Ahí se puso en marcha la investigación policial, a la que luego se sumaría la que paralelamente se inició en el juzgado de Primera Instancia número 3 de Gijón para evaluar el grado de dependencia de 'Luisín'. Nunca atendieron los requerimientos y nunca personaron a su hermano ante los forenses. Al cadáver sin nombre en Somiedo lo enterraron en una tumba en el suelo, sin lápida, sin identidad. Lo que sí se pudo certificar es que la muerte no había sido homicida. Había fallecido a los 55 años debido a la grave enfermedad que le había acompañado toda su vida.
Los resultados de ADN se prevé que estén esta misma semana. Será cuando se confirme el parentesco de los dos hermanos con el cadáver, aunque las características físicas del cuerpo hallado y las que aparecen reflejadas en los informes médicos y de los Servicios Sociales realizados cuando los padres de Luis vivían dejan ya poco lugar a las dudas. Medía aproximadamente 1,40 metros de estatura y pesaba poco más de 30 kilos. Había nacido con una severa parálisis cerebral que lo hizo dependiente durante toda su vida. Se comunicaba con sonidos guturales, comía con sonda y no podía caminar, tampoco oír y apenas veía debido a unas severas cataratas. Sus cuidadores tenían que estar pendientes de él 24 horas. Una desgracia de vida que le persiguió incluso más allá de su muerte hace una década.
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