Un huerto ecológico para hacer equipo

Fue hace unos diez años cuando el equipo directivo del centro, dada la gran cantidad de zonas ajardinadas de las que dispone el colegio y su apuesta por el cuidado del medio ambiente y la importancia del contacto con la naturaleza, decidió poner en marcha este proyecto. Comenzó como una pequeña huerta a modo de agujero en la tierra que, con el paso de los años y la cooperación entre todo el personal y alumnado, se ha convertido en toda una plantación que cuenta con parterres elevados, cinco zonas diferentes de cultivo, toma de agua e incluso un espantapájaros al que llaman 'Tutú' y que luce el uniforme del colegio. De la elección del nombre también se encargaron los alumnos a través de una votación en la que se implicaron tres clases.

La maestra de Infantil María Juliana, una de las encargadas de acompañar a los estudiantes al huerto, considera que este proyecto, además de permitirles ese contacto con la naturaleza, les sirve para trabajar un aspecto «tan importante» como es la paciencia desde una edad tan temprana. «Van viendo ellos mismos como las cosas crecen poco a poco y que no sale todo de la noche a la mañana e incluso que, a veces, el resultado no es el que esperaban», señala Juliana. Salga una buena cosecha o no, el huerto se ha convertido «en la locura» de los niños de la Asunción, señala la directora de Primaria e Infantil del centro, Chuseta Fuente.

Este proyecto no implica solo el propio cultivo de las plantas, sino que los alumnos también se encargan de las actividades de mantenimiento como el riego o la limpieza de las malas hierbas. Aunque, sin duda, su parte favorita es cuando se encuentran con algún insecto escondido por la tierra, en especial los gusanos. «Encontramos muchos pero hay que dejarles libres», explica Lucas, de segundo de Infantil.

Los gusanos no son los únicos visitantes del huerto, las verdaderas invitadas especiales son las ardillas, que desde hace años conviven en los jardines del colegio con los niños, casi como si fueran alumnas. Tanto es así que dos de ellas ya han sido bautizadas por estos, se trata de 'Castañuela' y 'Rasi'. Estas ya no se asustan al pasar por el alboroto del patio y además, cuando los árboles del jardín ya no tienen frutos que ofrecerles, los niños, con vasos de yogur, les cuelgan comida de los árboles.

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