Hay Gobierno, un Gobierno esperado con más polémica de la habitual. El presidente Sánchez forzó las negociaciones previas a la investidura y al final lo ... consiguió; con muchas personas e instituciones en contra, pero lo consiguió. Y una vez investido, nombró a los miembros de un Gabinete que teóricamente es para cuatro años. Luego, los avatares de la política, siempre imprevisibles, determinarán su duración, sus éxitos y sus fracasos.
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Lo primero que cabe decir es que es un Gobierno muy amplio: tener que contentar a Sumar y seguramente las exigencias de su líder, Yolanda Díaz, obliga a mantener las veintidós carteras que había impuesto en la Legislatura pasada la coalición con Podemos. Una barbaridad por las dudas que plantea el reparto de funciones muy poco definidas y, por supuesto, por lo que costará a las arcas del Estado mantener semejante derroche. Qué se le va hacer.
Como siempre que se forma un Gobierno, aunque sea extraído con fórceps, se imponen unos días de tregua para que los titulares de las carteras puedan enterarse de lo que tienen que hacer. En esta ocasión, sin embargo, no parece que vaya a respetarse ni una sola jornada a la hora de empezar con las críticas. El propio Gobierno, presionado por el cumplimiento de los compromisos asumidos para crearlo, es el primero en meter prisa a la batalla que se anticipa.
Los primeros que ya están acuciando son lógicamente los partidos independentistas cruciales en la investidura, cuatro o cinco nada menos, que quieren empezar reclamendo la generosísima amnistía, que dejará a los jueces al margen de sus competencias y a centenares de encausados libres y victoriosos de toda culpa pasada, además de fortalecidos en su propósito de repetir el objetivo de sus actuaciones ya condenadas.
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Entre los ciudadanos en general, son muchos los asuntos graves que necesitan atención urgente: la inflación, el paro, la vivienda, la sequía... Y un largo etcétera ante el que se teme que la atención prioritaria al pago de los compromisos no deje tiempo para abordarlo. La victoria de los que ganaron los puestos no cuenta: esta legislatura es para que los españoles que no quieren serlo sean los grandes beneficiados, habiendo puesto a cambio apenas un voto y a regañadientes. El resto, las liquidaciones de deudas, los privelegios derivados del regalo de servicios ferroviarios o la ruptura de la caja de las pensiones, lo pagaremos los demás, a escote. No cabe esperar grandes beneficios para la gente que depositó su confianza votando a los políticos ganadores y algunos, además, traidores: la legislatura será tensa, de eso no caben dudas, y compleja. Negociar las leyes, empezando por el presupuesto e incluyendo decisiones que pueden afectar al texto constitucional, pasando por la renovación del Consejo del Poder Judicial, apenas son un adelanto previsible de un futuro agitado.
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