«'Sombras de luz' es una diosa con una capacidad inagotable de sorprender»
Pese a la polémica inicial que impidió inaugurarla, el creador salense habla en el 25 aniversario de «una obra plena» que superó sus expectativas
Denostada en 1998; amada en 2023. Ese podría ser el resumen de la trayectoria vital de 'Sombras de luz', obra emblemática e indisociable del Gijón ... de hoy sobre la que Fernando Alba (La Folguerosa, Salas, 1944) habla para EL COMERCIO con motivo de su aniversario. La despojó de todo, afirma, «para que recibiera alegre la rica complejidad de su entorno».
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-Veinticinco años después, cómo ha cambiado el cuento.
-Como decía el clásico, se rechaza todo lo que se ignora. Después la gente se familiariza y no quiere que se lo quites, algo curioso y positivo. Más allá de eso, la escultura aspira a crear un lugar especial a partir de su existencia. A quien gustaba puede hacer un viaje mucho más amplio con ella y al que no, se va acercando. Esto dice que se sostiene por sí misma.
-¿Cómo ve hoy 'Sombras de luz'?
-La veo bien, como el primer día, no ha cambiado mi percepción de ella, se afirma y se mantiene en su verticalidad, la veo desplegarse de una manera firme y convencida. Es la sensación que me da. No la ha gastado el tiempo.
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-¿La ha mejorado incluso?
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-No tiene por qué. Quizá en su textura y oxidación. La mejoró la familiaridad con el lugar. Una cosa más de concepto que objetual o matérica. La pieza ya era a los cuatro días lo que es. Así lo vi yo mismo cuando levanté la primera plancha. ¡Ya no podía quitarla ni Dios! Cuando toma posesión del lugar, crea lugar, crea paisaje y dialoga con él; se siente completa. Y es ya poco discutible. Cuando las cosas están en su lugar se terminan aceptando casi por naturalidad.
-¿Recuerda el encargo?
-Había un proyecto para el Humedal con Morales de concejal de Urbanismo. Estaban Alejandro Mieres, Bernardo Sanjurjo y yo, que iba a hacer algo junto a la Gota Leche, pero el lugar era complejo y lo dejamos. Dimos una vuelta por Gijón y llegamos aquí. A mí este lugar me encantó, empecé a venir, a hacer fotos, pruebas, dibujos, proyectos: unos enormes pedruscos saliendo del mar, unas esferas irregulares... Así hasta que se me hizo presente. Pensé en la verticalidad, en la luz, en el elemento atmosférico, en ese fuego de desplazamientos de luces, de chapas. Inicié un proceso de preguntas... Y de despiste. Para crear hay que estar adecuadamente despistado. Ese momento necesario, de abismo, en el que no te vale ninguna respuesta busca la expresión definitiva.
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Vela, menhir, fierro
-Hasta que dio con ella.
-Debía integrarse en aquella sensación que tú tenías del lugar para concebir una pieza receptiva y emisora de todo; y terminé ocupando no solo el lugar sino la luna que miras, el sol que la penetra, lo cósmico. 'Sombras de luz' es una vela viajera, un menhir, es atlántica, es de fierro y es tan alusiva a Gijón, a nuestro ser. De repente, todas esas cosas que están a la vez dentro de la pieza aparecen por obra y gracia de no aceptar cualquier cosa que se te presente y exigir lo que no sabes y así, por decantación, al final aparece.
-¿Por qué no se inauguró?
-Había mucha movida política, mucha contestación y creo que hubo un cierto temor a que se montara algún tiberio. En los bares se hablaba de fútbol y de esto, la prensa criticaba...
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-¿Qué sintió?
-No recuerdo una rabieta. Era politiqueo, miseria... Pero me fastidió no inaugurarla porque era una forma de presentarla, de decir 'miren señores qué cuatro tabletas de turrón les trajimos aquí'. Era bueno para ella presentarla, como regalo al pueblo de Gijón, pero había tal enfangamiento que no fue posible.
-¿Cómo le sentó lo de chaponas?
-No me molestó especialmente, lo enmarqué en el contexto popular, irónico, muy gijonés. Cada pueblo tiene su coña. Pero yo quiero que el nombre se sepa y prevalezca porque tiene un sentido sobre todo lo que se cuece y se ofrece en la pieza, es un camino de iniciación, una pista, una pincelada del conjunto.
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-Vamos a despiezarla. ¿Qué papel juegan las oquedades?
-El sol da tanta luz y tanto fuego que es capaz de horadar el hierro y lanzarlo fuera de su ámbito. El soplete, en proceso imaginario, hace sus funciones. Son cosas que te acompañan cuando creas, multitud de fantasías, de cosas que sueñas, que piensas sin que alguna de las partes sea fundamental, siendo todas complementarias y enriquecedoras de la sustancia del mensaje. Buscaba una nitidez minimalista. La pieza, siendo mínima en su forma, recibe con alegría toda la complejidad del entorno llámese agua, luz, sombra, gris del mar, sol... Lo recibe todo. Está tan austera en su definición formal que aspira a ser permeable a todo su entorno, al acontecer. Conceptualmente, eso me interesó muchísimo, porque se nutre de su entorno. Si la llenas de elementos barrocos se referencia a sí misma; al despojarla, al desnudarla, queda como una diosa que está esperando solo encontrarse con los dioses; todo lo que venga de los cielos la enriquece.
Las «caricias» de la lluvia
-Sol, lluvia, viento. ¿Algún agente favorito?
-Aspirando a eso, la realidad de algunas cosas me dejó acojonado. Como la humedad. Cuando la realidad está en su sitio supera todas las expectativas, cuando creas un receptáculo para que la magia se produzca se producen milagros, es cuando más se aproximan a eso que llamamos arte. Cuando llueve y aquellas planchas en vez de vigorosas y salvajes empiezan coger humedad y dejarse acariciar y comportarse de otra manera, ¿qué pasa aquí? Son regalos que no has podido comprobar antes. Lo que oculta es más que lo que manifiesta. Es una escultura que tiene todo eso y es efímero, va y viene con las estaciones, está estructurada para que todo eso suceda.
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-Además, como diría Galileo: 'Y sin embargo se mueve'.
-Se mueve con el caminante, se reestructura según vas caminando, hay una sinfonía de formas y encuentros muy potenciadora, y eso lo hace el paseante sin querer por su propio ir y venir.
-¿Le sigue sorprendiendo?
-Teniendo conocimiento pleno de ella, siempre se me presenta plena, no le veo ningún gazapo que me amargue el reencuentro. La miro con mucha serenidad y la humedad me sigue fascinando. Si sabes mirarla, debe tener ese punto inagotable de sorprenderte incluso a ti. Nunca llegó a bajarme el pistón.
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-Pese a su belleza, en 25 años han aparecido 'achaques'.
-Hay que reparar el óxido no deseado que está metiendo la humedad en la chapa, hay que aportar tierra, porque se están viendo las zapatas, y los focos están desorientados. Se lo he advertido a unos y otros, pero no ha habido manera.
-¿Gijón no cuida su patrimonio?
-Ahí está ahora mismo lo de Herminio, lo de Manzano... Hay ejemplos claros. Y no los atienden. El parque escultórico gijonés es excepcional. El pueblo ya lo ha asumido y ahora ¿queremos quitarle esa sensibilidad? La reclamación debe ser contundente.
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