Crédulos peligrosos
La ignorancia tiene unos tentáculos invisibles, pero peligrosamente poderosos. Y es bien sabido que es mucho más fácil engañar a alguien que hacerle ver que ha sido engañado
Creíamos habernos vuelto listos porque con la abundancia de información, con el conocimiento, con nuestra natural inteligencia, ya habíamos aprendido a mirar por encima del ... hombro ( y hasta habíamos desarrollado una cierta piedad para no burlarnos de la ignorancia ajena en lugar de reírnos a carcajadas) a aquellos que seguían sucumbiendo a engaños y supercherías. Internet, la sociedad de la información, las redes, habían traído consigo la incorporación a un mundo moderno, en el que la ciencia, la cultura, el entendimiento -pensábamos en nuestra ignorancia- se impondrían a siglos de pensamiento mágico.
Publicidad
Incluso durante algún tiempo, el que consideramos lógico por aquello de la transición de un modo de aprehender la realidad a otro, hasta nos hizo gracia la proliferación de mensajes en cadena que nuestros contactos más crédulos nos hacían llegar reenviando obedientemente cuanta tontería recibían: desde amenazas de virus, oraciones a algún santo obrador de milagros, príncipes nigerianos, herencias multimillonarias, niños con leucemia, desgracias que nos ocurrirían si no volvíamos a enviar aquel mensaje, o si no mandábamos en menos de 20 minutos (¡en menos de 20 minutos!) un abracito virtual a 20 contactos, golpes de suerte que sin duda alguna se producirían por la misma razón, chivatazos acerca del reparto de la inmensa fortuna de Bill Gates entre quienes hicieran un 'forward' de aquel mensaje (sin que a nadie le diera por pensar que cuanto más se propagara más presuntos herederos a repartir).
Podría quedar como algo residual, porque siempre hay alguien dispuesto a creer lo que sea, a abonarse al territorio de lo mágico, a darle treinta mil euros a la misma vidente que ha vaticinado tu muerte, para que haga un hechizo infalible que te libre de ella. Eso pensábamos, porque cómo no iba a imponerse con su inapelable contundencia el pensamiento científico, el conocimiento, la razón.
Pero, ay, como en el verso de Gil de Biedma, la verdad desagradable asoma y los que se reían de las cadenas en las que santa Rita previo rezo de un kilo de oraciones te concedería aquel deseo que quisieras, abrazan ahora, sin ningún tipo de duda otros mensajes que en el fondo no son tan distintos. Solo ha sido necesario un disfraz de teoría científica, una mención a unos investigadores que nadie conoce, una idea delirante, un par de personajes conocidos una apelación a buscar-la-verdad-que-no- quieren-que-sepamos, una conspiración torpemente trabada, y ya tenemos el escenario adecuado para que desde el creacionismo hasta el terraplanismo, pasando por cualquier tipo de negacionismo, se multipliquen los adeptos a lo largo y ancho del mundo. Lo de falsar o verificar la información que recibimos, que es la base de un pensamiento no ya científico sino puramente racional, ha desaparecido en tanta gente, que poca diferencia existe entre esta legión de candorosos creyentes y la de quienes bajo ningún concepto rompían cadena alguna. Puede que incluso sean más peligrosos: esta gente está plenamente convencida de que somos todos los demás quienes vivimos en la ignorancia, víctimas de una conspiración global: ellos conocen la verdad y a ver quién va a dudarlo, si además, mira tú, quienes los iluminan son médicos. Y médicos por la verdad, nada menos.
Publicidad
No sé si es una batalla perdida, porque la ignorancia tiene unos tentáculos invisibles pero peligrosamente poderosos. Y es bien sabido que es mucho más fácil engañar a alguien que hacerle ver que ha sido engañado.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión