«La playa es idílica para los perros»

Como cada primero de octubre, los gijoneses regresaron ayer con sus perros a San Lorenzo -al espacio comprendido entre las escaleras 2 y 8- ilusionados, y también reivindicativos, tras un paréntesis de cinco meses por la temporada de baños que a muchos se les antoja demasiado largo. Llegaron en buen número desde primera hora, pese al aranque lluvioso del día, y no cesaron durante toda la jornada. Las ganas de playa de las mascotas quedaron patentes con sus galopadas y los dueños, entretanto, formaron los clásicos corrillos.

Junto al entusiasmo del primer día, muchos mantuvieron sus viejas reivindicaciones, ya que «son cinco meses sin que los perros puedan disfrutar de un espacio idílico para ellos», comentaba Aurora Carril mientras miraba con lástima a su mascota 'Ron'. La misma posición la compartía Begoña González, quien solicitaba que se acote un espacio en temporada alta para su mascota 'Cloe' o, cuando menos, que en las franjas horarias de menor afluencia se permita acceder con mascotas al galope «sin que ningún bañista se vea incomodado».

Otra solución la propuso, a pie de playa, Blanca Antuña, quien ve en la playa de Poniente «la alternativa ideal para que los perros tengan su espacio en un arenal gijonés» durante todo el verano, con el hándicap comentado por otros de que en esta playa la subida de la marea es apenas perceptible y, por tanto, no se da una limpieza natural de la misma.

A ninguno de los consultados por EL COMERCIO le satisface la 'playa de perros' permanente de la escalera 24, pues, además de la distancia del centro, «su elevado número de piedras puede ocasionar cortes en las almohadillas de las patas». Otros lugares tampoco les convencen. El 'solarón', anotaron, está «demasiado próximo a la carretera». Y el cerro de Santa Catalina «supone un peligro porque si le tiras la pelota el perro va detrás», ilustró Manuel García junto a su galgo.

La mayoría, por otro lado, coincidían en que Gijón es una ciudad «muy preparada» para sus numerosísimas mascotas, una cuestión que «se valora cuando se sale de la ciudad», anotaba Mercedes Romón.