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¿Por qué hay que llamar y seguir llamando a las cosas como no son? Que al Palacio de Revillagigedo, que no es de Revillagigedo, se le denomine así no es algo nuevo, proviene del «postureo» —que diríamos hoy— de la época. Todo tiene sus orígenes en el arrabal extramuros de El Natahoyo, un barrio que el Obispado de Astorga donó a la Iglesia de Oviedo en el año 1080 y esta lo vendió en foro perpetuo a Alonso Ramírez de Jove en 1556. Este es el origen de un barrio del que la familia Ramírez de Jove eran los amos, los dueños y señores, así, «literalmente» como también dirían algunos hoy en día. Los propietarios del suelo y sus regidores, los jueces de su barrio, pues era un coto y señorío jurisdiccional.
Dos generaciones después fue heredado por Carlos Miguel Ramírez de Jove y Vigil de Quiñones, el primer marqués de San Esteban del Mar de El Natahoyo desde el 30 de marzo de 1708 por concesión de Felipe V en memoria de los méritos de su tío Francisco Ramírez, el mariscal de campo que defendió durante dos meses el castillo de Tortona (Milán). Carlos Miguel Ramírez de Jove fue regidor de Oviedo y de Gijón, alcalde a todos los efectos en aquellos tiempos, y caballero de la Orden de Calatrava, así como comisario provincial perpetuo de Artillería en el Principado. Este gijonés, tres años antes, promovió la construcción de uno de los iconos arquitectónicos por excelencia de Asturias y de España.
A partir de una torre medieval del siglo XV, la occidental, que era donde vivían sus padres, ordenó construir un palacio barroco simétrico con un jardín trasero en 1705. El cuerpo central sobre arquerías quedó flanqueado por dos torres almenadas y caracterizado por el decorativismo propio del barroco. Al palacio, su tío, Luis Ramírez Valdés, le adosó la colegiata de San Juan Bautista. Ambas construcciones se atribuyen al arquitecto Francisco Menéndez Camina.
Si nos detenemos a mirar el imponente escudo de armas: veremos que lo timbra una importante corona, una corona marquesal, que es lo que era su titular y promotor, con una cruz de Calatrava acolada y motivos de artillería como los cañones y las banderas sosteniéndolo; pero lo más importante: las armas de la familia Jove.
En 1838 es cuando Álvaro Armada Valdés (V marqués de San Esteban y VII marqués de Santa Cruz de Rivadulla) contrajo nupcias con Manuela de la Paciencia Fernández de Córdoba y Güemes (V condesa de Revillagigedo). Ella trajo a Gijón los títulos de Revillagigedo, Güemes y Canillejas, entre otros tantos. Había nacido en Madrid, en 1822, y su título contaba con Grandeza de España, eso eclipsó al resto de títulos. El título condal de Revillagigedo recayó en la Casa Güemes, concedido por el rey Fernando VI, concretamente en Francisco Güemes Horcasitas, natural de Reinosa y Virrey de México.
Es decir, el palacio de Bajodevilla, el más importante de Asturias de su estilo, fue hecho por un gijonés. No borremos eso de la historia ni lo desmerezcamos con falsos apelativos por postureo tanto de aquella como de ahora, puesto que denominarlo Palacio de Revillagigedo aparte de ser falso es incorrecto, un error garrafal que no por repetirlo mil veces se convertirá en verdad. El palacio del Marqués de San Esteban, con las armas de los Jove y sito en la plaza del Marqués, no se puede perder porque un título con Grandeza de España, de fuera de la región, lo haya rebautizado 133 años después por un enlace matrimonial. Estamos hablando de tres generaciones más tarde, por un lado, y, por otro, de que el primer conde de Revillagigedo nacido en Gijón fue el sexto, Álvaro Armada Fernández de Córdoba, y lo fue en 1871, o sea, 166 años después de promoverse el palacio.
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