Una locomotora a escala para Gijón

Rosendo Junquera hizo con sus propias manos y medios una 'bilbaína' de los años veinte que acaba de ser adquirida por el Museo del Ferrocarril de Asturias

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Viernes, 23 de febrero 2024, 01:00

Era Rosendo Junquera Blanco un personaje peculiar, un inventor, un manitas, un hombre nacido en San Martín de Anes, en Siero, que con doce años se puso a trabajar en la fragua de su tío y le cogió al gusto a darle forma a los metales. Ya entonces apuntaba maneras. Tenía mano, ingenio e iniciativa. Por eso, cuando vio las locomotoras bilbaínas de los años veinte del Ferrocarril de Langreo pasar cerca de su casa decidió que quería construir la suya propia. Lo hizo. Entre los 15 y los 18 años se afanó en el empeño y alumbró una pequeña obra de arte. No había llegado la Guerra Civil cuando la acabó, eran tiempos de República. En 1934 estaba lista esa meticulosa reproducción a escala obra de juventud hecha con sus propias manos con lo que encontraba aquí y allá que obtuvo el primer premio en el Certamen Provincial de Trabajo. «Él iba a buscar los materiales, se acercaba a la estación e iba copiando las cosas, a mí se me hace imposible cómo se arregló, porque es increíble, tiene de todo», relata su hijo Rosendo. Él recuerda a ese padre arreglador que incluso llegó a ponerle en una ocasión una hélice a una bicicleta y volar con ella y que también creó una pistola con cargador secreto que a punto estuvo de patentar. «Tenía un don», dice su hijo sobre este hombre nacido en 1909 y que falleció en 2003. Tal era su habilidad que incluso llegó a hacerse para sí mismo una dentadura de aluminio que dejaba perplejos a los dentistas.

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Trabajo precisamente no le faltó a Rosendo, que hizo de sus habilidades oficio. Fue maestro armero en Oviedo y en La Coruña, trabajó en el Ferrocarril de Langreo y abrió en Gijón su propia armería, que a la jubilación de su hijo cerró sus puertas definitivamente.

En aquella armería de la plaza de Compostela encontró ubicación la locomotora bilbaína que le acompañó desde su juventud. Hasta la fecha la familia ha custodiado con auténtico mimo una pieza que el Museo del Ferrocarril de Asturias siempre había querido incorporar a sus fondos. Ahora la acaba de adquirir y ayer llegaba al museo para ocupar espacio propio en la exposición permanente. La pieza ya estuvo en ocasiones anteriores en exposiciones por ese gran valor que aporta por la precisión con la que está hecha de una forma tan artesanal.

Todo para Junquera tenía arreglo. Todo para él era posible. También en lo que a las armas se refería, lo que le llevó a tener más de un conflicto con la autoridad. Cierto es que Junquera, que también le gustaba la poesía, llegó a ser víctima de un robo de los GRAPO en el año 1977 en su armería, de la que se llevaron 21 escopetas. Pero esa es otra historia.

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