Se inicia la campaña electoral para elegir diputados a la Junta General del Principado y concejales para renovar las corporaciones municipales. La campaña llega precedida ... de la legislatura más atípica de las once que ha habido en la etapa autonómica. Los temas que hace cuatro años parecía que iban a vertebrar el mandato quedaron casi arrinconados ante la irrupción de dos acontecimientos de alcance mundial que requirieron de toda la atención de las instituciones autonómicas. A los nueve meses de constituirse la Cámara, la propagación de la covid-19 por el territorio nacional hizo que todos los españoles quedáramos confinados. No hace falta repasar hechos que por su cercanía están en la memoria de todos, pero sí apuntar que la actividad productiva quedó seriamente afectada y el PIB conoció la mayor caída desde la Guerra Civil. En 2020, según el Banco de España, el PIB nacional sufrió un decremento del 11%, mientras que en Asturias el descenso fue de dos puntos menos. El Principado tuvo que destinar más recursos a la sanidad (llegó a haber 20.000 sanitarios contratados) e improvisar planes de rescate para los sectores más afectados por el cierre de las actividades. Una vez superada la parte más dura de la pandemia, se inició un fenómeno de alza de precios, fruto de la crisis de las materias primas al cortarse las cadenas de suministro. Posteriormente, la guerra de Ucrania hizo que cobrara más fuerza la inflación con la subida de precios en la energía y los alimentos. Para colmo de males, a finales del pasado mes de marzo sufrimos en Asturias los mayores incendios de los que hay registro, con más de 30.000 hectáreas de monte calcinado (3% del territorio regional). Todos estos hechos han alterado la agenda política del pasado mandato y condicionan el futuro, ejemplo de ello es la necesidad de reforzar los servicios públicos, tras las demandas sanitarias y sociales planteadas durante la pandemia.
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Llegada la campaña electoral, es momento de esmerarse en lanzar ideas que mejoren el futuro de la región. Los candidatos deben explicar las cuestiones más relevantes que contiene el programa de su partido. Sólo si se conocen los compromisos podrán identificarse los ciudadanos con las ofertas de los candidatos. Son necesarias ideas transformadoras y planteamientos programáticos sólidos para elevar el nivel político de las campañas que en las últimas ocasiones se redujo a la retórica hueca de las descalificaciones. Hay asuntos que quedaron sin cerrar en la legislatura que ha expirado y es preciso avanzar en el debate electoral. El reto demográfico debe dar paso a una ley que aborde toda la problemática del declive poblacional y las líneas maestras que debe contener la acción del Gobierno en esa materia. Lo mismo cabe decir de la reforma de la Administración autonómica, una tarea que ya cuenta con la herramienta de la Ley de Empleo Público; también será de ayuda la Ley de Calidad Ambiental, en la medida que agilizará la apertura de empresas y negocios. No obstante, la reforma de la Administración no se agota en la evaluación del trabajo de los funcionarios o en introducir la declaración responsable. Deberá completarse con otras medidas que deben formar parte del debate electoral.
Hay otros temas para discutir y consensuar, como son las infraestructuras de transporte, que acumulan años de retraso, y el Corredor Atlántico que debe relanzarse para estar operativo en 2030. La campaña empieza cuando el sector industrial está ante el gran reto de descarbonizar los procesos de producción. Hay una ruta fijada, pero está rodeada de dificultades. Los ganaderos piden soluciones con urgencia, ante múltiples problemas (costes desorbitados, estatus del lobo, incumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria, exigencias de la burocracia) y los candidatos deben recoger ese guante. También es el momento de debatir sobre los servicios públicos o sobre las propuestas fiscales. Para todo eso está la campaña, no para las invectivas personales.
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