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Caldo corto

Cucharada y paso adelante

Sábado, 12 de julio 2025, 02:00

Ese «utensilio que se compone de una parte cóncava prolongado en un mango, y que sirve, especialmente, para llevar a la boca cosas líquidas, blandas ... o menudas», como define la Real Academia Española a la cuchara, parece tener su origen en el Paleolítico, donde conchas de moluscos en las comunidades asentadas cerca del mar o cortezas y huesos en las de interior serían las primigenias cucharas. En el Neolítico se fabrican ya por el hombre, con una forma parecida a la actual, una pala cóncava y un mango, en hueso, piedra o arcilla cocida. Se han encontrado magníficas, datadas tres mil años antes de nuestra era, en Mesopotamia, Siria y Egipto. El término proviene del latín 'cochleare', que llega del griego con el significado de caracol o concha de molusco. Y evoluciona en las diferentes lenguas romances a cuchara, culler en gallego, cullera en catalán y goilare en euskera. En Francia se convierte en cuillère, colher en Portugal y cucchiaio en Italia. Los romanos, ya en el siglo III antes de Cristo diferenciaban entre la cuchara pequeña y puntiaguda, la cochlea, empleada para vaciar huevos, mariscos y caracoles, mientras que la ligula –algo mayor– se utilizaba para tomar sopas. No obstante el uso de estas cucharas estaba restringido a las clases altas, ya que la mayoría la consumía directamente en la escudilla y comía con las manos. Desde el siglo XIII los manuales de buenas costumbres aconsejan el uso de la cuchara para sopas y purés, que poco a poco fue extendiéndose a toda la población. No hay que olvidar que el uso del tenedor no se generaliza hasta el siglo XIX, cuando la cuchara era, con el cuchillo o navaja, el único instrumento utilizado para comer. Nacido con uno o dos pinchos en Constantinopla allá por el siglo XI, el tenedor «instrumento diabólico» , por ser demasiado refinado para San Pedro de Damián, llega a la corte francesa de la mano de la italiana Catalina de Médici, casada con Enrique III en 1533, que lo puso de moda. Aunque sigue siendo una excepción. Baste recordar que la primera fábrica española de tenedores se abre en Barcelona a principios del XIX.

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Pero para que la cocina de cuchara se mantenga deberán ser las escuelas de hostelería quienes formen a los futuros profesionales. La cultura de la cuchara tiene que ver con la de las familias, que está en franco retroceso. Coinciden cocineros y profesores en que apenas se cocina en casa, por lo que se van perdiendo referentes. Pero debemos ser optimistas. La cuchara se mantendrá porque resulta imprescindible para disfrutar de las sopas. Como quiere el refrán, «siete virtudes tiene la sopa: es económica, el hambre quita, sed da poca, hace dormir, digerir, nunca enfada y pone la cara colorada».

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