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Ciudadanos domados

La depredación viene de todas las ideologías, partidos y tendencias, con lo cual te descoloca aún más. Ya ni siquiera tienes el consuelo de los buenos y los malos. Aquí todo el mundo confabula, engaña, derrocha, niega, acusa

Lunes, 15 de marzo 2021

Durante mis años colegiales, que recuerdo con gran cariño pese a los episodios habituales propios del patio-selva con el que lidiábamos a diario, tuve ... como compañero de pupitre a un chaval al que, por determinadas cuestiones físicas, una parte de los depredadores habituales tenían frito. En aquel ambiente colegial, con el que ahora se echarían muchos las manos a la cabeza, sobrevivías a base de correr rápido y andar fino de reflejos, al menos si no tenías un hermano o primo mayor y con malas pulgas, que entonces cambiaba mucho la cosa. Pero bueno, por desgracia no era ese mi caso, ni el suyo. Así que, a veces, éramos comida para las hienas. Un día le pregunté, cómo es posible que no te mosquees, ni te inmutes ante tanto insulto, y me contestó, encogiéndose de hombros, con una frase que recordaré siempre: «Es como a esos bocatas de la máquina, te acostumbras y ya está, te da igual». No supe más de él desde que acabé el COU, pero era listo, práctico y escurridizo, por lo que, a pesar de sus dificultades, seguro que le habrá ido bien.

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La sensación de este compañero, que mantengo en el anonimato, no vaya a ser que lea esto, me ronda el cuerpo con cada vez más frecuencia últimamente. Y seguro a que a otros muchos ciudadanos-as de este vilipendiado país, también. Me preocupa que, tras tantos abusos, disgustos, decepciones, palos, desplantes, faltas de respeto, sablazos carteriles, y demás episodios ingratos, me haya acostumbrado a las hienas del patio, esta vez político, y me pase como a mi compañero de pupitre, que me han ablandado. Que me hayan doblado la cerviz, y cada vez sienta y padezca menos, o llegado al extremo, nada. Me preocupa un montón, y me pregunto si será porque me estoy haciendo viejo, lo cual me molesta aún más, por no decir otra cosa.

La depredación viene de todas las ideologías, partidos, y tendencias, con lo cual te descoloca aún más. Ya ni siquiera tienes el consuelo de los buenos y los malos. Aquí todo el mundo confabula, engaña, derrocha, niega, acusa, pero todos tienen pinta de estar en su salsa. Estoy seguro de que una gran parte de la sociedad española se está preguntando ahora, sencillamente, a quién coño van a votar la próxima vez. No me extraña, menudo papelón.

No obstante todo lo anterior, a veces escuchas o lees cosas que, por mucho que te hayan domado, que te hayan acostumbrado al esperpento y calamidad diaria, hace que algo en tu interior palpite, te suba la tensión, te enerve. A lo mejor es una chorrada, todos tenemos un punto débil, y saltamos por cuestiones variopintas, e insospechadas por el sufridor al que le toca.

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A mi esa fibra me la sobaron la semana pasada, y a base de bien, cuando al final del informativo de turno, después de escuchar contubernios, confabulaciones, intrigas, muertes, ingresos, positivos y subvenciones dudosas durante veinte minutos seguidos, en el minuto veintiuno tengo que oír que a un ministro le han cambiado la cinta de correr que tiene en su despacho, pagado por todos, y que el aparatito en cuestión costó dos mil setecientos euros. Entonces, no sé que me pasa, se me sube la bilirrubina, me revuelvo en mi sillón, miro de lado y de abajo a arriba, y dado que ya estoy domado, alcanzó el mando de la tele, el único arma a mi alcance, le doy al +, y como la liebre escapo. Y es entonces cuando me contemplo a mi mismo viendo 'First Dates', que aunque pueda resultar patético, al menos allí aparecen personas, y no animales salvajes.

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