Buenos días, dejen que me presente, y disculpen mi intromisión: soy el Falcon. Escribo estas líneas en un ejercicio de legítima defensa, y para dar ... mi versión de los hechos y de paso aclarar algunas cosas. En primer lugar, he de decir que estoy cansado de andar en boca de la gente y ser objeto de constantes burlas; después de todo, soy todo un avión, no se les olvide, con asientos de cuero y maderas nobles, así que merezco un respeto. Por otro lado, aprovecho para denunciar mis condiciones de trabajo, mis maratonianas jornadas, y la ausencia de vacaciones. Reivindico para mi mismo, y para el resto del colectivo de jets privados, una sustancial mejora en nuestro régimen laboral, pues nos encontramos saturados. Esto es un no parar, estamos hartos de caprichos y extravagancias de vips, celebrities, megarricos, deportistas de élite, y sobre todo de algunos políticos que se autoproclaman sociales. Clientes muy respetables, unos por sus méritos y habilidades, y otros por la cara, aunque tengan en común su aversión a colas, check-ins, y a la tropa sudorosa con bermudas y chanclas. Salvo las suyas, claro.
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La verdad es que nosotros, los jets de la beautiful people, nos las prometíamos muy felices con el cambio climático, las emisiones, los precios de los carburantes, y todo eso que tanto parece importar ahora. Tras los lloros de la niña Greta, llegamos a pensar que los días de agobio y de constante rugir de nuestros reactores se habían terminado, que descansaríamos en nuestros hangares hasta que el asunto medioambiental se relajase un poco. Qué inocentes fuimos, y qué equivocados estábamos. Últimamente esto es un no parar, 24/7 como se dice ahora, non-stop. Y lo curioso es que ahora nuestra mejor clientela resulta ser la pública, ajena a coyunturas económicas o ambientales. Tomando al pie de la letra lo de la 'exvice' cuando dijo aquello de «el dinero público no es de nadie», no hay quien los baje, oigan, se han vuelto jet-adictos. Un día, a New York de compras con las chicas, que no se lo podían ni creer, tía, con chuches y todo. Otro, con los de Exteriores a arreglar estropicios a Argelia. Otra semana, con la 'vice' a Roma a ver al Papa, que aún me pregunto de qué diablos habrán hablado. La guinda al desfase me la pone el 'Presi', claro. Este me ha cogido el truco, y no hay quien lo apee: hasta para ver a los 'Killers' en Castellón me hizo despegar, sin tiempo ni para calentar motores. A punto estuve de negarme, que todavía hay clases, y yo menos de 500 Km no los hago, para eso hay avionetas. Mis compis de hangar me gastan bromas, y me dicen que me están construyendo uno para mi solo en Moncloa, como el que tiene John Travolta en Florida, con un armario lleno de chupas de cuero tipo Maverick, y múltiples gafas de sol. Qué mala leche tienen algunos.
De todas formas, déjenme decirles que me lo que más molesta entre todos los rumores, es que algunos vayan diciendo por ahí que soy izquierdas. No es por nada, y suena bien eso de la igualdad, la solidaridad y demás slogans; mas seamos sinceros, y dejemos de fingir ser lo que no somos. Mi pasado, mi presente, y espero que también mi futuro, es de champagne a bordo, ropa de marca, catering con elaboradas ensaladas, relajado silencio, y roast beef en carta. Mi hábitat es de mantel de hilo, vasos de cristal y cubiertos brillantes; nada de plástico y papel, tan ordinarios, y que tanto contaminan. Bien saben ustedes que lo mío es el lujo, los aromas, y los ambientes bien cuidados. Y por lo que se refiere a mi clientela, más de lo mismo: jamás la verán atrapada en una terminal, ni bebiendo a morro, ni con un bocata en la mano. Tampoco la van a pillar ni agobiada, ni esperando slots, con retrasos o cancelaciones, o sentados por el suelo con mochilas comprimidas para no pagar exceso de equipaje. Hasta ahí podíamos llegar. Seamos claros: mis clientes y yo vamos a lo nuestro. Consumimos y emitimos según nos viene gana, y si algún día tenemos que disculparnos por ello, lo haremos de buen grado, al menos yo; de justos es reconocer algunas cosas. Pero no se confundan con nosotros: de fraternidad e igualdad, nada. Mientras ustedes se achicharran de calor y apagan las luces por decreto, nosotros volamos, nos perfumamos, y gozamos. Además, andamos con prisas, y no tenemos tiempo para minucias, ni para reparar en gastos.
¡Ah!, y tan solo una cosa más, que no se me olvide: por favor, dejen de llamarme Falconetti, que no me mola nada. Aquel fue un personaje malvado de serie televisiva en los 90, un guapo con mal cutis y cara de malo que me recuerda a alguien, aunque no consigo adivinar a quién. Falconetti era un abusón de medio pelo, embaucador con malos modales y buena planta al que nunca nadie echó de menos, pero oí decir que volaba en low cost, con asientos tipo bonsai y sobacos en la cara. De modo que no me ofendan, déjenme tranquilo, y llámenme por mi nombre, Falcon, que es halcón en inglés, imperial surcador del azulado skyline para la casta, y para quien pueda pagar mi elitista butaca.
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