Limosnas para sufragar misas
Un vecino del barrio alto pedía para poder pagar las oraciones en nombre de su esposa, fallecida de forma repentina
Martes, 2 de marzo 2021, 01:01
Fue lo más destacado de hace hoy ciento veinticinco años. Manuel Fernández, desgraciado vecino del barrio alto, pedía limosna para sufragar las misas por el alma de su difunta esposa. Un óbito inesperado de cuyas circunstancias daba cuenta EL COMERCIO. Sucedió que, días atrás, tras salir de la casa «que habita en Cimadevilla» Fernández, pobre de solemnidad, «llevando a su esposa del brazo, y al cruzar la plazuela de los Remedios, falleció aquella repentinamente, recibiendo tan grande susto el esposo, que fue necesario el auxilio de varias personas para ser conducido a su casa, donde continúa enfermo» del susto.
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Pero no sería por sucesos. Avanzando las postrimerías del siglo, la crónica negra -es decir, la policial- y la roja -aquella referida a accidentes y otros hechos luctuosos sin intervención de la autoridad- se afianzaron en la prensa. En EL COMERCIO también. Y se contaba, en aquel ejemplar, por ejemplo, la reyerta formada en las inmediaciones de la carretera de Ceares entre Aquilino Menéndez y Manuel Vigil, «resultando herido de arma blanca el primero» y fugado el contrario. Más trágico fue el fin de Carmen Menéndez, soltera de 34 años que, lavando ropa «en una laguna que existe en el barrio de El Llano», «sufrió un accidente de una enfermedad muy común en ella» (¿epilepsia, quizás?), «cayéndose al agua, donde fue extraída cadáver».
Van tres, y sigue. También dimos cuenta aquel día del hallazgo del cuerpo de un hombre en la calle de Santa Doradía, esquina a carretera de Villaviciosa, con «dos profundas heridas; una en la cabeza y en el cuello, inferidas, según se ha dicho, con un formón» . Un crimen en toda regla con causas aún desconocidas, pero ya varios sospechosos en el ojo de la autoridad. Y el último suceso del día, por fin: la rotura de una viga «en el edificio en construcción frente a la estación del norte, resultando contusos seis trabajadores, a quienes curó en la estación el médico de la empresa del ferrocarril don Desiderio Fernández Cuesta». No se incluyen en la lista los obituarios, que ese día también fueron prolijos. Un mal día (y poco tranquilo) en la villa de Jovellanos.
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