Imagen de un simpatizante de Erdogan.

El terremoto turco

En la Gran Asamblea Nacional Turca, el AKIP del presidente Erdogan obtuvo 255 diputados y perdió la mayoría absoluta

enrique vázquez

Lunes, 8 de junio 2015, 10:19

En una jornada histórica, el electorado turco alteró ayer por completo las coordenadas político-electorales que han enmarcado la vida nacional desde hace quince años, envió una cruda advertencia al presidente Erdogan, metió a los kurdos en el parlamento para quedarse en él, dio un premio a los ultranacionalistas y desbarató los planes oficialistas favorables a cambios constitucionales.

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Todo esto con el arma modesta y prevista en el calendario de unas elecciones legislativas cuyo único propósito es, y teóricamente no puede ser otro, que formar el nuevo parlamento.

En la Gran Asamblea Nacional Turca (tal es su nombre oficial) el AKIP (Justicia y Desarrollo) del presidente Erdogan obtuvo 255 diputados (menos 33) y perdió la mayoría absoluta, seguido del opositor y social-demócrata PRP (Partido Republicano del Pueblo) que gana uno y obtiene 133, seguido del muy favorecido Partido de Acción Nacionalista (82 escaños con una ganancia de 49) y consagró la operación de formar un gran partido kurdo, el Partido de la Democracia de los Pueblos, que obtuvo 80 escaños

Lecturas inmediatas

Lo sucedido es una lección de libro de cómo un gran éxito electoral (¿cuantos partidos en Europa occidental pueden obtener hoy el 40% de los votos sin una ley electoral tan absurda como la británica que lamina a las minorías?) puede ser visto como un fracaso.

La explicación es que la parlamentaria de Turquía era otra cosa: era un referéndum oficioso y un buscado cheque en blanco que el público, una vez no son veces, le ha rehusado al presidente y por once años primer ministro Recep Tayyip Erdogan, fundador del AKIP.

En efecto, el gran plan de Erdogan, acusado por la oposición de inocultables tendencias autoritarias y de pretender algo así como un nuevo sultanato, se ha caído del todo con la pérdida de la mayoría, el auge de un competidor nacionalista (tradicionalista y militarista) y, sobre todo, la consagración parlamentaria del partido de los kurdos, el HDP (Partido de la Democracia de los Pueblos), una bendición para el país porque es moderado, juega el juego de la política y renuncia, más de hecho que de corazón, pero renuncia, a un estado nacional kurdo.

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El partido, algo que se obvia a veces, no ha sido fundado solo por los viejos independentistas kurdos ni siquiera por el hombre en alza del panorama político, el abogado kurdo-liberal Selahattin Dermitas, la nueva estrella del firmamento polìtico, sino por colectivos progresistas aún menos secesionistas que él, como el de la abogada feminista y socialista utópica Figën Yüksekdag, colíder del partido y que ha aportado gran parte de los votos

Lecciones varias

Lo sucedido altera a fondo el escenario político y arruina el calendario personal de Erdogan. El presidente lo cambió todo embebido por sus éxitos electorales: en 2014 mandó a su viejo socio y co-líder islamista Abullah Gül (el único hombre capa de decirle las cosas claras y hacerle ciertas advertencias, según los medios turcos) a una presidencia sin poderes pero que los tendría con el proyecto de cambio constitucional hacia un régimen presidencialista que él dirigiría, elegido de nuevo, y con dos mandatos más por delante

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Todo esto está algo más que cuestionado con la nueva composición del modesto parlamento y la presencia en él no solo de la mosca molesta del antes poderoso y siempre activo e indomable Partido Republicano del Pueblo ahora mandado por Kemal Kilisdaroglü, que con sus 133 diputados prácticamente repite resultado. Añádase el pertinaz y en alza ultranacionalismo de viejo cuño y se tendrán los sumandos de una suma inalcanzable.

Erdogan ha cometido, en realidad, todos los errores imaginables: con su inseparable jefe de Inteligencia Nacional, el mago Hakan Fiidan, un poder tras el trono, ha elaborado una doctrina de seguridad nacional que, por ejemplo, se ha enajenado del todo a sus compatriotas kurdos con su decisión de abandonar en noviembre a su suerte a los vecinos kurdos de la vecina Kobani, en suelo sirio, pero a un kilómetro de Turquía ,cercados por los terroristas islamistas.

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Los vecinos de Kobani resistieron y dejaron muchos muertos en las calles convertidos en votos en el sureste kurdo. Muchos kurdos votaban al AKIP, pero eso se acabó. Añádase la ralentización del crecimiento económico la catastrófica represión del Parque Taksin Gezi en mayo pasado en Estambuel (¿recuerdan?) y tendrán las explicaciones de lo sucedido: todo irreprochablemente democrático y completamente previsible

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