Se me eriza la piel mientras escucho el videoclip del himno del centenario de Melendi al recordar lo vivido la noche del ascenso. Supongo que ... nunca dejaré de emocionarme. Recuerdo con nitidez los abrazos y las lágrimas que compartí con Pipo, Pelayo, Álex, Penedo, Fonsín y todos los demás que había a mi alrededor. Los abrazos y los besos se trasladaron al césped y continuaron en la mejor noche de nuestras vidas, esa en la que prácticamente todo estaba permitido y a la que le faltaron muchas horas. Quizá haya sido la primera y la única vez en la que irse a casa estaba mal visto porque la excusa del ascenso era válida para todo el mundo. 24 años de espera justificaban entrar por la puerta de casa a cualquier hora.
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Pero, de todo el videoclip, lo que más me ha gustado ha sido ver, aunque fuera en blanco y negro, ha sido a los más pequeños jugando al fútbol en el Fotán. Probablemente porque me ha hecho recordar esas tardes de mi infancia donde el balón era nuestra única preocupación. Allí pasábamos horas utilizando los árboles y las sudaderas como portería, mientras los mayores tomaban sidra en Casa Ramón y algún yonqui pasaba a la Fuente de los Caños a consumir su dosis. Pero, además de nostalgia, también me ha producido pena. Mucha pena. Primero, porque el Ayuntamiento de Alfredo Canteli ha prohibido jugar al balón en la plaza de La Gesta, como si no fuera compatible la convivencia de los vecinos con los más pequeños; y segundo, porque, como consecuencia de estas medidas absurdas, que solo ponen palos en las ruedas de la infancia de los más pequeños, la ciudad cada vez tiene menos vida.
Aunque, para mi sorpresa, hay vecinos que avalan estas decisiones. El día del ascenso nos llamaron la atención por estar jugando al balón al lado del Fontán, alegando que estaba prohibido, a pesar de que parábamos siempre que pasaba algún carrito de bebé o alguna persona mayor cerca. Otra prueba de lo antideportiva y aburrida en que se está convirtiendo la ciudad para los jóvenes es que, en verano, Oviedo no tiene ningún tipo de atractivo, a diferencia de Gijón, que cuenta con una gran planificación de actividades y conciertos.
No sé cómo encajan estas medidas con la aspiración de que Oviedo sea Ciudad Europea del Deporte en 2026, del mismo modo que me cuesta entender ese objetivo cuando sigue sin cumplirse la promesa de mejorar los accesos al Carlos Tartiere que el alcalde hizo el 25 de mayo de 2023. Tal vez, que los oviedistas con buena memoria no le perdonasen su apoyo al ACF el día del ascenso y le hicieran abandonar el balcón del ayuntamiento en plena celebración haya enfadado al alcalde. Pero, una vez más, la hemeroteca vuelve a dejar en evidencia la falta de compromiso con el fútbol de Alfredo Canteli y su gobierno. Aunque ahora, que equipos con importante caché a nivel nacional se acomodarán en el palco del Tartiere, puede que Canteli tenga más interés en agilizar las obras y se plantee levantar algún veto. Mientras tanto, las promesas incumplidas seguirán alimentando su polémico antioviedismo y, sus prohibiciones, el envejecimiento de una ciudad donde se prohíbe practicar deporte al aire libre.
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