El verano ya está aquí. A los manzanos ya les empieza a caer la flor, y este año parece que toca vecería. No puede ocurrir ... nada mejor después de haber pasado la peste que envenenó la vida. La impresión es que todos respiramos mejor y queremos olvidar los días apestados: el parón de la gente, con los hospitales llenos, y los bares, restaurantes, cafeterías, celebraciones sociales, culturales y religiosas sin apenas nadie. Pero, y aunque la muerte siempre es la que lo retrasa todo, no se han ido retrasando muchos de los más importantes proyectos municipales para nuestra ciudad.
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A pesar de la pachanga de los buenos viejos tiempos, Gijón se está renovando con una clara finalidad: hacer una ciudad más sana, higiénica y habitable, más verde y menos gris y ruidosa. Naturalmente que existen problemas. Problemas que, no cabe duda, irán afrontándose sin recurrir a la euforia sin más del progreso o al refugio de la nostalgia.
Las nuevas generaciones habitan un planeta distinto al que habitaron sus padres. Vivir en el siglo XXI impulsa a superar el lote que las instituciones políticas, sociales, religiosas y culturales han recibido. Y en este sentido, Gijón se está abriendo a un nuevo modelo de ciudad. Tiene una decidida hoja de ruta no exenta de críticas, sobre todo dirigidas a su alcaldesa Ana (de los Oviedos) y a Aurelio Martín, concejal de Medio Ambiente y Movilidad, antiguo secretario general de las Juventudes Comunistas de Asturias, pero que parece, como le sucedió a Lenin, que ha descubierto que la gente ama la propiedad, la justicia y la libertad (cosas que el comunismo nunca ha entendido).
Pues como digo, el verano -igual que el conejo- ya está aquí, y todos, en los próximos días y con el buen tiempo, podremos pasear por ese nuevo y precioso espacio añadido al parque de Isabel la Católica (perdón a los laicos por lo de católica): árboles nuevos, bancos para el solaz del personal, espacios verdes, glorietas y senderos para el deporte pedestre. Y todo al lado de un Piles cada vez más limpio, en el que viven y se desarrollan, otra vez, miles de peces, que van y vienen de la mar al río.
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No, no es un camino fácil el que tiene que recorrer la alcaldesa Ana y su equipo de gobierno. Pero da la impresión que no va a seguir el camino que marca el sonido de los esquilones, y que continuará intentando realizar por etapas lo que en otros países europeos ya llevan haciendo desde hace mucho tiempo. Claro es que, como dice el poeta Pessoa, 'todo lo que amenaza cambiarse, aunque sea para mejor, suscita odio entre muchos.
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