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Bicis

Las crisis siempre traen consigo un aumento del deporte, necesitamos quemar el estrés

Se acabaron las bicis. Stocks agotados, tiendas semivacías, y largas listas de espera para adquirir una nueva. Este es el panorama de ese sector a ... nivel mundial. Da igual el país o continente, los habitantes del Planeta Tierra somos muy diferentes por fuera, pero compartimos núcleo, alma, esencia o como se quiera llamar. Nos hace disfrutar y nos causa dolor a casi todos lo mismo. Mientras las telarañas se apoderan de los expositores, se ven, a modo de paradoja, interminables pelotones por las carreteras -a mí me gusta más ese nombre que el de 'grupeta', eso lo dejo para los Puigdemonts & Company-. Se pintan carriles bicis por doquier, y mujeres, hombres, niños y niñas, sin importar edad o estado de forma, se ponen a dar pedales como si no hubiera un mañana. Parece como si necesitásemos con urgencia volver a sentir el viento en la cara, percibir la liberadora sensación de movimiento, de velocidad, de espacios abiertos. Poder mirar a lo lejos, improvisar pequeños e instantáneos viajes, e intentar llegar a ese sitio previamente calculado. Viajar en soledad o acompañados, pero contando solo con la inercia y esfuerzo propio; con la energía, resistencia y ritmo de tus piernas. Microvacaciones de unas horas, de unos pocos kilómetros, y de variada dificultad según la capacidad y ganas del ciclista, pero en todos los casos, terapia total antiestrés. Puro sentimiento de espacio y libertad, que quizás sólo se valora en su medida cuando empieza a faltar.

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Este boom ciclista es uno de los efectos colaterales de nuestras penurias en los últimos tiempos. Carencias profundamente humanas, físicas y psicológicas. Pérdidas, aislamientos, angustias, preocupaciones, incertidumbres... todos hemos sufrido nuestra dosis. La explosión ciclista no es nada nuevo, de hecho las crisis suelen traer como acompañante un aumento de la actividad física. En los Estados Unidos, por ejemplo, las tres grandes crisis que atravesó el país trajeron consigo un aumento de inscripciones a maratones, creación de centros deportivos, y demás formas de liberar el estrés. Me lo dijo hace unos años el propietario de una cadena de gimnasios, ahora re-bautizados como 'Fitness Centers': «A nosotros, las crisis nos van muy bien». Es decir, a más estrés, más deporte. Quemamos nuestras preocupaciones a base de pulsaciones, sudor, y adrenalina. Como el célebre discurso de Sir Winston Churchill que ganó una guerra, pero por fortuna para nuestro mundo, en otro tipo de conflicto mucho menos cruento, con más medios científicos, y menos odio. Esta vez, toda la humanidad odiamos al mismo ejército viral, y todos arrimamos nuestro hombro, salvo cuatro chiflados. La lucha ya no es entre personas, algo es algo.

En esta ocasión, hemos encontrado nuestra válvula de escape en todo aquello que tenga dos ruedas, y nos hemos puesto a buscar en nuestros desvanes, trasteros, altillos, hórreos y paneras, aquel artilugio olvidado desde hace años, que como ocupa poco, creemos recordar dónde está. Se ha producido el curioso fenómeno social por algunos referido como 'la bicicleta del pajar'. Han aparecido bicis que ni siquiera se sabía muy bien de qué color eran, y oh milagro, tras unas horas de taller y un 'lifting' mecánico, éstas han vuelto a sus años de esplendor. Si las pobres pudieran expresar su alegría... Las bicis de antes, es decir las europeas, las made in Spain, Italy, Germany o Belgium, por poner algunos orígenes míticos. Los cuadros de acero Columbus, o los envidiados grupos Campagnolo. Productos con alma, artículos que un castizo llamaría 'de verdad', porque están bien hechos: rodamientos, soldaduras, aleaciones, componentes hechos por industrias y artesanos que ya no pueden competir y se han tenido que ir a casa, pero que hacían muy buenas máquinas, y duraderas. De aquellas de las que antes se decía que eran «para toda la vida», eso que ahora suena... a chino. Yo he visto últimamente auténticas joyas: Pinarello, Bianchi, Colnago, Zeus, Marotias, Orbea, Macario, bicis dignas de un dueño que les dé buena vida, que las aprecie y admire. Todas con el trabajo de un maestro soldador detrás. Ahora, sin ánimo de molestar ni ofender a nadie, el alma de esas máquinas perfectas se ha quedado en Asia, y se nos trata de seducir con terminología anglosajona como Racing Technology, Ultimate Design, Efficient Dynamics o Microwireless Machines. En otras palabras, obsolescencia programada, o para qué hacer algo sencillo, si se puede hacer sofisticado.

Al final, puede que esto de las bicis sea una buena metáfora de lo que nos está pasando en nuestra vieja Europa. Cambios acelerados. Cables por bluetooths, tiendas por e-commerces, tertulias por webinars, abrazos por whatsapps, libros por TikToks, y demás i-cosas. Asuntos digitales, dependientes de enchufes, cargadores, y de un amenazante e incomprensible recibo de la luz. Y también cambios, siendo un poco más malévolos y yéndonos al reino animal, de gaviotas por murciélagos.

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